Así se entrenan los astronautas en la isla de Lanzarote para volver a la Luna: "Parece de verdad estar allí"
"Hermosa vista. Magnífica desolación". Esas fueron las palabras que pronunció Buzz Aldrin el 21 de julio de 1969 al convertirse en la segunda persona de la historia en pisar la Luna, solo por detrás de Neil Armstrong. Si bien la cita de su compañero pasaría a formar parte del imaginario colectivo para siempre, con su mítico "Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad", la suya constituye una descripción perfecta de la devastada superficie del satélite.
A este primer viaje de los dos pioneros junto al
aviador Michael Collins siguieron otras misiones que llevaron a la Luna nuevas
tripulaciones hasta 1972, cuando el Gobierno estadounidense recortó el
presupuesto de la NASA y apostó por nuevos retos aeroespaciales. Medio siglo
después, el Ejecutivo y la agencia norteamericanos están inmersos en el
programa Artemis, centrado en enviar al satélite más personas, entre ellas, la
primera mujer, para 2024. Con la vista puesta también en alcanzar Marte, los
astronautas no dejan de formarse y entrenarse para mejorar su futuro desempeño
más allá de las fronteras de la Tierra.
Entre los entrenamientos a los que se someten los
actuales cosmonautas, se encuentran los del programa Pangaea, de la Agencia
Espacial Europea (ESA). "Es un curso para prepararlos para ser geólogos de
campo durante la exploración de otros astros: la Luna y Marte. El objetivo es
que puedan recoger muestras representativas y comunicarse de manera efectiva
con los científicos en la Tierra. Deben convertirse en sus ojos y en sus
piernas, ya que no pueden estar allí. Además, aprenden a leer imágenes de
satélite, reconocer formaciones e identificar tipos de rocas", explica
Loredana Bessone, directora del proyecto.
Sobre la importancia de esta formación, que se
desarrolla en parte en Lanzarote y en la edición de este año ha involucrado a
la astronauta de la NASA Kathleen Rubins y al de la ESA Andreas Mogensen,
Bessone es clara: "Mirando a la geología, se puede reconstruir la historia
del sitio y entender qué ha pasado: si ha habido agua o volcanes, si han caído
meteoritos, si el viento o el agua han disuelto las rocas, si se han formado
otras... Al comprender esto, es posible trazar la sucesión de
acontecimientos".
Para llevar a cabo esta preparación y profundizar en
estos conocimientos, Pangaea divide actualmente el ejercicio en tres sesiones,
que se convertirán en cuatro en el futuro. El objetivo es estudiar en cada una
de estas sedes un tipo diferente de geología relacionada con la que los
cosmonautas pueden encontrar en otros astros: marciana, lunar y meteorítica.
La primera sesión se celebra durante cinco días en
el Cañón de Bletterbach, en los montes Dolomitas (Italia), por sus similitudes
con la geología sedimentaria marciana. La segunda parte, de la misma duración,
se lleva a cabo en Nördlinger Ries (Alemania), que son los restos de un cráter
de impacto y, precisamente por eso, es la sede de un entrenamiento, por su
pasado meteorítico.
El tercer ejercicio se desarrolla en Lanzarote y se
focaliza en vulcanismo de erupción, que es "una de las geologías más
importantes de la Luna y Marte". Allí los participantes realizan rutas
sobre el terreno, "como lo hicieron los astronautas de Apolo" en el
satélite, y aprenden a ser autónomos y a tomar bien las muestras. En 2022,
Pangaea incluirá una nueva sede, en Lofoten (Noruega), para estudiar la
vulcanología de baja superficie.
"Lanzarote tiene volcanes de millones de años y
son visibles. No hay vegetación o muy muy poca y la geología volcánica se ve
perfectamente, la pueden observar los propios astronautas. Es fantástico.
Además, hay muy poca urbanización y parques nacionales muy bien protegidos. Son
sitios donde se puede de verdad replicar lo que se podría ver en otros planetas
con diferencias mínimas. Parece de verdad estar en la Luna y Marte",
ahonda Bessone.
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