Hallan en la Antártida restos de una nueva especie de un reptil extinto hace 67 millones de años
Apareció como una piedra en el camino, pero no
metafóricamente sino solo en sentido literal, cuando el investigador del
CONICET José O’Gorman tropezó con un bulto semienterrado cerca de la Base
Marambio, principal nodo logístico argentino en la Antártida. Era febrero de
2018 y el científico cerraba una jornada de trabajo junto a colegas durante una
campaña en el continente blanco. Su olfato le aconsejó no seguir de largo y, en
cambio, demorar la vuelta unas horas para cavar en el lugar y averiguar de qué
se trataba. Pocas semanas después esa protuberancia en la tierra se convertía
en una de las más de ochenta vértebras de la columna de un elasmosáurido, un
reptil marino que convivió en la última etapa de los dinosaurios, y al que se
le calcula una antigüedad de poco más de 67 millones de años. El hallazgo se
publicó en la revista Journal of Systematic Palaeontology.
“Empezamos cavando por la línea del cuello, a
contrarreloj y con mucha expectativa frente a la idea de llegar al cráneo, una
parte que pocas veces se conserva”, relata O’Gorman, investigador en la
Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata
(FCNyM, UNLP) y primer autor del trabajo. Enorme fue la sorpresa cuando al
final del recorrido encontraron lo que esperaban, y ese hallazgo es una de las
perlas del descubrimiento, pero no la única. “El estado de preservación general
es excepcional, incluso del material craneano, aunque no está completo. Y se
trata de restos articulados, lo cual tampoco es frecuente. Por si fuera poco,
pudimos confirmar no solo que es una especie nueva, sino que tiene
características particulares que nos permiten ubicarla como una forma de
transición entre dos grupos que habitaron el hemisferio sur, echando luz al
proceso evolutivo y la conexión entre otros géneros hallados en Chile, Nueva
Zelanda y la Antártida occidental”, añade el experto.
El nuevo espécimen fue bautizado Marambionectes
molinai en honor, por un lado, a la base Marambio y, por otro, a Omar José
Molina (1937-2022), integrante del Museo de La Plata, primer técnico en la
paleontología argentina en ir a trabajar a la Antártida en la década de 1970.
Los restos colectados incluyen el tronco y parte de la cola, de las
extremidades, del cuello y del cráneo, como así también unas piedras
estomacales llamadas gastrolitos, posiblemente utilizadas para realizar la
digestión mecánica de los alimentos. Fueron extraídos en su totalidad en
aquella primera campaña, una experiencia intensa y agotadora que se vio
interrumpida por una tormenta de nieve de varios días que aisló al equipo de
investigación en un refugio a la espera de mejores condiciones climáticas que
les permitiera concluir el trabajo.
Una vez extraído, M. molinai fue cuidadosamente
trasladado a Buenos Aires para ser ingresado en la colección de
Paleovertebrados del Instituto Antártico Argentino (IAA), organismo encargado
de coordinar las campañas antárticas, para viajar un año después a la localidad
neuquina de Villa El Chocón, donde comenzó su preparación en el laboratorio del
Museo Municipal Paleontológico, Arqueológico e Histórico “Ernesto Bachmann”. De
acuerdo a la explicación del investigador, “los huesos fósiles están en una
concreción muy dura que después hay que quitarle con un martillo neumático, una
pequeña herramienta similar al torno de un dentista pero muy potente, que va
eliminando esa roca”. Es una tarea muy precisa de protección y limpieza que
lleva tiempo –en este caso fueron dos años– y que debe ser realizada por
personal especializado.
Cabe mencionar que los elasmosáuridos forman parte
del grupo de los plesiosaurios, reptiles que se adaptaron secundariamente a la
vida acuática. Vivieron durante el Mesozoico, que se extendió entre los 250 y
66 millones de años atrás, y se extinguieron junto con los dinosaurios.
Históricamente se los ha considerado depredadores activos, consumidores de peces
y otros organismos que nadan activamente, aunque en los últimos años fue
tomando mayor peso la hipótesis de que un grupo, llamado aristonectinos,
habrían desarrollado un modo de alimentación más similar a la filtración de
agua –como hacen, por ejemplo, las ballenas barbadas–, que a la captura de
presas individuales. “Si bien M. molinai no es un aristonectino, sus
características indican que se trata de una especie cercanamente emparentada
con ellos, y de ahí que su aparición nos permitirá conocer más sobre los
diversos aspectos evolutivos entre estos animales extintos”, concluye el
investigador.
.
Comentarios
Publicar un comentario