Investigadores españoles consiguen eliminar microplásticos del agua con nanoflores de óxido de hierro
Varios investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, han logrado desarrollar un proceso para extraer y degradar microplásticos provenientes de cosméticos con nanoflores de óxido de hierro.
El proceso, que ha sido publicado en la revista
Chemical Engineering Journal, supone un avance en las técnicas de
descontaminación de aguas para que estas sean más verdes y energéticamente
eficientes.
Tal y como señala Álvaro Gallo-Córdova, investigador
del ICMM-CSIC y uno de los autores principales del trabajo, en la actualidad,
en las plantas de tratamiento de residuos se usan procesos «a gran escala y muy
costosos». Es ahí donde esta investigación incide, al trabajar en la escala de
los nanómetros (la millonésima parte de un milímetro) con procesos que son
«mucho más eficientes». «Nuestras partículas se producen por métodos verdes y,
además, se pueden reutilizar», apunta el científico.
Este trabajo usa nanopartículas de óxido de hierro
en forma de nanoflores. «La forma es muy importante», explica en una nota del
CSIC Gallo-Córdova. El óxido de hierro es un material magnético y con un área
superficial elevada que permite atrapar muchos contaminantes de una vez y
cuando este está en forma de nanoflores, tiene «un comportamiento magnético
cooperativo». Es decir, se trata de partículas con «varios núcleos que cooperan
para aumentar y mejorar sus propiedades magnéticas», apunta el investigador.
La eliminación de los microplásticos con estas
nanoflores se produce en dos etapas. Primero, estas se colocan sobre los
microplásticos y se adhieren a ellos «en cuestión de cinco minutos». «Con esto
logramos que los microplásticos se vuelvan magnéticos, y con un imán los
retiramos del agua», señala Gallo-Córdova, esto ya es un avance importante. Sin
embargo, en su grupo han querido ir más allá: eliminarlo completamente.
Una vez el microplástico está fuera del agua, lo
hidrolizan (un proceso por el que las partículas del plástico se rompen en
pequeñas moléculas) y, después, con estas mismas nanoflores, producen radicales
libres. Esos radicales son especies «muy reactivas que degradan los
contaminantes orgánicos», explica el investigador. «Lo que obtienes después del
proceso es solo CO₂ y agua», describe Gallo-Córdoba, que indica que, aunque en
la actualidad el CO₂ podría considerarse residuo, «este puede reutilizarse».
Todo este proceso, además, se produce a bajas
temperaturas. «Las nanoflores se calientan en presencia de campos magnéticos
alternos, y su calentamiento es suficiente para llevar a cabo la reacción de
degradación de los contaminantes sin que tengamos que calentar el agua». Esto
tiene un doble ahorro energético, no tienen que calentar esa agua (actualmente
estos procesos se desarrollan a 90 °C.) y tampoco tienen que enfriarla después
para devolverla a la naturaleza.
«Eliminamos un contaminante en un solo proceso, lo
que es más rápido que los procesos actuales. A nivel industrial esto resulta bastante
interesante», celebra el investigador. «Estos hallazgos representan un avance
notable», agrega Puerto Morales, también investigadora del ICMM-CSIC y autora
del estudio. «Hemos escalado la producción de estas nanopartículas a nivel de
gramos y hemos reducido los costes a la mitad, por lo que una mayor
escalabilidad industrial conllevará un mayor ahorro económico», concluye.
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