Tanzania se plantea la expulsión de los masáis de la reserva Ngorongoro

 

Desde hace más de un siglo, los pastores masáis de Tanzania conviven con cebras, elefantes y ñus en el Ngorongoro. Pero ante el crecimiento de la población y sus rebaños, el gobierno se plantea expulsarlos de esta reserva natural.

El número de personas que viven en este lugar protegido como patrimonio mundial de la Unesco ha pasado de 8.000 en 1959 a más de 100.000. El ganado ha crecido más rápidamente, de 260.000 cabezas en 2017 a más de un millón ahora.

Tanzania autoriza a las comunidades autóctonas, como los masáis, a vivir en ciertos parques nacionales. Pero estos últimos tiempos, las relaciones entre pastores y fauna salvaje son cada vez más conflictivos y a veces los animales llegan a atacar los humanos o su ganado.

La presidenta Samia Suluhu Hassan lanzó el grito de alarma el año pasado. "Ngorongoro está perdiéndose", dijo.

"Habíamos convenido en convertirlo en algo único autorizando humanos y animales a vivir juntos, pero la población humana está ahora fuera de control", declaró, pidiendo estudiar los medios para frenar el flujo de población.

Desde entonces, crece el debate sobre una eventual expulsión de los masáis de este parque, conocido por su inmenso cráter volcánico.

El primer ministro Kassim Majaliwa propuso un programa de reubicación voluntaria en el distrito de Handeni, a 370 kilómetros del cráter, donde el gobierno ha dispuesto 162.000 hectáreas para los ganaderos.

"Los llevamos a zonas donde tendrán acceso a escuelas, hospitales y a electricidad", además de pasturas y tierras a cultivar, indicó.

Para muchos, Ngorongoro es la única casa que han conocido. "Mi padre y mi madre nacieron aquí y nosotros hemos vivido aquí. No estoy preparado para irme", asegura una mujer que solo quiere dar su nombre, Rose, por miedo a las autoridades.

De mucho antes de la creación en los años 1950 de parques nacionales destinados a atraer turistas, los masáis cohabitaban con la naturaleza en el Serengeti o el Ngorongoro.

Pero con el cambio climático, que provoca periodos de sequía cada vez más largos, los ganaderos y sus rebaños se disputan el agua y la comida con los animales salvajes.

La presencia del ganado y el ruido de las campanas de las vacas hace huir algunos animales y amenaza la actividad turística, que representa un 18% del PIB del país.

"Si dejamos hacer, vamos a perturbar la gran migración de los ñus", estima un responsable ambiental, invocando el anonimato por razones de seguridad.

Durante una visita de la AFP en la región a principios de marzo, solo algunas cebras se dejaban ver cerca de las parcelas masáis.

Activistas locales y dirigentes de la oposición acusan a las autoridades de invocar la protección del medioambiente para privilegiar los intereses económicos, recordando los precedentes de ricos extranjeros a quienes se concedieron derechos para cazar animales en el Ngorongoro.

En 2009, miles de familias masáis fueron expulsadas de Loliondo, a 125 kilómetros de la reserva de Ngorongoro, para permitir a una sociedad emiratí organizar viajes de caza. El gobierno puso fin al acuerdo en 2017 tras acusaciones de corrupción.

"Los masáis han sido las mayores víctimas de expulsiones llevadas a cabo en nombre de la defensa del medioambiente en Tanzania, por las que jamás fueron legalmente o correctamente indemnizados", tuiteó Tundu Lissu, vicepresidente del partido de oposición Chadema.

"Ya es hora que estos errores se reparen, en vez de repetir antiguas injusticias", estimó.

Una petición en línea contra la expulsión de los masáis ha recogido más de tres millones de firmas.

Pero ante la creciente conflictividad entre humanos y fauna salvaje, algunos ganaderos están preparados para marchar.

A principios de marzo, un elefante mató a un hombre que recogía leña en Ngorongoro. En agosto, tres niños murieron atacados por leones cerca de la reserva mientras buscaban ganado extraviado.

"Personalmente, respetaré la propuesta del gobierno puesto que garantizará una mejor vida a mi ganado y a mí", afirma Lazaro, que no quiere dar su apellido para no enemistarse con los líderes masáis.

Otras todavía dudan. "Quiero continuar viviendo aquí pero la presión del gobierno me hace plantearme el marchar", explica una masái. "Pero aceptar fácilmente, es como una traición a nuestros jefes tribales".

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