Confirman la existencia de un mamífero de la “época de los dinosaurios” que se creía extinto
El equidna de pico largo de Attenborough es un mamífero que pone huevos que se temía se había extinguido y que fue bautizado en honor al naturalista británico David Attenborough.
Las imágenes del animal fueron captadas por una
expedición dirigida por investigadores de la Universidad de Oxford que logró
grabar con cámaras ocultas clips de tres segundos de un equidna de pico largo.
Estos animales con púas, pelaje y pico han sido
calificados de “fósiles vivientes”. Hasta ahora, la única prueba de la
existencia de esta especie era un ejemplar de un animal muerto que lleva
décadas en un museo.
“Yo estaba eufórico, todo el equipo estaba
eufórico“, dijo el doctor James Kempton a BBC News sobre el momento en que vio
al equidna de Attenborough en las imágenes de una de las cámara de la
expedición.”, explicó todavía con incredulidad.
De las cuatro especies de equidna, tres tienen el
pico largo, y dos de ellas, el equidna de Attenborough y el equidna occidental,
se considera que están en peligro crítico de extinción.
Kempton, biólogo de la Universidad de Oxford,
recorrió durante un mes junto a un equipo compuesto por científicos de
diferentes países zonas inexploradas de los montes Cíclopes, un escarpado
hábitat selvático situado a 2.000 metros sobre el nivel del mar en Indonesia.
Además de encontrar el “equidna perdido” de
Attenborough, la expedición descubrió nuevas especies de insectos y ranas, y
observó poblaciones sanas de canguros arborícolas y aves del paraíso. No cabe
duda que el momento álgido de la expedición fue observar al equidna en su
hábitat.
Las expediciones anteriores a los montes Cíclopes
habían descubierto indicios de su existencia, como marcas de narices en el
suelo.
Pero fueron incapaces de acceder a las zonas más
remotas de las montañas y aportar pruebas definitivas de su existencia.
Eso ha hecho que durante los últimos 62 años la
única prueba de que el equidna de Attenborough existió fue un espécimen
conservado en la Sala del Tesoro de Naturalis, el museo de historia natural de
Países Bajos.
“Es bastante plano“, dice Pepijn Kamminga, director
de la colección de Naturalis, mientras lo muestra.
Para un ojo inexperto, se parece a un erizo aplastado,
porque cuando lo recogió por primera vez el botánico holandés Pieter van Royen
no estaba disecado.
La importancia del espécimen no quedó clara hasta
1998, cuando las radiografías revelaron que no se trataba de otra especie de
equidna, sino de un ejemplar adulto y distinto del de Attenborough.
Fue entonces cuando la especie recibió el nombre en
honor a David Attenborough.
“Cuando se descubrió, la gente pensó que quizá ya se
había extinguido porque era el único“, explica Kamminga.
Para llegar a las cotas más altas, donde se
encuentran los equidnas, los científicos tuvieron que escalar estrechas crestas
de musgo y raíces de árboles a menudo en condiciones de lluvia con acantilados
escarpados a ambos lados.
Durante su ascenso por las montañas, sintieron
terremotos en dos ocasiones.
Una vez que los científicos alcanzaron las partes
más altas, quedó claro que las montañas estaban llenas de especies nuevas para
la ciencia.
“Mis colegas y yo no parábamos de reírnos“, explicó
Leonidas-Romanos Davranoglou, especialista griego en insectos.
“Estábamos muy emocionados porque siempre decíamos
‘esto es nuevo, nadie lo ha visto’ o ‘Dios mío, no me puedo creer que esté
viendo esto’. Fue una expedición realmente monumental”, aseguró Davranoglou.
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“Tenemos que proteger estas montañas sagradas”,
agregó Gison Morib, conservacionista de YAPPENDA, una organización indonesia sin
fines de lucro que colaboró con la Universidad de Oxford en la expedición.
“Hay tantas especies endémicas que no conocemos“,
resaltó.
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