¿Es posible alimentar a 10.000 millones de personas sin devastar el planeta?
En apenas un par de siglos desde la Revolución Industrial, la población humana se ha multiplicado por ocho. Desde 1800, ha crecido de unos 900 millones de seres humanos a 7 600, camino de los ocho mil millones y más allá.
La mayor parte de esa enorme expansión demográfica
ha tenido lugar durante el período que sin duda hemos de llamar la Gran
Aceleración, la posguerra de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945): todavía en
tiempos de mis abuelos, hacia 1930, poblaban el planeta Tierra solo 2 000
millones de seres humanos.
Esta humanidad enorme ha sido posible solo gracias a
la agricultura industrializada que, con raíces en el siglo XIX, se desarrolló
sobre todo a partir de 1920-1930. Supuso la eliminación progresiva del
campesinado, la salarización de las y los agricultores, el uso de fertilizantes
de síntesis y semillas híbridas (y luego transgénicas), la mecanización de las
labores del campo, los grandes monocultivos, la irrigación de enormes
superficies, los sistemas de distribución a larga distancia y los oligopolios
agroalimentarios.
Un modelo que, si solo hubiéramos de juzgarlo en
términos de producción actual, habría de considerarse exitoso. Solo tiene un
pequeño problema: es radicalmente insostenible. Estamos cultivando y criando
ganado como si no hubiese un mañana.
Hay que interpretar la Revolución Industrial
capitalista a través de dos dinámicas clave: la fractura metabólica (en el
intercambio de estas sociedades con la naturaleza) y la puesta en marcha de un
dispositivo fosilista de crecimiento (acumulación capitalista basada en
combustibles fósiles) que conduce inexorablemente a la extralimitación con
respecto a los límites biofísicos planetarios. Estas son las dos cuestiones
clave para la “trampa del progreso” (por emplear la expresión del escritor
Ronald Wright) en que nos hemos metido: fractura metabólica y extralimitación.
El profesor Joaquim Sempere, en su libro Las cenizas
de Prometeo (2018), propone distinguir entre tres componentes de la fractura
metabólica: energía (combustibles fósiles), materiales (uso intensivo de la
riqueza mineral de la corteza terrestre que desemboca en extractivismo) y
agricultura. Esta última es la que más nos interesa ahora.
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Referencia: https://www.superdeporte.es/verde-azul/2022/01/16/posible-alimentar-10-000-millones-61618065.html
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