Crean superárboles modificados genéticamente para frenar el cambio climático
Mellor intenta diseñar árboles que crezcan más
deprisa y capten más carbono que los que existen en la naturaleza, así como
hacerlos resistentes a la putrefacción. Este mes de febrero, menos de cuatro
años después de su cofundación, la empresa saltó a los titulares al plantar sus
primeros álamos "fotosintéticos" en una franja de bosques de
Georgia.
Se trata de un gran avance: es el primer bosque de
Estados Unidos que contiene árboles modificados genéticamente. Pero el proyecto
aún genera dudas en la comunidad científica. ¿Cómo afectarán estos árboles al
resto del bosque? ¿Hasta dónde se propagarán sus genes? ¿Y hasta qué punto son
capaces de extraer más carbono de la atmósfera?
Algunos académicos que estudian la salud de los
bosques y la fotosíntesis de los árboles ponen en duda que éstos puedan
absorber tanto carbono como se anuncia. Steve Strauss, un destacado genetista
de árboles de la Universidad Estatal de Oregón que formó parte brevemente del
consejo asesor científico de Living Carbon y está realizando pruebas de campo
para la empresa, apunta que los árboles podrían no crecer tan bien como los
álamos naturales. "Estoy un poco en desacuerdo con que sigan adelante con
todo esto cuando todavía no sabemos si funciona”, dice en una publicación del
Massachusetts Technology Institute (MIT
Pero Living Carbon ya ha vendido créditos de carbono
de su nuevo bosque a consumidores particulares interesados en pagar para
compensar parte de sus propias emisiones de gases de efecto invernadero. Y
están trabajando con empresas más grandes, a las que piensan entregar créditos
en los próximos años.
El planteamiento es sencillo. Plantar árboles
siempre ha sido una solución aceptada para luchar contra el cambio climático,
así que ¿por qué no plantar árboles que sean más eficientes? Living Carbon ha modificado la genética de
los álamos para que crezcan un 50% más rápido y capturen un 27% más de carbono
que antes, y ahora está desarrollando también su propia versión del pino
carrasco.
En cierto modo, el objetivo de Living Carbon es
sencillo, al menos en lo que se refiere a la fotosíntesis: coger vías genéticas
conocidas y colocarlas en nuevas especies, un proceso que se lleva realizando
con plantas desde hace casi 40 años. "Se mistifica mucho este asunto, pero
en realidad no es más que un conjunto de técnicas de laboratorio", afirma
Mellor.
La empresa se ha enfocado en dos especies: los
álamos, muy populares entre los investigadores por su genoma bien estudiado, y
los pinos carrascos, una especie maderera común. En 2020, los árboles
modificados se habían plantado en una sala de cultivo, un estudio de grabación
reconvertido en San Francisco. Los álamos mejorados no tardaron en mostrar
resultados prometedores.
A principios de 2022, el equipo de Living Carbon
publicó un artículo en el servidor de preimpresión bioRxiv en el que afirmaba
que el árbol con mejores resultados mostraba un 53% más de biomasa sobre el
suelo que los controles al cabo de cinco meses. Una versión revisada del
artículo apareció en la revista Forests en abril.
Sin embargo, lo que funciona en un invernadero,
donde las condiciones pueden controlarse cuidadosamente, puede no funcionar
igual de bien al aire libre, donde las cantidades de luz y nutrientes que
recibe una planta varían. El siguiente paso habitual tras un resultado
satisfactorio en invernadero es un ensayo de campo, que permite a los
científicos observar cómo les iría a las plantas modificadas genéticamente en
el exterior.
La normativa del Departamento de Agricultura de
EE.UU. (USDA) sobre ensayos de campo con plantas modificadas genéticamente
pretende minimizar la "deriva génica", en la que los nuevos genes
podrían propagarse a la naturaleza. Los permisos exigen que los árboles
biotecnológicos se planten lejos de las especies con las que podrían reproducirse
y, en algunos casos, las normas obligan a retirar las flores. Los
investigadores deben revisar el terreno después del estudio para asegurarse de
que no queda rastro de las plantas transgénicas.
Living Carbon parece consciente de la desconfianza general
del público hacia las tecnologías genéticas. Hall, su director general, ha
declarado que la empresa no quiere ser "la Monsanto de los árboles",
y está registrada como sociedad anónima de utilidad pública. Eso le permite
rechazar proyectos éticamente dudosos sin preocuparse de que los accionistas la
demanden por dejar de obtener beneficios.
La empresa anuncia que se centra en "restaurar
tierras degradadas o de bajo rendimiento". En su sitio web, el discurso
dirigido a los posibles compradores de créditos de carbono hace hincapié en que
los proyectos de plantación de árboles sirven para restaurar los ecosistemas.
¿Problema o solución? Aún es pronto para saberlo y
la comunidad científica no parece llegar a un acuerdo, pero la crisis climática
se agrava y algunos celebran que se den pasos en la investigación de soluciones
biotecnológicas. "Quizá no sea lo ideal. Y quizá estén impulsando este
producto demasiado fuerte, demasiado rápido. Pero me alegro de que así
sea", defiende el genetista Steve Strauss.
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