Jaguares, un símbolo de la conservación natural en Ecuador

A cada paso que se da por los alrededores de la comunidad de indígenas achuar de Sharamentsa, en el corazón de la selva amazónica de Ecuador, los sonidos de la vida silvestre revelan la rica biodiversidad de este territorio, inmerso en un ambicioso programa de conservación en el que los jaguares y otros mamíferos se han hecho presentes.

En la sureña provincia amazónica de Pastaza, cerca de la frontera de Ecuador con Perú, esta comunidad que venera a un ceibo gigante colabora en un proyecto que protege alrededor de 10.000 hectáreas del ecosistema que la rodea y donde habita el felino más grande de la selva.

‘Sharám’, un proyecto que cuida a los jaguares en Ecuador

Javier Félix, director ejecutivo de Fundación Pachamama, explicó que este proyecto, denominado ‘Sharám’, ofrece equipamiento y capacitación a un equipo de personas locales con el objetivo de fortalecer las aptitudes de monitoreo territorial y de que sean capaces de realizar un seguimiento de la biodiversidad de la zona.

En Sharamentsa sabían de la existencia de jaguares en áreas cercanas a la comunidad porque se los han cruzado eventualmente o porque han visto sus huellas atravesar el río Pastaza.

Sin embargo, no contaban con medios que proporcionasen información de los lugares por donde circulan o videos que permitiesen verlos, como sí consiguieron hace un año, gracias a las cámaras trampa que han sido instaladas en la zona.

Y así como esas cámaras captaron jaguares también lo hicieron con distintas especies de mamíferos que transitan por las inmediaciones, como tigrillos, tapires, pavas o sajinos.

Otras medidas utilizadas para registrar la inmensa diversidad de fauna y flora que alberga este ecosistema son sistemas de información geográfica, drones o sistemas satelitales que les permiten ver la variedad de seres vivos que habitan en el territorio.

Turismo de biodiversidad

Mientras cae una persistente tormenta amazónica, Félix relata a EFE cómo durante la pandemia de la covid-19 se disparó la demanda de madera de balsa, utilizada para la fabricación de las aspas de los generadores de energía eólica en China o Europa.

En la Amazonía ecuatoriana afectó especialmente a la cuenca media y baja del río Pastaza, donde aumentó la tala y comercialización de esta materia prima, lo cual tuvo un fuerte impacto ambiental y social en el modo de vida de la nacionalidad achuar.

La comunidad de Sharamentsa fue, según explica Félix, una de las pocas capaces de resistir a este ‘boom’ y mantenerse firmes en su propósito de conservación, en parte, porque vieron los beneficios y el valor que daba la gente de afuera a la biodiversidad y que se podía convertir en una fuente de ingresos.

“A la larga (el turismo) es una forma en que ellos generan recursos para la conservación”, declara Félix.

Al respecto, Agustín Tentets, un habitante de la comunidad de Sharamentsa, comentó que los visitantes que lleguen al Centro de Turismo Comunitario (CTC) del que disponen “pueden tener una impresionante selva virgen” y “vivir lo natural”, de lo que ellos siempre han formado parte.

Conservar para nuevas generaciones

Los achuar han tenido siempre al jaguar como un elemento importante en su cultura, como un símbolo de poder y respeto, ya que es considerado “el rey de la selva”, relata Tentets, también coordinador del proyecto de monitores para la conservación.

Explica la importancia de los jaguares en el sistema de la selva de Ecuador, que cumple la función de “especie sombrilla” como el mayor depredador, pues si desapareciera, afectaría a todo el ecosistema y a las especies que están debajo de él.

Además, comenta que siempre se ha tenido conocimiento de la presencia de este animal en el territorio y que antes incluso se le atacaba en defensa de los perros cazadores. Sin embargo, “las comunidades se empezaron a dar cuenta de que ya no hay muchas especies, y por ello decidieron conservar su territorio”, destaca.

“Ya los monos cantan y los papagayos y sajinos caminan cerca” del pueblo, dice Tentets, al hacer alusión a la prohibición que se implantó de cazar en un radio de dos kilómetros alrededor de la comunidad.

El proceso no es fácil, pero en Sharamentsa tienen claro el modo de vida que quieren llevar a largo plazo: continuar con la conservación “para las nuevas generaciones que vienen” y convertirse en una comunidad modelo en esta área.

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