Encuentran los restos de un hombre de hace 10.000 años en el Aeropuerto de Ciudad de México
Descubren esqueleto colectado cuyas características
morfológicas y antropométricas, presumiblemente, corresponden a un individuo de
finales del Pleistoceno e inicios del Holoceno, 10 mil años antes del presente.
El descubrimiento de Yotzin (único, en lengua
náhuatl), al 80 por ciento de su totalidad y con el cráneo semicompleto,
ocurrió durante las exploraciones en el yacimiento de Santa Lucía, durante la
construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).
Desde 1984, cuando se localizó el cráneo del Hombre
de Chimalhuacán en un predio de dicho municipio, en la Cuenca de México, no se
han descubierto restos humanos de precerámicos, es decir, de las poblaciones
más antiguas que habitaron nuestro territorio, antes de la invención de la
cerámica.
El hallazgo de Yotzin podría poner nuevamente a esta
región, la cual fue un hito en la prehistoria mexicana en las décadas de 1940 y
1960, en el mapa de estudios de la evolución humana.
Lo anterior fue dado a conocer por el equipo
multidisciplinario del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH),
órgano de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, que lleva a cabo
esta investigación, encabezada por el arqueólogo Rubén Manzanilla López, y que
suma al biólogo Lauro González Quintero; al geólogo Antonio Flores Díaz; a la
arqueóloga Patricia Dolores Cázares Rodríguez, y al antropólogo físico Jorge
Arturo Talavera González.
El esqueleto se descubrió en el sitio denominado M3,
cercano al cerro y poblado de Xóloc, a 2 mil 241.58 metros sobre el nivel del
mar; corresponde a un hombre adulto de entre 25 a 30 años de edad al momento de
morir, y mide 1.75 metros de estatura.
El equipo arqueológico lo halló flexionado, con el
tórax destruido y el cráneo roto, a la altura de la nariz y ojo izquierdo.
Tiene una coloración negruzca por el sedimento en el que estuvo inmerso.
El antropólogo físico Arturo Talavera González
realizó la primera fase de estudio del espécimen en la Sección de
Bioarqueología de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, cuyo
resultados morfológicos y antropométricos indican que “sus características
están más cercanas a los primeros pobladores de América o
cazadores-recolectores de finales del Pleistoceno, que a las poblaciones
prehispánicas”.
Sin embargo, están pendientes los fechamientos de
radiocarbono para confirmar la antigüedad de Yotzin, nombrado así por ser el
único posible individuo precerámico localizado en Santa Lucía.
Luego de las observaciones preliminares, el
especialista ha analizado medidas, formas y huellas en el esqueleto: la
osteometría revela un cráneo alargado (dolicocráneo), mandíbula ancha, húmeros
y cúbitos redondeados, fémures poco aplanados y aplanamiento transversal de la
tibia (platicnemia); esta última, “la platicnemia es característica de los
pueblos primitivos cazadores-recolectores y tendió a disminuir con la
sedentarización y la agricultura”, explica.
El
antropólogo encontró marcas de actividad por la presión muscular en la línea
media del hueso occipital, en las vértebras altas y axis, en ambos húmeros, a
la altura de donde se inserta el músculo deltoides; así como en el tercio
proximal de cúbitos y radios, propias de quien hace mucho ejercicio, y observó inserciones
musculares en fémures y tibias, relacionadas con la actividad de caminar largas
distancias por caminos abruptos.
"Yotzin es un esqueleto robusto, con mucha masa
ósea", dice Talavera González al destacar la estatura de 1.75 metros,
porque la media de los restos prehispánicos, por lo general, es de 1.60 a 1.65
metros.
Llama la atención que el maxilar y la mandíbula
tienen desgaste severo, el cual casi llega hasta el cuello de la corona dental,
pero sin caries: Yotzin no consumía carbohidratos. Los dientes debieron ser
usados como herramientas para trabajar pieles o fibras, porque el desgaste es
marcado en los primeros molares, derechos e izquierdos, y en los laterales
caninos superior e inferior.
“Si un individuo presenta este desgaste y sin
caries, es diagnóstico de un precerámico, porque puede ser indicador de que la dentadura
le servía como herramienta de corte y triturado; es decir, para ablandar pieles
y cortar fibras vegetales”, anota el antropólogo físico.
Otro dato obtenido en la primera fase del estudio es
la presencia de patologías en el individuo: migraña, un proceso infeccioso en
el oído medio y hueso frontal del cráneo, y periostitis (inflamación del tejido
óseo).
Según los estudios preliminares de paleoambiente y
estratigrafía, es decir, de las capas del suelo donde se halló Yotzin, hechos por
el biólogo González Quintero, así como los investigadores de la Subdirección de
Laboratorios y Apoyo Académico del INAH, Flores Díaz y Cázares Rodríguez, el
entierro podría ubicarse entre los registros de los primeros pobladores de la
Cuenca de México.
En el sitio M3 se registraron cinco capas
estratigráficas (capas de tierra), detectables por su coloración; las más
profundas, denominadas IV y V, corresponden a un pantano, donde arqueólogos han
descubierto restos paleontológicos del Pleistoceno; enseguida, hacia la
superficie, en la capa III, se identificó una capa blanca de Gleysol, es decir,
suelos de humedales, saturados con agua freática por largos periodos.
Rubén Manzanilla narra que el equipo encontró el
esqueleto sin artefactos asociados, ubicado a medio metro de restos de
megafauna, en la misma profundidad y capa estratigráfica.
De acuerdo
con estudios del biólogo Lauro González Quintero, la capa donde se halló a
Yotzin correspondería a un periodo interglaciar, fechado en otro importante
yacimiento de la Cuenca de México, nombrado Tlapacoya, entre 20 mil y 13 mil
años antes del presente. El equipo espera desarrollar otra fase de
investigación para realizar los fechamientos de Santa Lucía M3.
Cabe destacar que este jueves 20 de junio de 2024, a
las 11:30 horas, el instituto emitirá dentro de la serie Somos nuestra memoria
un programa alusivo a este hallazgo, mismo que también podrá consultarse desde
el canal en YouTube de Radio INAH.
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