Un niño argentino de cuatro años encuentra restos de un glosoterio, el perezoso terrestre gigante de hace 15.000 años

 

¿Nace un niño paleontólogo? Mientras caminaba junto a sus tíos por las playas de Santa Isabel, Manu Guazú de Foronda Lanusse, de tan solo 4 años, encontró el fósil de un perezoso terrestre gigante, extinto hace 15.000 años aproximadamente.

En las costas acantiladas de Mar del Plata hay un yacimiento paleontológico con alta concentración de fósiles. Y la erosión del mar renueva constantemente la superficie, lo que suele poner a la vista de los más curiosos y entusiastas nuevos fósiles.

Según informaron las autoridades del Museo de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia, que fueron inmediatamente contactadas tras el hallazgo, el niño identificó un cráneo de gran tamaño, perteneciente al perezoso terrestre gigante “Glossotherium robustum”.

El cráneo encontrado por Manu tiene un largo de 55 centímetros, por lo que se convierte en el más grande de Glossotherium de la colección paleontológica del Museo Scaglia. También se hallaron dientes aislados, costillas y osículos dérmicos.

Las tareas de rescate se realizaron el mismo día del hallazgo y participaron estudiantes de la Tecnicatura Superior en Paleontología que se dicta en el Instituto de Formación Técnica 194 de Miramar. Esto permitió ganarle rápidamente a la marea, a la fría ventisca y al día que se estaba apagando.

Los perezosos terrestres gigantes son un grupo de animales que comparten un gran número de características. Pero, a su vez, difieren en algunas. Esto permite separarlos en varias especies.

El Glosoterio medía 1,5 metros de alto y 3,5 metros de largo. Estos animales solían pesar entre 1200 y 1500 kilogramos. Sus manos poseían 4 garras bien desarrolladas y 2 en sus pies, las que les facilitaban excavar sistemas de túneles gigantes (madrigueras).

 

Estos herbívoros poseían dientes de crecimiento continuo que les permitieron compensar el desgaste que les producía comer pasturas abrasivas (gramíneas con una epidermis llena de células envueltas en una cobertura de sílice) y un alto contenido de ceniza volcánica que constantemente recirculaba en los ambientes de la antigua sabana pampeana. Si bien eran cuadrúpedos, estos perezosos podían erguirse y caminar un corto trayecto en 2 patas.

Otra de sus características más notables era contar con pequeñas bolitas de hueso (osículos dérmicos) por debajo de su peluda piel que funcionaban a modo de un chaleco antibalas. Seguramente les dieron protección contra las primeras lanzas que llegaron a Sudamérica en manos humanas.

Ante un hallazgo, es importante no intervenir la pieza y obtener fotos de cerca y de lejos del material, además de su ubicación para facilitar las tareas de rescate por parte de los profesionales.

“Celebramos la participación ciudadana en el cuidado y recuperación de fósiles. Y sumamos al museo Scaglia un nuevo ‘protector del patrimonio paleontológico’ en la figura de Manu Guazú”, concluyó la institución.

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