Las ranas negras de Chernóbil abren el camino a colonizar Marte
En 2016, Germán Orizaola y Pablo Burraco encontraron
una rana de San Antonio negra como el tizón. Hacía muy poco que habían empezado
a trabajar en las inmediaciones de Chernóbil y buscaban aprovechar los pecios
de la catástrofe para observar a la evolución en vivo y en directo. Y, pese a
todo, las ranas negras los dejaron fuera de juego.
¿Qué tiene de especial una rana negra? La rana de
San Antonio oriental (Hyla orientalis) es verde brillante. Un verde brillante
muy característico, de hecho.
Es cierto que, ocasionalmente, se pueden encontrar
individuos algo más oscuro, pero ¿negros? Tras la sorpresa, los investigadores
se dieron cuenta de que quizás era algo que tenía sentido: al fin y al cabo, la
misma sustancia responsable del color oscuro en la mayoría de los animales (la
melanina) se ha relacionado constantemente con la reducción de los efectos
negativos de la radiación ultravioleta.
Es decir, «la melanina absorbe y disipa parte de la
energía de las ondas radiactivas. Además, puede captar y reducir el número de
radicales libres que generan.
Estas acciones reducen la probabilidad de sufrir
daños celulares que disminuyan la supervivencia de los individuos», explican
Orizaola y Burraco. ¿Era posible que lo que tuvieran entre manos fuera,
precisamente, una adaptación a la radiación ionizante
En busca de la rana perdida. Para averiguarlo, los
investigadores examinaron unas 200 ranas macho entre 2017 y 2019. De hecho,
para averiguar si la ‘correlación’ con Chernóbil era cierta (o se trataba, no
sé, de una variante autóctona que hasta ese momento no había sido
identificada), las ranas macho se recogieron en muchas zonas del norte de
Ucrania: algunas estaban en el corazón de la zona de exclusión, lejos de la
central y tenían zonas normales de radioactividad.
La evolución, en acción. Tras estos años de trabajo,
descubrieron efectivamente que «las ranas de Chernóbil tienen una coloración
mucho más oscura que las ranas capturadas en zonas control fuera de la Zona de
Exclusión».
El diseño observacional del estudio no permite
asegurar nada, pero los datos sugieren fuertemente que «las ranas oscuras
habrían sobrevivido mejor a la radiación y se habrían reproducido con más
éxito».
En apenas diez generaciones las ranas pasaron un proceso
acelerado de selección natural que ha marcado de manera tremendamente llamativa
a las ranas de la Zona de Exclusión.
Sin embargo, esto va mucho más allá de las ranas. Es
más precisamente por tratarse posiblemente de uno de los ejemplos más claros de
adaptación a los efectos de la radiación ionizante hay mucha miga en este
descubrimiento.
Al fin y al cabo, el estudio de las ranas negras de
Chernóbil constituye el primer paso para entender mejor el papel protector de
la melanina en ambientes afectados por contaminación radiactiva. Es decir,
estamos ante un estudio clave para entender que la biología tiene un papel
central en la exploración espacial.
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