El coipú invade lentamente los ríos ibéricos
La Península Ibérica ha sido testigo en las últimas décadas de un fenómeno ecológico que está causando una preocupación creciente entre científicos y ambientalistas: la expansión del coipú (Myocastor coypus). Este roedor , originario de América del Sur, ha encontrado en los humedales y cursos de agua ibéricos un hábitat ideal para prosperar, desencadenando una serie de impactos ambientales, económicos y sociales que requieren una respuesta urgente y coordinada, según los colectivos conservacionistas.
El coipú, también conocido como nutria roedora, es
un roedor de gran tamaño, con un cuerpo robusto que puede alcanzar hasta los 10
kilogramos de peso. Es un animal semiacuático, con una alimentación básicamente
herbívora: hierbas, frutos, productos agrícolas, etcétera, aunque también
incluye en su dieta alimentos como moluscos bivalvos. Sus hábitos son
principalmente crepusculares, aunque también es activo por el día.
Originario de las zonas húmedas de América del Sur, el coipú fue introducido en diversos países a principios del siglo XX debido a la demanda de su piel en la industria peletera.
En Europa, fue inicialmente criado en granjas, pero,
igual que ocurrió con el visón americano (Neovison vison), las fugas y
liberaciones intencionales permitieron que se estableciera en libertad y que
encontrara entornos favorables para su expansión.
La presencia de esta especie invasora se ha intensificado
notablemente en España en las últimas décadas. Los primeros registros de su
presencia en la Península Ibérica se situaron en las cuencas de los ríos Ebro y
Guadalquivir, zonas con abundantes recursos hídricos y vegetación acuática.
Desde su llegada, su distribución se ha extendido a
otras áreas húmedas de España y Portugal, donde las condiciones climáticas y la
ausencia de depredadores naturales han favorecido su expansión.
La presencia del coipú en los ecosistemas ibéricos
ha tenido repercusiones significativas. Una de las consecuencias más graves es
la degradación de los humedales, vitales para la biodiversidad y la regulación
del ciclo del agua.
La voracidad del coipú provoca la desaparición de
especies vegetales clave para la estabilidad de los suelos y la protección
contra la erosión. Esta pérdida de vegetación puede alterar los hábitats de
numerosas especies de aves, peces y otros organismos que dependen de estos entornos.
Además, los coipús excavan madrigueras en las
orillas de ríos y lagos, lo que debilita las estructuras naturales y
artificiales y puede provocar alteraciones en los cursos de agua y el colapso
de diques y canales de irrigación, aumentando el riesgo de inundaciones,
comprometiendo la gestión del agua en regiones agrícolas y generando pérdidas
económicas para los agricultores.
Las infraestructuras hidráulicas, como diques y
canales, sufren daños significativos debido a las madrigueras excavadas por los
coipús. La reparación y mantenimiento de estas infraestructuras suponen un
coste elevado para las administraciones públicas y los gestores de recursos
hídricos.
Además, el coipú es portador potencial de diversas
enfermedades que pueden transmitirse de animales a humanos (zoonóticas). Entre
ellas se encuentran la leptospirosis, una infección bacteriana que puede causar
graves problemas de salud en humanos y animales domésticos, y la tuberculosis
bovina, que afecta a la ganadería.
La presencia del coipú en áreas cercanas a zonas
habitadas y agrícolas aumenta el riesgo de transmisión de estas enfermedades,
lo que representa una preocupación adicional para la salud pública y la
economía local.
Cacerías
controladas
Ante la expansión del coipú, las autoridades
medioambientales y las organizaciones científicas han implementado diversas
estrategias para controlar su población y mitigar sus impactos. La captura y
eliminación de individuos es una de las medidas más comunes, realizada mediante
trampas y cacerías controladas. Sin embargo, esta estrategia es costosa y
requiere un esfuerzo continuo para ser efectiva a largo plazo.
Otra medida importante es la restauración de
hábitats afectados. Esto incluye la replantación de vegetación acuática y la
estabilización de riberas erosionadas, acciones que ayudan a recuperar la
biodiversidad y mejorar la resistencia de los ecosistemas frente a futuras
invasiones.
La colaboración entre administraciones públicas,
organizaciones no gubernamentales y comunidades locales es esencial para el
éxito de estas iniciativas. La investigación científica juega también un papel
crucial en la comprensión y gestión de la expansión del coipú.
Los estudios sobre su biología, comportamiento y
ecología son fundamentales para desarrollar estrategias de control más
efectivas. Además, el monitoreo continuo de las poblaciones de coipús y sus
impactos en los ecosistemas permite evaluar la eficacia de las medidas
implementadas y ajustar las acciones según sea necesario.
El control del coipú en la Península Ibérica
presenta desafíos significativos debido a su alta capacidad reproductiva y
adaptabilidad. Aunque la erradicación total de la especie parece poco probable,
la combinación de estrategias de manejo, investigación continua y colaboración
entre diferentes actores puede ayudar a mitigar sus impactos y proteger los
ecosistemas locales.
La educación y concienciación pública también son
cruciales. Informar a la ciudadanía sobre los riesgos asociados con la expansión
del coipú y promover prácticas responsables en la gestión de recursos naturales
puede ayudar a prevenir la introducción y propagación de otras especies
invasoras en el futuro.
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