La ciencia ya sabe dónde se producirá el próximo gran terremoto
Aunque en esa zona no ha habido terremotos en más de
300 años, sabemos que el próximo que se produzca tendrá una magnitud de entre
8,7 y 9,2, cubrirá un terreno de más de 360.000 kilómetros cuadrados y afectará
a 7 millones de personas. Sabemos que será en Canadá y Estados Unidos, pero el
problema es que no sabemos cuándo ocurrirá.
Con el foco puesto en países como Afganistán, Japón,
Marruecos, Taiwán, Turquía y Siria, lo
cierto es que la ciencia sabe con relativa facilidad qué países son actualmente
más vulnerables a un terremoto, pero pese a la inmensa afectación que terminan
teniendo estos fenómenos alrededor del mundo, nuestro entendimiento sobre su
naturaleza alcanza respuestas sólo a casi todas las preguntas.
Sabemos qué son, cómo se producen y por qué lo
hacen. Son bloques masivos de corteza de la Tierra que se mueven sobre el manto
terrestre y al chocar entre sí liberan grandes cantidades de energía que hacen
temblar la superficie del planeta.
También el dónde, en aquellas zonas en las que el
movimiento de las placas tectónicas son más activas y están cerca de los bordes
de las mismas. Pero el cuándo sigue siendo un reto, y no parece que eso vaya a
cambiar pronto porque no disponemos ni de los medios ni del tiempo necesario
para predecir con exactitud su actuación.
Para muestra un botón, el caso del terremoto de
Japón de 2011 en el que los avisos de mensajes y tuits que llegaban desde el
epicentro dieron a los habitantes de Tokio, a casi 400 kilómetros de distancia,
un margen de apenas un minuto para prepararse.
Más allá de situaciones como esa, y de cómo la
tecnología pueda ayudarnos a avisar con la mayor brevedad posible al resto de
la población, lo único que podemos predecir es que después de un gran terremoto
vendrán otros más pequeños.
Alcanzar el punto en el que podamos controlar la
llegada de terremotos con exactitud está a día de hoy más cerca de la ciencia
ficción que de una realidad plausible, y es que hablamos de fuerzas que llevan
preparando el golpe cientos de años. Necesitaríamos mediciones a gran
profundidad que llevasen décadas estudiando el movimiento de las placas y
realizando simulaciones.
Pero lo peor de todo es que, incluso si tuviésemos
esa información, si hubiésemos desarrollado la tecnología necesaria para
alcanzar ese hito y llevásemos muchos años estudiando las profundidades
terrestres, lo que nos darían esos datos sería un margen de apenas una hora
para prepararnos. Lamentablemente salvar a 7 millones de personas en una superficie
de 360.000 kilómetros cuadrados en sólo 60 minutos parece, incluso con la mejor
tecnología e intenciones, poco probable.
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