Las luces de Navidad dañan a las plantas
Con la llegada de la Navidad, las ciudades de casi
todo el mundo se engalanan con luces brillantes, creando un espectáculo visual
que atrae a residentes y turistas por igual. Grandes urbes como Madrid o Vigo
compiten por cuál es la ciudad más iluminada —que no mejor— y, durante las
fiestas, se transforman en parajes luminosos, con calles, plazas, parques y
jardines cubiertos de luces de colores. Pero esta tradición, estéticamente
atractiva para muchos, plantea preguntas sobre su impacto ambiental, especialmente
en la flora urbana.
El metabolismo de la mayoría de plantas y animales
está íntimamente ligado con los ciclos de la luz. Por eso los efectos de las
luces navideñas no son tan festivos en la flora urbana.
Gran parte del comportamiento de las plantas, como
cuándo brotar y cuando perder la hoja, se basa en el fotoperíodo, es decir, en
las horas de luz durante un ciclo de día o, mejor dicho, en las diferencias de
las horas de luz de un día respecto a los días previos. Si el fotoperíodo
aumenta, los días se hacen más largos y ha llegado la primavera, momento óptimo
para brotar; mientras que en otoño, los días se hacen cada vez más cortos, el
fotoperíodo se reduce y los árboles entran en período de dormición invernal.
De ahí que la luz artificial nocturna sea la causa
de cambios en el ciclo de vida de las plantas, en la señalización de sus
fotorreceptores, el brote y senescencia de las hojas y en la floración. Al
iluminar artificialmente los árboles, con puntos de luz muy próximos a sus
hojas, se altera el fotoperíodo percibido por la planta y se altera su
fenología. Estos cambios, a su vez, pueden alterar el brote de hojas y retrasar
el cambio de coloración de las mismas.
Un estudio realizado por Lin Meng, de la Universidad
Estatal de Iowa, y publicado en la revista científica Proceedings of the
Natural Academy of Science en 2022, encontró que la luz artificial nocturna
adelanta la fecha de brote de los capullos de hojas en un promedio de casi 9
días, y retrasa la coloración de las hojas en torno a 6 días. Pueden parecer
cambios menores, pero estas alteraciones perturbarán funciones y servicios
ecosistémicos clave.
Ciertas especies de plantas son más susceptibles a
los efectos de la luz artificial nocturna. En el año 2021, el profesor Benedikt
Speißer y colaboradores de la Universidad de Constanza (Alemania) descubrieron
que ciertas especies invasoras aumentan su biomasa en respuesta a la
contaminación lumínica, lo que podría llevar a su mayor propagación acelerada
en áreas urbanas.
Si se producen cambios durante el período de brote o
floración, es probable que sucedan desajustes en la coordinación entre insectos
y plantas, por lo que este tipo de iluminación nocturna afectaría a las
relaciones que suceden en los ecosistemas urbanos. Por ejemplo, si los
polinizadores pierden la sincronía con la floración, se verá afectada la
reproducción de las plantas. Las especies que dependen de los insectos
nocturnos, podrían perder capacidad de polinización, pues el animal interpreta
la nocturnidad en función de la luz existente; si el árbol está iluminado, no
se acerca.
Conviene recordar que, para mantener ecosistemas
saludables, son imprescindibles las interacciones entre animales y plantas y
dado que la luz artificial nocturna altera significativamente estas dinámicas,
sus efectos desarrollarán cascadas tróficas de mayor alcance del sospechado.
Según un estudio realizado por Dirk Sanders y sus
colaboradores, de la Universidad de Exeter, Reino Unido, y publicado en 2015 en
la revista Scientific Reports, dependiente de Nature, la iluminación afecta
gravemente al comportamiento de ciertas especies de pulgones, reduciendo su
población en un 20 % a lo largo de cinco generaciones. Parte del efecto de
estos animales es perjudicial sobre la planta porque consumen su savia, pero
también actúan como polinizadores, y compiten con otras plagas aún más dañinas.
Al romper el equilibrio de esta relación, se observa una reducción
significativa de la biomasa de las plantas afectadas. Así queda demostrado que
los impactos de la luz artificial nocturna se propagan a través de las redes
tróficas con efectos de largo alcance en el ecosistema más amplio.
No cabe duda de que las luces de Navidad son todo un
espectáculo para niños y adultos, y actúan como reclamo turístico. Sin embargo,
las pruebas científicas disponibles sugieren que aunque son una tradición
arraigada y visualmente impactante, pueden tener efectos negativos no intencionados
en las plantas urbanas.
Si queremos evitar estos daños, es necesario
repensar el tipo, la intensidad y la localización de la iluminación navideña,
considerar alternativas de iluminación menos intrusivas y más sostenibles para
equilibrar la celebración festiva con la protección del medio ambiente urbano.
Priorizar una iluminación más tenue, tal vez, dar prioridad a edificios
emblemáticos y monumentos, y no poner puntos de luz en los árboles u otras
formas de vegetación. La reflexión crítica y el avance tecnológico pueden guiar
hacia una tradición navideña que respete y preserve la salud de nuestros
ecosistemas urbanos.
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