Los restos de la bomba atómica de Hiroshima ayudarán a entender la formación del Sistema Solar

 

El 6 de agosto de 1945, hace más de 75 años, una bomba atómica que cayó sobre la ciudad de Hiroshima, Japón, cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial luego de que los japoneses se rindieran ante Estados Unidos y con ello culminara este largo y cruento acontecimiento bélico.

La tragedia, que según las cifras más conservadoras mató a más de 120,000 personas, paradójicamente podría servir ahora de gran ayuda para que los científicos puedan develar algunos enigmas en torno al origen del sistema solar.

Y es que, de acuerdo con una reciente investigación publicada en la revista Earth and Planetary Science Letters, existen aún esparcidos, a lo largo de la playa de Motoujina (en una pequeña isla en la bahía de Hiroshima), restos de cristales esféricos producidos, precisamente, por la lluvia radioactiva que tuvo lugar en aquellos años.

Se cree que estos cristales se formaron debido a las altas temperaturas que la bomba trajo consigo y que provocó que el hormigón y el acero, que alguna vez formaron los edificios de Hiroshima, se fundieran para posteriormente enfriarse y caer en forma de cristales.

Éstos, también llamados los “cristales de Hiroshima”, han sido analizados recientemente. Gracias a ello los científicos han podido deducir que se formaron por un proceso llamado condensación dentro de la bola de fuego nuclear la cual llegó a calentarse a unos 4,000 °C

Ahora bien, el punto central de la investigación -en donde podemos encontrar la mayor relevancia- es en el hecho de que la composición química de los vidrios muestra similitudes con los meteoritos primitivos, con las denominadas condritas, las cuales representan más del 85% de los meteoritos que caen en la Tierra. Estas últimas se formaron a partir del polvo interestelar y del gas proveniente de aquel sistema solar temprano que, al igual que las condiciones que se dieron durante el acontecimiento de la bomba atómica, estaba muy caliente.

Al respecto, en una parte del artículo recientemente publicado, se puede leer lo siguiente: “La formación de los cristales de Hiroshima por condensación implica que pueden ser análogos a los primeros condensados del sistema solar”.

De hecho, estos primeros condensados o sólidos -y al igual que los encontrados en Hiroshima- contienen muchos isótopos de oxígeno; en concreto poseen oxígeno-16, que es una forma más ligera de oxígeno porque contiene menos neutrones en comparación con las variedades más pesadas.

Los isótopos son los átomos de un mismo elemento químico y, por ejemplo, se forman cuando el núcleo atómico tiene una misma cantidad de protones, pero diferente número o cantidad de neutrones.

En el caso del sistema solar, los científicos creen que los isótopos de oxígeno-16 pudieron haberse formado debido a la penetración de rayos ultravioleta en la nube de polvo y gas interestelar y a partir de lo cual se formaron las primeras condritas del sistema solar.

En el caso específico de los cristales de Hiroshima, éstos podrían servir para develar, justamente, el enigma de cómo surgieron las condritas y por qué son tan relevantes para entender la historia del sistema planetario del que formamos parte.

Por otro lado, para llegar a la conclusión en torno a la presencia de oxígeno-16 en los cristales de Hiroshima, el equipo de científicos -encabezados por Nathan Asset de la Universidad de París Cité- analizó muestras recolectadas en la Bahía de Hiroshima durante una expedición que realizó en 2015 el geólogo Mario Wannier y su equipo.

Posteriormente, al analizar 94 fragmentos de desechos nucleares, Asset y sus colegas identificaron cuatro tipos diferentes de cristales de Hiroshima, los cuales tenían un parecido muy grande con los granos de cuarzo que se encuentran en cualquier playa.

No obstante, a diferencia de los granos de cuarzo, estos cristales presentaban composiciones químicas muy peculiares debido a la presencia de oxígeno-16 y silicio. Esto dio pie a que los investigadores se preguntasen cómo se formaron. Y la respuesta, evidentemente, estaba en la bomba atómica de Hiroshima.

Para estar seguros de sus hallazgos, Asset y sus colegas realizaron simulaciones que reconstruyeron la composición química y las condiciones físicas de la explosión nuclear. A partir de ello, pudieron modelar los procesos de condensación que se generaron a partir de la bola de fuego luego de la explosión de la bomba atómica.

Y sus conclusiones son contundentes: la bomba, que explotó a unos 580 metros sobre la ciudad de Hiroshima (por cierto, demasiado lejos de la superficie para dejar un cráter), trajo consigo temperaturas que alcanzaron los 10,000,000 de °C dentro de la bola de fuego y de aproximadamente 6,000 °C en el suelo. Esto produjo que, literalmente, se vaporizaran los materiales de construcción de los edificios en solamente cuestión de segundos.

Este escenario infernal acontecido en 1945 podría ser equiparable a lo sucedido cuando se formó el sistema solar, donde las temperaturas, también, alcanzaron millones de grados. De ahí que el estudio profundo en torno a los procesos nucleares que tuvieron lugar cuando explotó la bomba de Hiroshima, resulte fundamental para comprender el surgimiento y evolución del sistema solar.

En definitiva, lo que resultó en una tragedia que mató a miles de personas, ahora mismo es utilizado por la ciencia para obtener conclusiones que ayudarían a encontrar respuestas con respecto al origen de la Tierra y los demás planetas que conforman nuestro sistema planetario.

¿En qué beneficiaría a la humanidad comprender eso? En primer lugar, satisface nuestro instinto de curiosidad, el cual ha resultado fundamental para el progreso de la humanidad y, en segundo lugar, nos permite abrir ventanas para la comprensión de cómo podrían haberse formado otros sistemas de estrellas y planetas tanto en nuestra propia Vía Láctea como más allá.

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