El último árbol del planeta
© Gustavo Duch | Para dejar sitio a los molinos de viento se talan árboles y para construirlos, también. Bien lo saben en las comunidades indígenas de Ecuador y Perú, cuyas vidas sostenibles son segadas para nuestros proyectos de sostenibilidad
Cuando mi amigo el pastor me dijo “el último árbol
del planeta lo talará un proyecto de energía sostenible” (Cuentos del Progreso.
Editorial Pol·len), seguro que intuía que era mucho más que una frase
ingeniosa. De hecho, si analizamos lo que está significando la implementación de
la transición energética con sus recetas mágicas de proyectos supuestamente
limpios y sostenibles, no queda otra que, como siempre, darle la razón.
El último ejemplo lo tenemos en la controversia que
ha generado un informe de expertos ambientales tras analizar el funcionamiento
de una gran planta en el Reino Unido que “produce” (entre comillas para no
dejarnos engañar por el lenguaje) energía eléctrica a partir de la quema de
madera importada de Norteamérica. Como otras centrales de biomasa, ésta gestionada
por el grupo Drax, defiende que el CO2 que se emite al quemar la madera de los
árboles talados queda compensando por la capacidad de éstos al absorber CO2
durante su crecimiento. Tal vez en teoría, porque muy rápido han de crecer
cuando las cifras de la investigación explican que la central fue responsable
de 11,5 millones de tones de CO2 durante el año 2023, lo que representa casi el
3% de las emisiones totales de carbono del Reino Unido. A mi parecer, en
cualquier caso, más importante sería conocer cuántos bosques –y toda la vida
que los habita– se han erradicado para dedicarlos a los monocultivos de esos
árboles industriales.
En el segundo ejemplo, más cercano, sí que tenemos
ese dato aproximado. Como ha denunciado la Plataforma a favor de los paisajes
de Teruel, el Gobierno de España ha aprobado recientemente la creación de un
conjunto de parques eólicos en el Maestrazgo que prevé instalar un total de 125
aerogeneradores. Lo que representará una deforestación de casi 900 hectáreas de
bosque y la tala de entre 200.000 y dos millones de árboles. En este caso, la
justificación con la que se respalda esta masacre de árboles se escuda en la
plantación de otros ejemplares en otros lugares. De nuevo, más allá de que la
tasa de reposición de estos árboles pueda ser “eficiente”, lo que nunca se
compensará será toda la vivacidad contenida en los bosques.
El arboricidio que nos dejará sin bosques, ni
biodiversidad, no acaba aquí. Rastreemos un poco. Este proyecto será gestionado
por el fondo de inversión danés Copenhagen Infrastructure Partners (CIP), que
se presenta como “la mayor gestora de fondos del mundo dedicada a inversiones
en energías renovables”. Ahora que cuentan con el contrato del Maestrazgo, la
firma ha cerrado un acuerdo con GE Vernova para el suministro de los 125
molinos. Esta empresa, que no es más que una división de la gigantesca General
Electric para aprovechar los vientos favorables a las energías renovables,
cuenta en la descripción de la elaboración de sus aerogeneradores que “cada
turbina eólica se somete a un meticuloso proceso de fabricación que involucra
la construcción de torres de acero, molduras de fibra de vidrio en la góndola y
ensamblaje de palas, y cada pala requiere alrededor de 2000 horas de trabajo
para fabricarse a mano con fibra de vidrio y madera de balsa”.
Son muchos los bosques primarios amazónicos que han
desaparecido para permitir el cultivo de balsa
Es decir, para dejar sitio a los molinos de viento
se talan árboles y para construirlos, también, porque cuando se habla de madera
de balsa se refieren al árbol llamado balsa, propio de los trópicos
suramericanos. Su madera, muy liviana pero resistente a la vez, resulta muy
apropiada para la fabricación de balsas, claro, de esquís, puentes… y,
efectivamente, como parte de la estructura de las aspas de los aerogeneradores.
Bien lo saben en las comunidades indígenas de Ecuador y Perú, cuyas vidas
sostenibles son segadas para nuestros proyectos de sostenibilidad. Ahora que se
van conociendo los datos del boom en el uso de madera de balsa, se sabe que son
muchos los bosques primarios amazónicos que han desaparecido para permitir el
cultivo de balsa.
Cuando nos sobre la electricidad, añade el pastor,
sin árboles nos faltará el oxígeno.
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