¿Cómo se descompondría un cadáver en Marte?

La “fauna” robótica de Marte es cada vez más densa. Cada dos años, cuando la ventana de lanzamiento es óptima debido a la cercanía de ambos mundos, las potencias del mundo se afanan en enviar más y más aparatos de todo tipo, orbitadores, sondas fijas, robots exploradores sobre ruedas, etc. Pero todos convendremos que la verdadera épica de la exploración marciana llegará con la primera expedición tripulada.

¿Cuándo sucederá eso? Tal como explica Miguel Artime, para Yahoo Noticias, nadie lo sabe con certeza, pero está claro que bien sea con billete de ida y vuelta (científicos, astronautas) o con solo billete de ida (colonos), llegará el día en que ocurra una desgracia y un humano fallezca en el lejano planeta rojo. ¿Qué hacer entonces? Bien, me temo que los costos y el desafío técnico que supondría “repatriar” un cadáver, harían poco recomendable esta opción. La solución más obvia sería que los restos reposaran para siempre en Marte.

En la Tierra, nuestro hogar, todo funciona a la perfección tanto si estás vivo como si estás muerto. No les damos mucha importancia, pero existe todo un ejército de criaturas especializadas en la descomposición de la materia orgánica que han evolucionado para
vivir de la biomasa. Puede que el nicho biológico que ocupan estos “obreros funerarios” te de repelús, pero lo cierto es que juegan un papel fundamental para que la cadena de reciclaje planetaria no se detenga jamás.

Cuando alguien muere y se descompone en nuestro planeta, comienza experimentando un descenso en la temperatura (algor mortis) y la sangre, liberada de las directrices del corazón, comienza a acumularse debido a la gravedad (livor mortis). Luego, el cuerpo experimenta un endurecimiento temporal de los músculos (rigor mortis) y tras eso las células comienzan a descomponerse a medida que las propias enzimas del cuerpo las destruyen en un proceso que se llama autolisis.

A continuación entran en juego las bacterias, las mismas que alojadas en nuestro intestino nos ayudaban a digerir los alimentos, comienzan a alimentarse de nosotros, iniciando la putrefacción y sus procesos asociados: decoloración e hinchazón por citar los más obvios. Si además el cadáver quedase expuesto al aire libre, se vería también afectado por la labor de los carroñeros y de los hongos, cuya “dedicación” harían que al final del proceso apenas quedaran unos huesos limpios (y pasado el suficiente tiempo ni siquiera eso).

Al contrario que en la Tierra, donde todos los procesos anteriormente relatados se dan en una temperatura agradable, en Marte los termómetros se encuentran muy por debajo de los cero grados Celsius. Obviamente, aunque obviáramos el asunto de la temperatura, en el planeta rojo no contamos con un ejército de insectos especializados en atacar al cadáver por turnos cronológicos bien definidos, como bien sabemos los seguidores de series como CSI.

Además, las bajas temperaturas también resultan un factor fundamental por otra razón, el agua de nuestro hipotético humano fallecido en Marte no se evaporaría, sino que pasaría directamente al estado gaseoso por sublimación. Esto detendría el proceso de la autolisis convirtiendo a nuestro astronauta muerto en una “momia”. Así pues, si enteramos (o “enmartamos” no sé cómo decirlo) a un humano en Marte, apenas les veríamos pasar por los tres primeros estados relatados: algor mortis, livor mortis y rigor mortis, pero el resto de los procesos, la autolisis y la putrefacción solo se darían mientras el cuerpo conservase algo de calor. En el momento en que el cadáver se congelase, lo cual haría muy limitados sus efectos.

Una vez congelado, el cuerpo se desecaría por sublimación dejando tras de sí una momia que podría recordar a una uva pasa y que mantendría su estado sine día.

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