Los humanos introdujeron peces en lagos a más de 2.000 metros de altura hace 1.300 años
Un estudio con ADN antiguo en el lago Redon (Lérida) detecta restos de parásitos de peces desde el siglo VII, siglos antes de las primeras referencias históricas
Un análisis de ADN
antiguo en los sedimentos del lago Redon, situado a 2.240 metros de altitud
en los Pirineos de Lleida, ha revelado que los peces fueron introducidos por
humanos ya en el siglo VII, durante la Alta Edad Media. Aunque no se
han encontrado restos físicos de los peces, sí se ha identificado ADN de parásitos
específicos que solo habitan en sus branquias y piel, lo que confirma su
presencia en estas aguas hace más de 1.300 años.
El estudio, publicado
en Nature Communications y liderado por la investigadora Elena Fagín,
del CREAF, demuestra que la colonización natural de peces era imposible en este
tipo de lagos de origen glacial, lo que refuerza la hipótesis de que fueron
llevados hasta allí por pastores, probablemente como fuente de alimento
durante la trashumancia estival.
Una ventana
genética al pasado humano y ambiental
El lago Redon
es un auténtico archivo natural: sus sedimentos registran más de 10.000 años
de historia. La extracción de un cilindro de tan solo 30 cm ha permitido reconstruir
3.300 años de cambios biológicos, gracias al análisis del ADN acumulado en
su fondo. En ese pequeño núcleo de barro, los investigadores han encontrado
rastros de crustáceos, algas, microfauna... y desde el siglo VII, parásitos
de truchas.
Este descubrimiento
adelanta en varios siglos las primeras referencias documentadas sobre la
introducción de peces en lagos alpinos europeos, que databan del siglo XIV o
XV, como las iniciativas del emperador Maximiliano I en los Alpes.
Pastores
pioneros y derechos de pesca ancestrales
Aunque no existen
registros escritos sobre la introducción de peces en el Redon en época
medieval, los investigadores creen que fueron los propios pastores
quienes los transportaron, consolidando poco a poco el derecho exclusivo de
pesca en algunas familias locales. Esta tradición, según Fagín, pervivió
hasta hace pocas décadas en otros lagos cercanos del Parque Nacional de
Aigüestortes.
El estudio no solo
amplía el conocimiento sobre la historia ecológica de los Pirineos, sino
que también demuestra el impacto humano temprano en los ecosistemas de alta
montaña, mucho antes de lo que se pensaba.
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