Detectan el sonido de ‘naves espaciales’ en el fondo de la Antártida
Las profundidades de la Antártida suenan como las "naves espaciales" y una variedad de zumbidos "impresionantes" que sirven para estudiar su vida marina, dice la científica colombiana Andrea Bonilla durante una expedición a los confines del continente helado.
La bióloga de la Cornell University de Nueva York
sumerge un hidrófono cubierto de titanio y atado a una boya, en medio del
imponente océano coronado por témpanos de hielo, en el archipiélago de las Islas
Shetland del Sur.
El aparato -que detecta las ondas sonoras bajo el
agua- le permitirá entender los patrones de comportamiento de los mamíferos
marinos y sus desplazamientos en la zona durante el invierno austral, época en
que la Antártida se vuelve casi inhabitable. Es una suerte de cámara trampa,
pero con fines auditivos y para el medio acuático.
"Hay especies acá que suenan impresionantes,
literal como Star Wars (ndlr, la saga de cine), suenan como naves espaciales.
Muy pocos oídos tienen el privilegio de monitorear ese tipo de especies",
declara a la AFP la científica de 32 años, a bordo del buque "ARC Simón Bolívar"
de la Armada colombiana.
La bióloga colombiana Andrea Bonilla recupera un
hidrófono a bordo del buque de investigación científica ARC Simón Bolívar en
Punta Barnart, en la costa sur de la isla Livingston, parte del archipiélago
Shetland del Sur, el 25 de enero de 2024
La bióloga colombiana Andrea Bonilla recupera un
hidrófono a bordo del buque de investigación científica ARC Simón Bolívar en
Punta Barnart, en la costa sur de la isla Livingston, parte del archipiélago
Shetland del Sur, el 25 de enero de 2024 © Juan BARRETO / AFP
Bonilla, quien realiza un doctorado en acústica
marina, tiene junto a otros científicos de la X expedición Antártica de
Colombia una doble tarea: recoger los hidrófonos que dejaron el año pasado
junto a una misión turca para su posterior análisis y además sumergir nuevos
aparatos.
La investigación será también un termómetro sobre la
afectación en los mamíferos por la actividad humana, la contaminación ambiental
y otros riesgos a los que están expuestos pese a habitar uno de los lugares
mejor conservados del planeta.
Una colonia de pingüinos se pasea sobre un bloque de
hielo gigante, en forma de tobogán. Muy cerca, el grupo de investigadores
observa a una ballena jorobada que sale por aire a la superficie, antes de que
el invierno la espante hacia aguas más cálidas del Océano Pacífico.
"Mi primer encuentro con una ballena fue con
una ballena cantando y yo creo que eso cambió mi vida", recuerda Bonilla.
Después de meses de alimentarse en la Península
Antártica y el estrecho de Magallanes, en Chile, miles de esos grandes cetáceos
emprenden un largo viaje hacia las aguas cálidas del trópico. Entre junio y
octubre se reproducen en un corredor marino que va desde el sur de Costa Rica
hasta el norte de Perú.
"Hay especies que sólo están acá", explica
la bióloga colombiana Andrea Bonilla. Es el caso de las focas Weddell y
leopardo (foto), cuyos cantos agudos de diferentes tonalidades y armonías dan
información sobre sus comportamientos
"Hay especies que sólo están acá", explica
la bióloga colombiana Andrea Bonilla. Es el caso de las focas Weddell y
leopardo (foto), cuyos cantos agudos de diferentes tonalidades y armonías dan
información sobre sus comportamientos © JUAN BARRETO / AFP
Pero también "hay especies que sólo están
acá", explica la científica. Por ejemplo, las focas Weddell y leopardo,
que emiten cantos agudos de diferentes tonalidades, unas composiciones
armoniosas que brindan información sobre sus comportamientos.
Para Bonilla "en un ambiente marino el sonido
es fundamental". El ruido o las alteraciones auditivas pueden afectar la
comunicación de las especies o impedir el desarrollo normal de actividades
naturales como la caza, añade la experta.
La bióloga colombiana Andrea Bonilla recupera un
hidrófono a bordo del buque de investigación científica ARC Simón Bolívar en
Punta Barnart, en la costa sur de la isla Livingston, parte del archipiélago
Shetland del Sur, el 25 de enero de 2024
La bióloga colombiana Andrea Bonilla recupera un
hidrófono a bordo del buque de investigación científica ARC Simón Bolívar en
Punta Barnart, en la costa sur de la isla Livingston, parte del archipiélago
Shetland del Sur, el 25 de enero de 2024 © Juan BARRETO / AFP
Durante la expedición, los científicos instalaron
tres micrófonos, dos en el estrecho de Bransfield y uno en el pasaje de Drake.
Guiados por coordenadas establecidas, el equipo
sigue el rastro de la boya dejada por Bonilla en el mar hace un año.
Cuando están en un radio de unos 300 metros del
punto de localización, la científica puede empezar a enviar señales remotas al
hidrófono para ubicarlo por medio de una caja de comandos. Sumergido a unos 500
metros, el aparato responde a las ondas transmitidas por Bonilla y luego a la
orden de liberarse del ancla adosada y volver hasta la superficie.
Sus compañeros, emocionados, le dan pequeñas
palmadas en la espalda por la hazaña que dejará frutos científicos.
"Mi primer encuentro con una ballena fue con
una ballena cantando y yo creo que eso cambió mi vida", cuenta a la AFP la
bióloga Andrea Bonilla, cuando en aguas del estrecho de Gerlache surge una
ballena jorobada el 19 de enero de 2024
"Mi primer encuentro con una ballena fue con
una ballena cantando y yo creo que eso cambió mi vida", cuenta a la AFP la
bióloga Andrea Bonilla, cuando en aguas del estrecho de Gerlache surge una
ballena jorobada el 19 de enero de 2024 © JUAN BARRETO / AFP
"Súper emocionada porque era la primera vez que
hacíamos esta maniobra en estas aguas (...) Todo salió súper bien",
expresa feliz Bonilla tras el procedimiento que le tomó ocho minutos.
Ya en tierra firme, la científica colombiana
analizará un año de grabaciones, las cuales sobrevivieron a innumerables
riesgos como el extravío del aparato o problemas técnicos.
Esta investigación tiene un fin posterior:
"apoyar la propuesta" promovida por Chile y Argentina desde 2012 de
convertir a la Península Antártica en "un área marina protegida".
Bonilla trabaja con espectrogramas que representan
visualmente las frecuencias sonoras. Sus hallazgos no solo servirán para el
monitoreo de mamíferos marinos, sino también para investigaciones geofísicas.
La científica amarra un nuevo hidrófono a una boya
que tiene una bandera roja para poder reconocerla en un futuro. Le realiza los
últimos ajustes y luego... al agua, hasta la vuelta el próximo año.
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