Nuevos hallazgos apuntan a que Venus nunca tuvo océanos
Astrofísicos han investigado el pasado de Venus para averiguar si el planeta hermano de la Tierra alguna vez tuvo océanos. Los resultados son desalentadores para la vida venusina.
El planeta Venus puede verse como el gemelo malvado
de la Tierra. A primera vista, tiene una masa y un tamaño comparables a los de
nuestro planeta de origen, de manera similar consiste principalmente en
material rocoso, contiene algo de agua y tiene una atmósfera.
Sin embargo, una mirada más cercana revela
diferencias sorprendentes entre ambos mundos: la atmósfera espesa de CO2 de
Venus, la temperatura y presión extremas de la superficie y las nubes de ácido
sulfúrico son de hecho un marcado contraste con las condiciones necesarias para
la vida en la Tierra. Aunque puede que no siempre haya sido así.
Estudios anteriores han sugerido que Venus pudo
haber sido un lugar mucho más hospitalario en el remoto pasado, con sus propios
océanos de agua líquida.
Ahora, un equipo de astrofísicos dirigido por la
Universidad de Ginebra (UNIGE) y el Centro Nacional de Competencia en
Investigación (NCCR) PlanetS, de Suiza, investigó si el gemelo de nuestro
planeta tuvo períodos más apacibles. Los resultados, publicados en la revista
Nature, sugieren que este no es el caso.
Venus se ha convertido recientemente en un tema de
investigación importante para los astrofísicos. La ESA y la NASA han decidido
este año enviar no menos de tres misiones de exploración espacial durante la
próxima década al segundo planeta más cercano al Sol. Una de las preguntas clave
que estas misiones pretenden responder es si Venus albergó o no océanos
primitivos. Astrofísicos liderados por Martin Turbet, investigador del
Departamento de Astronomía de la Facultad de Ciencias de la UNIGE y miembro de
la NCCR PlanetS, han intentado dar respuesta a esta pregunta con las
herramientas disponibles en la Tierra.
«Simulamos el clima de la Tierra y Venus al comienzo
de su evolución, hace más de cuatro mil millones de años, cuando la superficie
de los planetas aún estaba fundida», explica Turbet. «Las altas temperaturas
asociadas significaron que cualquier agua habría estado presente en forma de
vapor, como en una olla a presión gigantesca».
Usando sofisticados modelos tridimensionales de la
atmósfera, similares a los que usan los científicos para simular el clima
actual de la Tierra y la evolución futura, el equipo estudió cómo las
atmósferas de los dos planetas evolucionarían con el tiempo y si los océanos
podrían formarse en el proceso.
«Gracias a nuestras simulaciones, pudimos demostrar
que las condiciones climáticas no permitían que el vapor de agua se condensara
en la atmósfera de Venus», señala en astrofísico suizo.
Esto significa que las temperaturas nunca bajaron lo
suficiente como para que el agua en su atmósfera formara gotas de lluvia que
pudieran caer sobre su superficie. En cambio, el agua permaneció como un gas en
la atmósfera y los océanos nunca se formaron.
«Una de las principales razones de esto son las
nubes que se forman preferentemente en el lado nocturno del planeta. Estas
nubes provocan un efecto invernadero muy potente que impidió que Venus se
enfriara tan rápido como se pensaba», prosigue el investigador de Ginebra.
Sorprendentemente, las simulaciones de los
astrofísicos también revelan que la Tierra podría haber sufrido fácilmente el
mismo destino que Venus si hubiera estado un poco más cerca del Sol, o si el
Sol hubiera brillado tan intensamente en su «juventud» como lo hace hoy en día.
Es probable que la radiación relativamente débil del
joven Sol permitiera que la Tierra se enfriara lo suficiente como para
condensar el agua que forma nuestros océanos.
Para Emeline Bolmont, profesora de UNIGE, miembro de
PlaneS y coautora del estudio, «esta es una inversión total en la forma en que
miramos lo que durante mucho tiempo se ha llamado la “paradoja del Sol Joven y
Débil”»
«El argumento era que si la radiación del Sol fuera
mucho más débil que la actual, habría convertido a la Tierra en una bola de
hielo hostil a la vida. Pero resulta que para la Tierra joven y muy caliente, este
Sol débil puede haber sido una oportunidad inesperada», continúa la
investigadora.
«Nuestros resultados se basan en modelos teóricos y
son un pilar importante para responder a la pregunta de la historia de Venus»,
añade el coautor del estudio David Ehrenreich, profesor del Departamento de
Astronomía de la UNIGE y miembro de NCCR PlanetS. «Pero no podremos dictaminar
definitivamente sobre el asunto en nuestros ordenadores. Las observaciones de
las tres futuras misiones espaciales de Venus serán esenciales para confirmar
—o refutar— nuestro trabajo».
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