Encuentran el eslabón perdido de la astrofísica
El espacio es tan misterioso como complejo. Hubo un
tiempo donde podían seguirse sus descubrimientos con más facilidad. Los
expertos hablaban, como mucho, de planetas, estrellas, lunas, asteroides… Todos
nos hacemos una idea de lo que son, no son conceptos que puedan pillarnos
inadvertidos. Sin embargo, ahora, enfrentarse a la frontera del conocimiento
astronómico implica manejar términos algo más confusos, como cuásar, magnetar,
o agujero negro de Kerr. Por suerte, más allá de sus amenazantes nombres, hay
conceptos relativamente sencillos de intuir. Puede que no de comprender a
fondo, pero sí de captar superficialmente. Por ejemplo: podríamos decir que un
nuevo estudio ha encontrado un agujero negro de rápido crecimiento que parece
ser la fase intermedia entre las galaxias de rápido crecimiento y los quásares.
Solo con eso ya podemos ir intuyendo en qué consiste
todo, pero hace falta profundizar un poco más. Una galaxia, como nuestra vía
láctea, es un enorme conjunto de materia muy variada “unida” gravitatoriamente
entre sí y, por lo tanto, con una forma más o menos definida (de disco,
espiral, lenteja, etc.) Algunas de estas galaxias forman nuevas estrellas a
gran velocidad, condensándolas a partir del polvo que hay en ellas. En este
caso, las galaxias de crecimiento rápido pueden formar una cantidad de
estrellas equivalente a unas 1.600 masas solares. Un agujero negro es una
región del espacio tiempo cuya densidad (y gravedad) es tan alta, que ni
siquiera la luz puede escapar de su periferia. No obstante, agujeros negros los
hay de muchos tipos y, cuando hablamos de los más grandes (los supermasivos)
surgen dudas acerca de cómo pudieron aparecer. Una hipótesis es que pueden
formarse en el interior de las galaxias de crecimiento rápido, antes de
convertirse en quásares. Finalmente, un quásar es, en este caso, un agujero
negro que, desde el centro de una galaxia, emite una gigantesca cantidad de
energía como dos chorros perpendiculares al disco. Pues bien, ahora vayamos al
meollo.
Este objeto ha sido identificado gracias al
telescopio espacial Hubble, que a pesar de lo que digan los titulares, no será
exactamente sustituido por el James Webb, sino que sobrevivirá como otra
herramienta perfectamente válida para analizar el espacio profundo. Hasta ahora
se habían detectado galaxias de crecimiento rápido y quásares como el que hemos
descrito, todos ellos hundidos en la negrura del espacio. En cualquier caso,
por mucho que tuviéramos a ambos, faltaba el paso intermedio, ese agujero negro
de crecimiento rápido que pudiera explicar los agujeros negros supermasivos. La
clave ha estado en que, el objeto encontrado por la Cámara Avanzada para
Sondeos, parece coincidir con las características predichas por los modelos
matemáticos. O, dicho de otro modo, cuando los expertos intentaban usar sus
ecuaciones para calcular cómo debía de ser ese agujero negro de crecimiento
rápido, los números dibujaban un objeto sorprendentemente parecido a lo que
acaban de encontrar, y eso es un buen marcador de éxito.
Si queremos concretar algunas de esas
características, podemos fijarnos en la radiación que emite la galaxia y su
centro. Al parecer, hay poca radiación de rayos X y una cantidad mayor de
ultravioleta. Otra pista consiste en que, al parecer, la galaxia en cuyo centro
podemos encontrar el agujero negro, emite una gran alta cantidad de radiación
infrarroja, todo ello pistas de que nos encontramos ante un agujero negro de
crecimiento rápido. El agujero negro en cuestión ha sido bautizado: GNz7q y
parece haber ocurrido tan solo 750 millones de años tras la expansión inicial
del universo. Y, aunque todavía es pronto para aceptar estos resultados más
allá de toda duda, lo cierto es que parecen prometedores. Con ellos ampliamos
nuestra forma de comprender el cosmos y alargamos la lista de bestias que lo
pueblan. Con un poco de suerte, se espera que las características del
telescopio espacial James Webb nos ayuden a detectar nuevos objetos como este y
que, gracias a ellos, confirmemos o rechacemos esta hipótesis sobre el origen
de los agujeros negros supermasivos.
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