“Vamos camino de resucitar a un neandertal”
La bióloga celular y divulgadora Helen Pilcher
analiza los últimos avances en las técnicas genéticas para revivir especies
desaparecidas.
¿Podemos «desextinguir» especies? Y lo más
importante: ¿debemos? Helen Pilcher, doctora en Biología Celular por el
Instituto de Psiquiatría de Londres, especialista en células madre y
divulgadora, se hace, y contesta, ambas preguntas en «Que vuelva el rey» (Ed.
Biblioteca Nueva), en el que documenta, con toques de humor, los últimos
avances en la «resurrección» de animales... y personas. A la primera cuestión,
responde «sí». A la segunda... depende.
Antes que términos como «desextinción» o
«resurrección», Pilcher prefiere hablar de «rescate genético». «Hablamos de una
tecnología capaz de tomar material genético de animales ya extinguidos y
adecuarlos al ecosistema actual. El objetivo no es abandonarlos en un zoo;
debemos crear seres que se desarrollen en el ecosistema y que incrementen la
biodiversidad. O para salvar a una especie en peligro», explica la autora a LA
RAZÓN.
Lo cierto es que se ha hecho. Y aquí mismo. En
Aragón, un proyecto liderado por el investigador José Folch consiguió que
naciera un clon de Celia, último superviviente de los bucardos. Esta cabra
había muerto en el año 2000; sin embargo, tras extraer su ADN, lograron que en
2003 naciera de nuevo. Nunca se había logrado resucitar a una especie
desaparecida. Sin embargo, la cría murió al poco de nacer. Mientras, en
Australia lograron clonar una especie de rana, Rheobatrachus Silus,
desaparecida en 1983. Sin embargo, el embrión no logró desarrollarse como
renacuajo. «Hasta ahora son los dos proyectos más exitosos», dice Pilcher.
En el imaginario popular cabe la posibilidad de un
«parque jurásico». Pilcher «siente decepcionarnos», pero no es posible. El
imprescindible material genético para revivir a los dinosaurios no está
disponible. «Sólo se ha conseguido recuperar ADN de un millón de años de
antigüedad; los dinosaurios desaparecieron hace 65 millones», explica. Pero hay
científicos que no tiran la toalla. Es el caso del paleontólogo Jack Horner. Su
razonamiento es el siguiente: si las aves, como las gallinas, descienden de los
dinosaurios, más concretamente del Tyrannosaurus Rex ¿qué nos impide hacer
«retroceder» sus genes al estado de sus parientes? «El resultado no sería lo
que la gente imagina. Lo que dice Horner es que, como el ADN de las gallinas
proviene de los dinosaurios, podría manipular la forma en que se expresa
anatómicamente. Por ejemplo, identificar los genes que forman el pico de un ave
y convertirlo en un hocico con dientes. O identificar los que forman las alas y
manipularlos para que se expresen en garras. Pero a su vez, se cree que los
Tyrannosaurus tenían plumas, así que debería conservarlas...».
¿El resultado? «Un pollo muy raro de ver. Seguirá
siendo un pollo, y si quieres servirlo en la cena, podrás hacerlo. Pero no
saldrá en la próxima entrega de “Jurassic Park”». Los mamuts también copan el
interés de los «resucitadores» .«Hay tres grupos trabajando en ello», dice la
autora. Uno de ellos corre a cargo de George Church, investigador de Harvard y
del MIT, que lo lograría manipulando el genoma. «Afirma que en dos años va a
conseguir tener un embrión mitad mamut y mitad elefante. Sin embargo, la
distancia que hay entre una placa y un embrión y recrear al animal es enorme , con
infinidad de problemas que solucionar», afirma Pilcher. Con todo, el proyecto
de Church es el que tiene más posibilidades.
El mismo Church admitió la posibilidad de engendrar
hoy un bebé neandertal, nuestro pariente más cercano. «Es posible», dice Pilcher.
«Si comparas su ADN con el nuestro, ambos con 3.000 millones de caracteres, las
diferencias son sólo de 10 millones», añade. ¿La «receta»? Contamos con fósiles
a los que podemos extraerles el ADN; con suficiente material, se reconstruiría
informáticamente todo el genoma y se compararía este modelo con el del Sapiens;
se editarían esos diez millones de diferencias utilizando la máquina MAGE,
capaz de editar masivamente material genético; después, obtienes una célula con
ADN neandertal en su núcleo. A partir de esa célula puede extraerse su material
genético y reemplazarlo por el que se encuentra dentro de un óvulo. Después se
le aplicaría electricidad con la esperanza de que se dividiera. « Y luego,
buscar a una mujer que esté dispuesta a ser la gestante subrogada, implantarla
un embrión y decirle que esté muy tranquila los próximos nueve meses». Este
proceso es «peligroso para el embrión y la madre». Además, «la gente estaría
decepcionada: el bebé parecería humano, salvo por el tamaño de la cabeza, un poco
más grande. Sería un adolescente que crecería en el mundo actual, con cuentas
en redes sociales, escuchando pop...». Por ello, «tanto Church como yo pensamos
que no sería buena idea. Si la clonación de seres humanos no es ética ni legal,
lo mismo ocurre con los neandertales». O con Elvis Presley, a la que la autora,
fan confesa, le dedica un capítulo. «No debemos traerle de vuelta: no sería
él».
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