¿Cuánto hace que no ves un gorrión?
Han estado ahí siempre, subiendo y bajando de árboles
y tejados, picoteando las migas en las aceras y jardines y llenando el ruido de
la ciudad con su característico piar. Desde hace unos años empiezan a no estar
o a aparecer raras veces entre unas palomas cada vez más grandes. Su ausencia,
dicen los expertos, es señal de un problema mucho más profundo: la
extraordinaria merma en el censo de aves que sufre el planeta.
Los censos que maneja la Sociedad Española de
Ornitología (Seo Birdlife) hablan por sí mismos. En los últimos 15 años, se ha
pasado de una población peninsular estimada en 163 millones de gorriones a los
31 millones del último Atlas de Aves Nidificantes. Son los números solo del
gorrión común, el más abundante en ciudades y pueblos, la mitad de cuyos
ejemplares en España se reparte entre las comunidades de Andalucía, Castilla-La
Mancha y Castilla y León.
Pero no hay una sola especie de gorrión, en Burgos
también crían los gorriones molineros y chillones, ambas con una población en
decadencia, y ya hay detectadas bandadas del gorrión moruno que, como su nombre
indica, proceden del norte de África y están prosperando en la Meseta alentadas
por el cambio climático y la subida de las temperaturas.
Mientras el moruno llega, la quinta especie de
gorrión, el alpino, se va retirando poco a poco de las cumbres más elevadas de
nuestro entorno (en la Cordillera Cantábrica y Pirineos) por la misma razón: el
clima cambia. En este caso, sí hay peligro de extinción.
Además del clima, este comensalista del ser humano
ha visto como las granjas van desapareciendo en los pueblos o las que hay se
han ido blindando en puertas y ventanas para evitar cualquier intrusión ajena a
la producción.
Las ciudades, explica Miguel Ángel Pinto, responsable
del Aula de Medio Ambiente de la Fundación Caja de Burgos, también son hostiles
al gorrión, sobre todo su nueva arquitectura. Ya no hay tejados en los que
criar bajo teja, incluso proliferan las tejas con rejillas y pinchos para
evitar la instalación de nidos. "El gorrión común raramente hace sus nidos
en árbol, solo el molinero busca huecos entre la madera", advierte.
Hay otro problema más: la agricultura intensiva, el
tratamiento artificial de los campos, tan invisible al ojo humano como determinante
para la fauna que deja de habitarlos. Hay que sumar también la limpieza
mecánica de jardines y aceras, los lugares tradicionales de alimento del
gorrión.
No hay riesgo de extinción, aunque habrá que estar
alerta. El gorrión es un ave muy adaptable, que llega a realizar hasta tres
puestas al año si el tiempo acompaña.
Pinto tiene localizadas desde hace muchos años
poblaciones de gorriones abundantes en el Espolón y en la Flora, incluso de la
plaza del Sobrado (que en breve será remodelada). "Se han concentrado en
aquellos lugares donde hay comida en la calle, en las zonas de terrazas, y
también donde encuentran refugio, en los viejos tejados y casas en ruina".
Es un oportunista que sabe competir con otras aves
como palomas o urracas. Su principal peligro, además del hombre, son los gatos
y su sobreabundancia en la ciudad.
Pinto plantea como alternativa a tantas amenazas, la
instalación de cajas-nido en jardines y parques, el último refugio para este
pequeño ave en la selva urbana.
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