Una estrella supergigante azul se mueve a una enorme velocidad atravesando la Vía Láctea

 

Los modernos instrumentos astronómicos rastrean continuamente el cielo, obteniendo imágenes y datos sobre los astros, intentando alcanzar distancias cada vez mayores y momentos más lejanos en el tiempo. Podría pensarse que nada cercano a nosotros escapa a esta vigilancia, y que las sorpresas llegan siempre de regiones recónditas del espacio.

Y sin embargo, no es así. Incluso en nuestras cercanías hay joyas científicas por descubrir. Entre ellas J20395358+40222505, una estrella supergigante azul, con una temperatura superficial de unos 24000 K, que se mueve a una enorme velocidad en la Vía Láctea.

La cantidad de energía que emite una estrella por unidad de superficie depende de su temperatura y J20395358+40222505 emite unas 300 veces más energía por unidad de superficie que el Sol. Con un radio 42 veces mayor, emite 600.000 veces más energía que nuestra estrella. Para alcanzar esa luminosidad, debe tener una enorme masa que le permita alcanzar en su centro temperaturas suficientes para que las reacciones nucleares generen mucha energía. Tanta energía que cuando la radiación consigue escapar, la temperatura es aún de decenas de miles de grados, lo que da a su superfice el color azul que distingue a este tipo de estrellas.

J20395358+40222505 es una estrella masiva, muy masiva, tiene 46 masas solares. El destino de las estrellas masivas es morir como supernovas, cuando las reacciones nucleares de su centro, consumido el combustible nuclear que representan los elementos desde el hidrógeno hasta el hierro, se agotan, y no pueden proveer la energía necesaria para sostener el empuje gravitatorio de las capas superiores.

El destino habitual (aunque no el único posible) es formar una estrella de neutrones o un agujero negro, con masas que crecen con la masa de la estrella progenitora (aunque no siempre; la formación de agujeros negros estelares es un campo complejo y fascinante).

A una distancia de unos 5700 años-luz de la Tierra, J20395358+40222505 se encuentra en nuestra vecindad a escala galáctica. Podríamos esperar que una estrella tan luminosa, cercana a nosotros, fuera un objeto relativamente brillante en el cielo.

Por sus características, J20395358+40222505 debería ser una estrella de magnitud 4, visible a simple vista (el ojo humano es capaz de alcanzar, en buenas condiciones, hasta magnitud 6, más de seis veces más débil). Sin embargo, apenas alcanza magnitud 14. ¿Por qué no la vemos?

La razón es que J20395358+40222505 se encuentra en Cygnus-X, la región de formación estelar masiva intensa más cercana de la Vía Láctea. Esas regiones están llenas de nubes de gas y polvo a partir de las cuales se forman las nuevas estrellas, pero que también ocultan las estrellas que se encuentran tras ellas. Las nubes de polvo entre J20395358+40222505 y nosotros reducen su luz unas 10 000 veces, y la transforman en un punto irrelevante en las imágenes de los telescopios.

Durante las pruebas del espectrógrafo multiobjeto MEGARA en el Gran Telescopio Canarias decidimos obtener un espectro de J20395358+40222505: “Oye, tengo aquí un objeto interesante que podría servir para una prueba. Vamos a echarle un vistazo”, propuse. La observación mostró una estrella con un espectro peculiar, cuyo análisis nos permitió determinar los parámetros físicos de J20395358+40222505 indicados más arriba: su masa, radio, temperatura y luminosidad.

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