“Dios creó el mundo para que parezca que tiene millones de años”
¿Recuerdan lo que hicieron ayer? Por supuesto que
sí. Pero ¿y si en realidad ese ayer no hubiera existido jamás, sino que el
universo se hubiese creado de la nada esta misma mañana? ¿Y si todo lo que
creen recordar de su presunta vida no fueran sino recuerdos implantados para
hacerles creer que todo eso realmente sucedió, cuando no es así?
El lunes 2 de noviembre de 1992, una ingeniera
informática y escritora llamada Seanna Watson publicó un comentario en un grupo
de noticias de internet: "Como todo el mundo sabe, se predijo que el mundo
acabaría el pasado miércoles a las 10:00 PST [hora del Pacífico de EEUU]. Como
ahora parece existir un mundo, todo el universo debe de haber sido recreado en
su totalidad, junto con una historia aparente, el último jueves".
La observación de Watson, referida a la predicción
de una secta coreana que había fechado el fin del mundo para el 28 de octubre
de aquel año, comenzó a extenderse entre los usuarios y a cobrar fuerza, hasta
que finalmente cristalizó en la fundación de la Iglesia del Último Jueves, con
su credo y su catecismo. Pero como suele suceder, pronto surgieron las
disensiones y los cismas, creándose así la Iglesia del Último Miércoles y la
del Último Viernes.
Naturalmente, todo esto no era sino una parodia, una
sátira de los sectarismos religiosos apocalípticos. Su inspiración es una idea
del filósofo Bertrand Russell llamada "Tierra de cinco minutos".
"No hay imposibilidad lógica en la hipótesis de que el mundo saltó a la
existencia hace cinco minutos, exactamente como era entonces, con una población
que recordaba un pasado totalmente irreal", escribió Russell en El
análisis de la mente.
Russell y la Iglesia del Último Jueves tienen un
precedente que sí planteaba tal idea con pretensiones de realidad, y esta
concepción del 'universo Matrix' continúa hoy vigente en ciertos círculos
religiosos fundamentalistas. En 1857 el naturalista inglés Philip Henry Gosse
publicó su libro Omphalos ("ombligo" en griego), que pretendía
reconciliar los descubrimientos de la época sobre la edad geológica de la Tierra
con la narración bíblica de la creación.
Gosse aportó notables contribuciones a las ciencias
naturales, incluyendo la invención del acuario y la puesta en marcha del
primero de ellos en el zoo de Londres. Pero por desgracia para su memoria, hoy
se le recuerda sobre todo por una teoría que en su día llegó a ser calificada
de "monstruosa": Dios creó el mundo según cuenta el Génesis, pero lo
hizo para que pareciera más antiguo de lo que es. Los árboles del Jardín del
Edén tenían anillos de crecimiento, Adán y Eva tenían ombligo, y por supuesto
los fósiles, volcanes apagados y demás signos de una Tierra vieja habían sido
colocados allí por Dios, como quien decapa un mueble nuevo para darle el
aspecto de una antigüedad.
Podría parecer que la idea de Gosse es un argumento
común entre los creacionistas, pero no es así. Muchos de los autodenominados
científicos de la creación se devanan los sesos para encontrar justificaciones
presuntamente naturales a lo que para ellos es una falsa apariencia de
antigüedad; por ejemplo, la desintegración de los isótopos radiactivos se
habría acelerado en un período concreto por causas ignotas. En cambio, desde la
visión de Gosse no habría que encontrar explicación: Dios lo hizo así.
Lo mismo ocurre con los valles, cuyo origen los
creacionistas sitúan en los efectos del Diluvio Universal. En cambio, según
Omphalos, Dios los modeló de esa manera. En cierto modo, es una versión extrema
del creacionismo.
La idea a su vez se inspira en el viejo dilema
aristotélico del huevo y la gallina. Ignorando la evolución biológica, la vida
es un ciclo sin fin, pero debe de haber comenzado en algún momento. El hijo de
Gosse, Edmund, prologó así el libro de su padre: "Cada objeto vivo tiene
un omphalos, o un huevo, o una semilla, que apunta irresistiblemente a un
objeto vivo previo de la misma clase. Por tanto, la Creación debe significar la
irrupción súbita en el ciclo, y sus fenómenos, producidos en su pleno
desarrollo por la voluntad arbitraria de Dios, presentarían sin duda los estigmas
de una preexistencia".
La teoría de Gosse fue un fracaso rotundo en su día;
el libro apenas se vendió. Según Edmund, "tanto ateos como cristianos lo
miraban, se reían y lo tiraban". Pero curiosamente, en el siglo XX renació
entre ciertos sectores cristianos y judíos, que añadieron nuevas aportaciones.
Por ejemplo, las estrellas lejanas ya fueron puestas en la existencia con su
luz llegando a la Tierra.
La peculiaridad de la hipótesis Omphalos consiste en
que está blindada a prueba de ciencia: es imposible refutarla científicamente.
En palabras del biólogo evolutivo Stephen Jay Gould, "no podemos diseñar
ninguna manera de averiguar si es falsa, ni tampoco si es cierta. Omphalos es
el clásico ejemplo de una noción totalmente incomprobable". Claro que de
todos modos sus defensores no se basan en el método científico, sino en un acto
de fe.
La hipótesis provoca bizantinas discusiones
teológicas entre los creacionistas: ¿por qué iba Dios a presentar al ser humano
un mundo engañoso? ¿Es un mentiroso? Según el presidente emérito del Instituto
de Investigación de la Creación, John D. Morris, Dios reveló al hombre en el
Génesis qué había hecho y cuándo, para que no se dejara engañar por las
apariencias. Pero siendo así, ¿por qué crear ese aspecto de antigüedad en
primer lugar? Morris sugiere que "la creación sin apariencia de edad es imposible".
¿Imposible para Dios?
El rabino ortodoxo angloisraelí Natan Slifkin, cuya
proximidad a la ciencia le ha costado la condena de sus ideas por parte de la
ultraortodoxia judía, ha señalado algunas de las inconsistencias de la
hipótesis: si Dios ha dispuesto un mundo ilusoriamente viejo pero las
escrituras revelan una creación reciente, "uno podría igualmente proponer
que es la naturaleza la que presenta la historia real, ¡y que la Torah fue
diseñada por Dios para probarnos con una historia falsa!".
Y es que todas estas dudas podrían haberse evitado
si simplemente Dios nos hubiera hecho un poco menos inteligentes. Así no
habríamos descubierto el engaño con tanta facilidad.
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