Un estudio prueba que llueven toneladas de microplásticos sobre las ciudades españolas
Durante los últimos años hemos visto cómo la palabra microplástico entraba a formar parte de nuestro vocabulario y se volvía común tanto en conversaciones cotidianas como en los medios de comunicación. Su popularidad es consecuencia de la preocupación creciente acerca de la contaminación que genera el plástico que nos rodea y que, por otro lado, nos hace la vida más fácil en sus innumerables aplicaciones.
Existen evidencias de la presencia de estos pequeños
materiales como contaminantes en todos los ecosistemas, incluso en lugares tan
remotos como la Antártida. También es un hecho bien documentado que se
encuentran en nuestros alimentos y en el agua que bebemos. Nada ni nadie se libra
de estar expuesto al plástico y de sus efectos potenciales.
A pesar de ello, los datos sobre su distribución
ambiental son fragmentarios y particularmente escasos en algunos entornos, lo
que limita la capacidad de toma de decisiones y la implantación de medidas
normativas para su control.
Hasta ahora, el medio atmosférico es el menos
estudiado con diferencia, sobre todo en comparación con el medio marino, al que
se ha dedicado un gran esfuerzo investigador. Sin embargo, tiene gran
importancia dado que contiene el aire que respiramos.
El medio atmosférico es el menos estudiado con
diferencia, sobre todo en comparación con el medio marino
La inhalación constante de microplásticos puede
convertirlos en un riesgo para la salud humana. Además, una vez en el aire, los
plásticos se pueden mover a lo largo de todo el globo con lo que no solo
transportan sus propios contaminantes, sino que favorecen la dispersión de los
microorganismos que los colonizan.
En un trabajo publicado recientemente en la revista
científica Science of the Total Environment, hemos cuantificado por primera vez
la cantidad de plástico que se deposita en distintas localizaciones del
territorio español –Madrid Moncloa y central, Vigo, Pamplona, Barcelona, Alcalá
de Henares, Molina de Segura, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran
Canaria– con el propósito de establecer con precisión el alcance de esta
contaminación, cuyas cifras concretas son esencialmente desconocidas.
Este estudio ha sido fruto de la colaboración de un
total de doce entidades de investigación españolas que forman parte de la Red
de Investigación de Residuos Plásticos en el Medio Ambiente (EnviroPlaNet).
Para llevar a cabo el análisis, se desplegaron
colectores de metal que se mantuvieron expuestos durante cuatro meses,
distribuidos a lo largo de las cuatro estaciones del año. Tras su recogida, las
muestras se procesaron en el laboratorio para caracterizar las partículas
obtenidas. Con ello, logramos calcular con precisión la cantidad plástico
depositado en cada momento y localización.
Después de evaluar los materiales encontrados en las
distintas localizaciones, hemos podido calcular con precisión las tasas a las
que se depositan los plásticos que emitimos a la atmósfera. El número de
microplásticos encontrado varía aproximadamente entre 5 y 100 microplásticos
depositados por metro cuadrado y día.
El número de microplásticos encontrado varía
aproximadamente entre 5 y 100 microplásticos depositados por metro cuadrado y
día
Nuestro estudio demuestra que las zonas más
densamente pobladas o con actividad industrial reciben más cantidad de
materiales plásticos, siendo Madrid, Barcelona y Vigo las ciudades con mayores
tasas de depósito. Poblaciones de zonas costeras, de menor tamaño o más
alejadas de los grandes centros urbanos presentan tasas menores.
La mayoría de estos microplásticos (tres cuartas
partes) fueron fibras, generalmente muy finas, con un diámetro de menos de 20
micras (la cuarta parte del grosor de un cabello humano) y compuestas en más de
un 90% por poliéster, un material ampliamente usado en la producción de fibras
textiles. Además, se encontraron cantidades menores de fibras acrílicas y
fragmentos de polipropileno o de poliuretano, entre otros.
Es difícil hacerse una idea de lo que representan
estas cifras. Sería el equivalente a que cayesen un millón de pequeñas
partículas plásticas cada día, todos los días, sobre la Puerta del Sol de
Madrid. En nuestro trabajo caracterizamos la forma de todas las partículas, lo
que nos ha permitido determinar su masa. Los resultados indican que sobre el
área metropolitana de Madrid se depositarían hasta tres toneladas de plástico
cada año o cifras cercanas a la media tonelada en ciudades como Barcelona o
Vigo.
Lo que llamamos plástico es en realidad una familia
compuesta por materiales muy variados. Muchos nos resultan extremadamente
útiles y sin ellos las sociedades actuales serían difícilmente viables. Son
esenciales en medicina o para la conservación de alimentos, por ejemplo. Sin
embargo, los residuos que generan son muy poco degradables en el medio
ambiente, difíciles de gestionar por las administraciones y su impacto a largo
plazo, incluyendo el efecto sobre nuestra salud, es desconocido.
Estudios como este, en el que ha quedado demostrada
empíricamente la presencia de microplásticos en la atmósfera, ayudan a señalar
cuáles son los materiales más contaminantes que nos rodean y de dónde proceden.
Los microplásticos pueden ser transportados por el
viento desde diversas fuentes. Estas incluyen carreteras, donde la abrasión de
los neumáticos produce partículas de plástico, y también ropa, especialmente
cuando se lavan prendas hechas de fibras sintéticas. El agua de los océanos y
otros cuerpos de agua puede evaporarse, llevando consigo microplásticos que
luego caen con la lluvia.
El hecho de que la mayoría del plástico lo hayamos
detectado en forma de fibras indica una procedencia textil a partir de la ropa
y otros materiales de uso común. Además se han encontrado cantidades
importantes de fibras de algodón con colores no naturales, lo que es una
evidencia de que han sido modificadas artificialmente, muy probablemente
también en la industria textil. Se trata de materiales que sin ser contaminantes
plásticos, son también artificiales y comparten algunos de sus riesgos.
Fenómenos sociológicos como la expansión de la moda
rápida (fast fashion, en inglés), o el hecho de que los materiales textiles no
se hayan diseñado teniendo en cuenta la posibilidad de que liberen
microplásticos, están en la raíz del problema y deben ser afrontados con la
mayor brevedad por parte de las administraciones.
Carlos Edo es investigador Postdoctoral, Universidad
de Alcalá; Francisca Fernández Piñas es catedrática de Biología, Universidad
Autónoma de Madrid; Miguel González-Pleiter es investigador en Ecotoxicología,
Universidad Autónoma de Madrid y Roberto Rosal es catedrático de Ingeniería
Química, Universidad de Alcalá. Este artículo fue publicado originalmente en
The Conversation.
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