Las hormigas Atta llevan en el planeta desde hace 8,5 millones de años
Un estudio llevado a cabo por investigadores de
Brasil, Argentina y Estados Unidos sugiere que el Cerrado, el bioma neotropical
de sabana sudamericano, puede haber sido durante el último millón de años un
centro de surgimiento de nuevas especies de hormigas cortadoras del género
Atta.
Con todo, la reciente expansión de la producción
agropecuaria en la región parece estar afectando negativamente a la
biodiversidad local de estos insectos, en favor precisamente especies
consideradas como plagas de la agricultura.
Publicado en la revista Systematic Entomology, este
trabajo indica que el origen de las hormigas cortadoras o arrieras de este
género ocurrió hace 8,5 millones de años en algún lugar de la llamada
Mesoamérica, la región que actualmente abarca desde el sur de México hasta el
noroeste de Colombia. Posteriormente, estos insectos se habrían propagado por
América del Sur, fundamentalmente desde el Cerrado. También de acuerdo con este
estudio, una explosión de nuevas especies podría haber ocurrido hace entre uno
y tres millones de años, precisamente cuando la sabana sudamericana se
expandía.
“La expansión del Cerrado brasileño aparentemente
favoreció a estas hormigas cortadoras, pues hizo posible la existencia de una
mayor diversidad de alimentos y ambientes más abiertos, a los cuales se adaptaron
muy bien. Las hormigas cortadoras se fueron especializando en esos diferentes
hábitats y generaron nuevas especies”, explica Corina Barrera, primera autora
del estudio, realizado durante su doctorado en el Instituto de Biociencias de
la Universidade Estadual Paulista (IB-Unesp) en la localidad de Rio Claro.
“De dejar de existir el Cerrado, quizá pasen por una
nueva retracción en términos de biodiversidad, tal como otras que sucedieron en
el pasado. Puede ser que esto ya esté sucediendo, con la introducción de la
agricultura extensiva en esa zona. No hemos medido aún la magnitud de este
fenómeno. Sabemos que se está produciendo una gran explosión poblacional de
hormigas cortadoras, pero con baja diversidad biológica, causada por la
expansión de la agricultura. Las pocas especies que se benefician con cultivos
tales como la soja y la caña de azúcar, por ejemplo, se convierten en plagas. A
su vez, las especies forestales, que no se adaptan a los cultivos, pueden
padecer una gran extinción”, comenta Maurício Bacci Júnior, docente del
IB-Unesp y coordinador del estudio.
Este trabajo integra dos proyectos apoyados
(19/24470-2 y 19/03746-0) por la FAPESP y coordinados por Bacci, uno de ellos
en el marco de una colaboración entre la National Science Foundation, de
Estados Unidos, y el Programa FAPESP de Investigaciones en Caracterización,
Conservación, Restauración y Uso Sostenible de la Biodiversidad (BIOTA-FAPESP).
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores
recolectaron muestras de 865 colonias de hormigas cortadoras Atta en 19 países
y en 25 de los 26 estados brasileños. Se seleccionaron 224 especímenes para la
extracción de su ADN, de donde se recuperaron 2.340 de los llamados elementos
ultraconservados, zonas del código genético idénticas en más de un organismo.
La comparación de estos elementos constituye una herramienta conocida porque
determina relaciones evolutivas con bastante precisión.
Hormigas agricultoras
Si bien desde el punto de vista humano las
cortadoras son consideradas como plagas agrícolas, estos insectos han ejercido
la agricultura desde antes del surgimiento del hombre en la Tierra. Mientras
que en general las hormigas son cazadoras recolectoras que matan presas o comen
lo que encuentran en su camino, las hormigas cortadoras forman parte de una
subtribu llamada Attina, que hace entre 50 millones y 60 millones de años pasó
a producir su propio alimento.
“Los inventores de la agricultura son las hormigas y
algunos grupos de termitas y coleópteros. Son insectos que empezaron a
alimentarse de hongos y evolucionaron para cultivarlos dentro de sus nidos,
encima de algún sustrato. En el caso de las hormigas cortadoras, se trata de
las hojas y otros restos de plantas. Así es como cuentan con una fuente de
alimento que dura todas las estaciones del año y logran mantener una cierta
seguridad alimentaria”, define Bacci, quien está vinculado al Centro de
Estudios de Insectos Sociales (Ceis) del IB-Unesp.
Tanto tiempo practicando la agricultura les permitió
a las hormigas elaborar incluso sus propios productos defensivos. En el caso de
un grupo más antiguo que las hormigas cortadoras, por ejemplo, esto se concreta
mediante una relación de mutualismo con bacterias. Los microorganismos protegen
contra patógenos a los hongos que les sirven de alimento a las hormigas.
Pero mientras que esas hormigas más antiguas usan
restos de plantas tales como flores y hojas caídas en el suelo como sustrato
para cultivar hongos, las llamadas hormigas cortadoras, de las cuales forman
parte las del género Atta y las de los géneros Acromyrmex y Amoimyrmex, cortan
activamente hojas para transportarlas a sus nidos. De allí que se conviertan en
potenciales plagas.
Surgidas hace aproximadamente 19 millones de años, y
habiéndose dividido en los dos más recientes géneros (Atta y Acromyrmex) hace
unos 16,5 millones de años, las cortadoras son las más recientes entre las
hormigas cultivadoras de hongos. En lo que concierne a las del género Atta,
algunas especies son aún más recientes, habiendo surgido hace entre un millón y
300 mil años como la Atta robusta, en el último caso.
Y apenas si había surgido en la Tierra y ya se
encontraba bajo amenaza de extinción. Restricta a regiones costeras de los
estados de Río de Janeiro y Espírito Santo, Atta robusta es considerada
“vulnerable” en el Livro Vermelho da Fauna Brasileira Ameaçada de Extinção. Una
de las explicaciones de esta amenaza es su escasa capacidad de adaptación a
otros hábitats.
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