Udelartitan celeste, el nuevo titanosaurio encontrado en Uruguay

En Uruguay se han encontrado no pocos fósiles de dinosaurios, desde los tradicionales huesos, pasando por huevos y hasta pisadas como las que en breve podrán visitarse en el primer museo paleontológico a cielo abierto a escasos kilómetros de la ciudad de Tacuarembó.

Sin embargo, una cosa es determinar que un fósil pertenece a un dinosaurio y otra, mucho más difícil, es definir el género o la especie en particular. Esto se complica más si tenemos en cuenta la gran diversidad de especies y géneros de estos animales durante el Jurásico (hace entre 200 y 145 millones de años) y el Cretácico (hace entre 145 y 66 millones de años).

Así las cosas, hasta febrero de 2024 en nuestro país sólo se habían determinado a nivel de género los dinosaurios carnívoros Torvosaurus y Ceratosarus para el Jurásico Tardío (ambos con una antigüedad de unos 150 millones de años) y del herbívoro titanosaurio, esos de cuello y cola larga, Aeolosaurus para el Cretácico Tardío (entre 100 y 66 millones de años). En otra investigación, si bien no se logró determinar el género, se reportó para el Jurásico Tardío un carnívoro perteneciente al grupo de los abelisáuridos.

Pero este marzo de 2024 nuestra dinosaurología tiene motivos para celebrar –y nosotros con ella–. Un grupo de paleontólogos de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar), junto a colegas de Argentina y Brasil, ha logrado determinar el género de un titanosaurio del Cretácico Tardío a partir de fósiles encontrados en Paysandú, el cuarto dino con género conocido de Uruguay. Pero hay más: no sólo se logró determinar el género, sino también su especie, algo fantástico que sucede por primera vez para un dinosaurio en los casi 100 años de paleontología profesional uruguaya (en la década de 1920 un paleontólogo alemán definió algunas especies en base a fósiles de Uruguay, pero la ciencia hoy considera que ninguna de ellas es válida). Finalmente, no sólo se definió el género y la especie de un dinosaurio que vivió en estas tierras hace entre 90 y 80 millones de años, sino que ese género y esa especie son nuevas para la ciencia. ¡Por primera vez un dinosaurio es descrito para la ciencia gracias a fósiles de nuestro país y al trabajo de nuestros investigadores

Como sucede cada vez que la ciencia describe una nueva especie, los autores de la publicación en la que fundamentan y aportan pruebas sobre por qué estamos ante un organismo que ocupa un lugar propio en la historia de la vida del planeta deciden cómo pasa a llamarse dicho taxón. En el artículo Relaciones filogenéticas de un nuevo titanosaurio (Dinosauria, Sauropoda) del Cretácico Superior de Uruguay los paleontólogos Matías Soto, Felipe Montenegro y Daniel Perea, del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias, José Carballido, del Museo Paleontológico Egidio Feruglio de Chubut, Argentina, y Max Langer y Julian Silva, del Departamento de Biología de la Universidad de San Pablo, Brasil, definieron que la nueva vieja criatura se llama Udelartitan celeste.

Así que salimos disparados a conversar con Matías Soto y Felipe Montenegro al taller de esculturas que este último lleva adelante en una pintoresca casona de la calle Maldonado. En las estanterías, decenas de figuras de cerámica y resina de superhéroes, personajes del cine y de la fantasía nos miraban con envidia: durante rato la conversación sobre el titanosaurio les mostraba que no hay nada más fantástico que la historia de la vida en la Tierra.

Toda historia comienza en un punto arbitrario. En paleontología suele fijarse en el momento en que los investigadores, o una persona curiosa cualquiera, se encuentra con un fósil. En el caso de la nueva especie de dinosaurio de Paysandú, eso sucedió hace bastante tiempo. Tanto que este no es el primer trabajo que publican sobre estos huesos: el primero, titulado Nuevos hallazgos de restos de dinosaurios y consideraciones sobre la edad de la Formación Guichón, vio la luz en 2008.

Allí decían que “recientemente, fue reportado el primer registro de dinosaurios saurópodos para la Formación Guichón, comprendiendo tanto restos óseos como cáscaras de huevo”, informaban que “los materiales fueron hallados en una gran cárcava de erosión, de unas 23 hectáreas de extensión”, en campos de la Compañía Forestal Oriental SA, y aportaban las respectivas coordenadas. Como uno no tiene un GPS en la cabeza, en el siguiente trabajo sobre estos fósiles, publicado en 2012, Primer saurópodo (Dinosauria: Saurischia) de la Formación Guichón, Cretácico Superior de Uruguay, uno se enteraba de que los fósiles se habían encontrado “20 kilómetros al sudoeste de Quebracho” en el departamento de Paysandú. Los trabajos científicos tienden a usar la voz pasiva: “los materiales fueron hallados”, “los fósiles fueron colectados”. En los artículos de divulgación podemos devolverle la agencia a quienes ejecutaron esas acciones. Así que allá vamos.

“Por 2005, el botánico Eduardo Marchesi y la agrónoma Virginia Zúñiga dieron con unos fósiles en unas cárcavas del predio de la empresa forestal”, cuenta Matías Soto con el rostro iluminado porque el artículo del Udelartitan finalmente había recibido luz verde para su publicación (cosa que cuando lo entrevistamos aún no había sucedido). Luego siguieron apareciendo fósiles. ¿Qué hicieron desde la forestal? Lo mejor que puede hacerse: se contactaron con el Museo Nacional de Historia Natural y así intervino Andrés Rinderknecht, encargado de la colección de paleontología.

“Desde Forestal Oriental le dicen a Andrés que tenían unos huesos que parecían de dinosaurio”, sigue el relato Felipe Montenegro. “Andrés les dijo que probablemente fueran de megafauna, que también son grandes, pero de todas maneras fue hasta allí. Antes de llegar al lugar, le mostraron las cáscaras de huevo, y entonces se dio cuenta de que no había vuelta, eran fósiles de dinosaurio”, narra Felipe. Luego Andrés se contactaría con el paleontólogo Daniel Perea, de la Facultad de Ciencias, y comenzó una serie de expediciones para recuperar los materiales.

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