El Sol se está preparando para invertir sus polos
Cada
once años el Sol sufre una gran transformación, sus polos magnéticos se
invierten. Como en la Tierra, nuestra estrella también tiene un norte y un sur
magnético, pero a diferencia de la Tierra, cuyos polos cambian cada cientos de
miles de años, en el Sol ocurre con regularidad. Los polos se invirtieron por
última vez en el 2013, así que están a punto de hacerlo de nuevo en algún
momento de 2024.
La
inversión de los polos solares no es, como podría parecer, una señal de un
apocalipsis inminente. No lo notaremos cuando suceda, porque el ciclo solar
tiene un impacto mínimo en el clima de la Tierra. Pero es lo que sucede antes
del giro lo que puede causar problemas.
Antes
de la inversión de los polos hay un momento de actividad magnética cada vez más
intensa en la superficie del Sol, generando más erupciones solares y eyecciones
de masa coronal. Durante estos períodos de actividad solar, se produce el
espectáculo de fuegos artificiales más extravagante del sistema solar.
De
particular preocupación son las eyecciones de masa coronal, porque se trata de
explosiones que arrojan materia como un disparo de escopeta a través del
sistema solar, lo cual se conoce como una «tormenta solar». Si estas tormentas
llegan a nuestro planeta pueden perturbar a los satélites de comunicaciones en
el espacio, cuyo número es cada vez mayor gracias a los satélites proveedores de
Internet como Starlink.
Si las
condiciones son las adecuadas, incluso podrían interferir en nuestra red
energética global. La posibilidad de un impacto directo de una poderosa
tormenta solar es rara, pero puede suceder. En 1859 ocurrió una tormenta
llamada Evento Carrington, cerca del pico del ciclo solar y envió corrientes a
través de las líneas telegráficas, provocando incendios y obstaculizando
mensajes.
Generalmente
el propio campo magnético de la Tierra desvía las tormentas, como la lluvia que
rebota en un paraguas cósmico, dando como resultado auroras más intensas,
visibles en latitudes más bajas de la tierra. Las auroras son el resultado de
partículas cargadas del sol que chocan con el gas de nuestra atmósfera.
A los
ojos de los científicos, este período activo del ciclo solar no representa
ningún peligro, más bien es una gran oportunidad. Un período enérgico de
actividad solar permite a los investigadores estudiar al Sol con mayor detalle
para cumplir dos grandes objetivos: el primero es predecir mejor cuándo una
tormenta solar podría causar estragos en la tierra y en las naves espaciales.
Hacerlo podría propiciar viajes espaciales más seguros en las misiones
tripuladas a la Luna y Marte.
Segundo,
comprender mejor el misterioso interior del Sol que genera espectáculos tan
impresionantes, nos ayudaría a comprender otras estrellas en el universo y,
eventualmente, sería una pista para responder el misterio fundamental: ¿Por qué
estamos aquí?
El Sol
es básicamente un poderoso imán nuclear. En su núcleo fusiona átomos de
hidrógeno, formando helio y liberando una enorme cantidad de energía en el
proceso. Lo que sucede fuera de ese núcleo es menos claro, ya que los
científicos no pueden estudiar el interior de la estrella directamente.
Debido
a que se encuentra muy lejos (a 150 millones de kilómetros) y su brillante
superficie oscurece a la bestia que acecha en su interior. Fuera del núcleo, en
una capa llamada «zona convectiva», el calor generado sobrecalienta el gas
hasta convertirlo en plasma (es decir, gas tan caliente que tiene carga
eléctrica).
Los
científicos piensan que ese plasma se mueve en el interior del Sol de manera
similar a la forma en que el agua de nuestros océanos se mueve en grandes
corrientes de convección, con agua más cálida subiendo y agua más fría
hundiéndose. Si los flujos de plasma y magnetismo dentro del sol se vuelven
inestables atraviesan la superficie y los campos magnéticos son tan intensos
que aparecen como puntos oscuros que los científicos llaman «manchas solares».
Los
astrónomos han estado observando estas manchas solares con telescopios durante
siglos y notaron un patrón. Cada 11 años, el número de manchas solares en la
superficie del Sol alcanza un máximo. En la década de 1950 y a principios de
1960, los investigadores se dieron cuenta de que el aumento en el número de
manchas solares precede a la inversión de los polos.
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