Un colombiano clona orquídeas al borde de la extinción
Una explosión de color entre los bosques del
noroeste de Colombia pincela una colección de 25.000 orquídeas, la “pasión” de
Daniel Piedrahita. Las cultiva exóticas y nativas, regaladas, compradas y hasta
clonadas, en un esfuerzo por salvar de la extinción a las especies amenazadas.
“Es lo mejor que me ha pasado”, confiesa el
tecnólogo agropecuario de 62 años a cargo de una reserva de más de 5.000 tipos
de orquídeas de todo el mundo, en el municipio La Ceja, departamento de
Antioquia.
Las protege de la deforestación, la principal
amenaza de estas y de muchas otras especies vegetales y animales en Colombia,
uno de los países más biodiversos del mundo, que será anfitrión de la COP16
este año.
Dentro de dos invernaderos rectangulares se
despliegan desde la Cattleya Trianae, insignia nacional, hasta la Masdevallia
Veitchiana de la inca Machu Picchu, pasando por un clon de la ya extinta
Lycaste Skinneri de Guatemala.
La afición de Piedrahita es de larga data y encontró
tierra fértil en este país andino con la mayor cantidad de especies de
orquídeas y donde se descubren nuevas variedades con regularidad.
Unas tamaño miniatura con diminutas manchas, otras
con llamativos pétalos de bordes ondulados.
“Es un banco de germoplasma importantísimo, un banco
genético el cual tengo la responsabilidad de cuidar, de no dejar morir una
planta y de que cada planta se reproduzca perfectamente”, expresa con aplomo
Piedrahita, fundador del santuario “Alma del bosque”.
Unas 20 especies de la reserva están amenazadas y el
sueño de Piedrahita es reintroducirlas en sus lugares de origen.
El santuario es también laboratorio para multiplicar
orquídeas en peligro como la Anguloa Brevilabris o la Dracula Nosferatu,
exclusivas de Colombia.
La clonación consiste en polinizarlas para
reproducir un “clon puro” y así obtener una cápsula de semilla, que se
convertirá en una orquídea tras un proceso que puede durar años.
“Yo tengo la obligación de volver a poner plantas en
la naturaleza”, enfatiza. “Es mi obligación moral, personal”.
– “Centro de placer” –
La Lycaste Skinneri, flor nacional de Guatemala, fue
la primera clonación de Piedrahita hace dos años. De pétalos pálidos y centro
amarillo, la conocida como “monja blanca” ha desaparecido de su hábitat en el
país centroamericano, pero subsiste en su reserva y en otros lugares como el
sur de México donde está al borde de la extinción.
“Ya están en el laboratorio desarrollándose las
semillas para que en unos años podamos irnos a repoblar y reintroducir esta
especie y (…) que no se nos vuelva a perder”, detalla Piedrahita.
El siguiente paso es clonar las orquídeas
colombianas antes de que desaparezcan.
Alma del bosque es además un centro de enseñanza:
Piedrahita da clases de cultivo, tiene un canal educativo de YouTube y una
escuela online.
“Aquí es mi centro zen, aquí es mi centro de
placer”, dice, en medio del lugar abierto a turistas extranjeros y locales que
quedan boquiabiertos ante la cantidad de plantas organizadas en largas repisas.
Aunque no se considera un aficionado per se, Garrett
Chung, un joven turista estadounidense que acudió con su familia, quedó absorto
al adentrarse a ese “hermoso ambiente”.
“Es importante tener casas como esta donde puedes
conservar y preservar la naturaleza. Algunas especies se están extinguiendo,
entonces es bueno tener un respaldo en caso de que suceda”, comenta.
– Una palabra: “Perfección” –
Parte del recorrido a los visitantes incluye una
particularmente especial para el floricultor: la Sobralia Piedrahitae, bautizada
con su apellido tras presentarla en una exposición de orquídeas.
Fue un regalo de un amigo que, sin saberlo, le dio
una especie desconocida.
En algún rincón de Antioquia que se reserva,
temeroso de recolectores y comerciantes, recuerda haber divisado hace más de
siete años a esta pequeña flor blanca sobre una piedra en un río, iluminada por
el sol.
“Estaba en la mitad de un paraíso. En gran responsabilidad
me meto al tener esta planta única en el mundo”, rememora este aficionado, que
ha regalado a unas siete personas “un pedacito” de su descubrimiento.
Es “la garantía de que esta planta nunca se
extinga”, considera.
Como la Sobralia Piedrahitae, cada año nuevas
especies aparecen en el radar en Colombia, como ocho descubiertas en enero y
nombradas en honor a mujeres colombianas; o la Maxillaria Andina de la
cordillera central, cuyo descubrimiento recién se anunció en junio.
Tras décadas de estudio, miles de flores e
incontables horas de cultivo, a Piedrahita le ha quedado un concepto claro.
“¿Una orquídea? Te la voy a definir en una sola palabra: perfección”, zanja, la
razón de su obsesión.
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