Los pterosaurios ya volaban en el hemisferio sur en el amanecer de estos reptiles
Hace más de 205 millones de años, los pterosaurios
estaban también en los cielos del hemisferio sur, sobrevolando las cabezas de
antiguos dinosaurios carnívoros y herbívoros gigantes, tortugas y pequeños
antecesores de los mamíferos.
Un equipo de científicos argentinos acaba de
extender las ramas del árbol genealógico de estos reptiles voladores al
identificar en el país sudamericano los restos fósiles pertenecientes a dos
nuevas especies: Yelaphomte praderioi y Pachagnathus benitoi. Los resultados se
publican en la revista Papers in Palaeontology.
“Nuestro descubrimiento demuestra que en el
Triásico, aún en el amanecer de estos animales, los pterosaurios vivían y ya
estaban diversificados en el hemisferio sur”, explica a SINC el paleontólogo
Ricardo Martínez, investigador de la Universidad Nacional de San Juan en
Argentina y autor principal del trabajo.
Todavía se debate el momento de la aparición de
estos parientes alados y lejanos de los dinosaurios. Hasta el momento, la
hipótesis imperante indica que se habrían originado en el hemisferio norte. Los
fósiles de pterosaurios más antiguos conocidos han sido hallados en los Alpes,
en Groenlandia y en EE UU. La nueva investigación, aunque no la contradice,
pone dudas al respecto.
“Estos nuevos hallazgos proporcionan evidencia de
una distribución global más amplia y una diversidad significativamente mayor de
pterosaurios casi desde el comienzo de su historia evolutiva”, indica Martínez.
Los pterosaurios (o “lagartos alados”, en griego)
fueron los primeros vertebrados en desarrollar la capacidad de volar. Se
adaptaron a los cielos mucho antes de la aparición de las aves. Fueron los
reyes de los aires durante más de 160 millones de años.
Estos reptiles voladores vivieron desde finales del
Triásico (hace más de 200 millones de años) hasta el final del Cretácico. Es
decir, se extinguieron con gran parte de los dinosaurios hace unos 66 millones
de años.
Eran animales increíblemente diversos: desde
pequeñas especies insectívoras hasta los animales voladores más grandes que han
existido, con formas de vida comparable a las de las cigüeñas modernas. Los
individuos de especies como Quetzalcoatlus y Hatzegopteryx eran altos como
jirafas.
Lejos de las representaciones erróneas en películas
y libros como Viaje al centro de la Tierra (1864) de Julio Verne o El mundo perdido (1912) de Arthur Conan
Doyle, los pterosaurios eran voladores rápidos y hábiles; no torpes como se
pensaba hasta hace unas décadas. Algunos vivían en bandadas y lucían llamativas
crestas en la cabeza.
Conquistaron todos los continentes y hábitats. Se
han encontrado restos en todos los continentes, incluida la Antártida. Y están
llenos de misterios: aún se desconoce cómo y por qué aprendieron a volar.
El primer fósil de pterosaurio identificado fue un
esqueleto completo y exquisitamente conservado, hallado en algún momento entre
1767 y 1784 al norte de Baviera, hoy Alemania. El naturalista francés Georges
Cuvier lo llamó en 1809 Pterodactylus, que significa dedo alado.
En las últimas décadas los paleontólogos están
conociendo más sobre estos curiosos animales. Después del interés inicial que
despertaron en la literatura fantástica, los pterosaurios fueron dejados de
lado durante gran parte del siglo XX por científicos que prefirieron dedicar su
tiempo a la búsqueda de animales prehistóricos más llamativos como dinosaurios
de aspecto feroz y de tamaños extraordinarios.
Además, otro factor fue determinante para este
“olvido”: el descubrimiento de material bien preservado de pterosaurios es algo
inusual. A diferencia de los dinosaurios, estos reptiles voladores dejaron solo
escasos y fragmentarios fósiles, en especial porque sus huesos eran delgados y
huecos, por ende, frágiles.
Y no solo eso. “Los pterosaurios tienen una
característica importante que dificulta mucho el trabajo científico: tienen muy
poco tejido óseo”, cuenta el paleontólogo Ignacio A. Cerda, del Instituto de
Investigaciones en Paleobiología y Geología, Universidad Nacional de Río Negro.
Hasta la fecha se han identificado más de 100
especies de pterosaurios, una pequeña fracción en comparación con los
dinosaurios conocidos.
Los fósiles de las dos nuevas especies identificadas
fueron encontrados en campañas realizadas en 2012 y 2014 en la Formación
Quebrada del Barro, ubicada en la provincia de San Juan (noroeste de
Argentina). “El descubrimiento de nuevas especies aporta al conocimiento de la
biodiversidad en la historia evolutiva en la Tierra”, explica la paleontóloga
Cecilia Apaldetti.
Al estudiar los fragmentos fósiles, los
investigadores también determinaron que estos pterosaurios habitaron y
evolucionaron en ambientes terrestres en lugar de ambientes marinos donde se
han encontrado otros especímenes.
“A escala mundial, la gran mayoría de hallazgos de
fósiles de pterosaurios se realizaron en zonas que alguna vez fueron costas o
grandes lagunas”, agrega esta investigadora del CONICET y del Museo de Ciencias
Naturales de San Juan. “En cambio, estas especies vivieron en un hábitat
continental donde imperaba un clima semiárido, con vegetación mayormente concentradas
a la vera de ríos”.
Yelaphomte praderioi era un pterosaurio pequeño que
no debe haber medido más de 25 cm de largo de la cabeza a la cola. Su cráneo
medía 7 cm. Su nombre deriva del Allentiac –lengua nativa hablada por el pueblo
Huarpe de la provincia de San Juan: “yelap” (bestia) y “homtec” (aire), es
decir, “bestia del aire”–.
El nombre específico “praderioi” honra a Ángel
Praderio, miembro del equipo que descubrió el nuevo ejemplar en una de las
campañas financiadas por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación de
la Provincia de San Juan.
“Su característica más importante es la presencia de
una cresta prominente en el premaxilar”, detalla Martínez. “Suponemos que a
pesar de su pequeño tamaño era un adulto por el grado de osificación de las
suturas de los huesos del rostro, aunque no se puede estar seguro”.
Pachagnathus benitoi, en cambio, era un pterosaurio
más grande: tenía un cráneo de unos 35 a 40 cm y medía aproximadamente un metro
de largo. Su característica más llamativa era la de poseer al menos cinco pares
de dientes muy largos.
El nombre del género proviene del aimara, lengua
nativa americana hablada por el pueblo aimara de los Andes: “Pacha” (tierra),
en referencia al entorno interior en el que vivían las nuevas especies, y
“gnathus” (mandíbulas) en latín. El nombre específico “benitoi” honra a Benito
Leyes, habitante del pequeño pueblo de Balde de Leyes, que encontró los
primeros fósiles en la localidad y guio a los paleontólogos al sitio.
“Su rostro debe haber sido muy estrecho y no sabemos
con certeza si tuvo cresta, pero suponemos que sí”, agrega el paleontólogo
argentino, conocido por el hallazgo de dinosaurios como Eoraptor, Eodromaeus,
Panphagia, Sanjuansaurus y Adeopapposaurus, entre otros.
Referencia:
Ricardo N. Martínez, et al. "The dawn of the
flying reptiles: first Triassic record in the southern hemisphere" Papers
in Palaeontology
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