¿Por qué parece que estamos solos en el Universo?
AVI LOEB: Mi mensaje a Eric Weinstein decía:
“Tenemos que extender la frontera extraterrestre de nuestro conocimiento o de
lo contrario no tendremos una perspectiva lo suficientemente amplia para
sobrevivir como especie”. Él contestó: “¿Hasta qué punto quiere entusiasmarse,
profesor?”, a lo que yo respondí: “Tanto como la propia realidad”. Eric estaba
preocupado por nuestro limitado horizonte ante una posible escalada de la
guerra en Ucrania, pero le calmé: "El nuestro no es más que uno de los
miles de millones de planetas habitables en la Vía Láctea. Hay muchos peces en
los mares extraterrestres".
Los humanos tendemos a considerarnos como actores
principales en el escenario cósmico. Pero la función cósmica empezó con el 'big
bang' hace 13.800 millones de años, mucho antes de que nosotros entráramos en
escena. Y, como argumentaba Galileo Galilei, evidentemente no ocupamos el papel
central de la obra.
Reconocer que nuestro actual nivel de desarrollo
tecnológico no supone ningún desafío para nuestros vecinos cósmicos puede
explicar por qué no estamos atrayendo su atención
Tendemos a atribuir significancia cósmica a nuestros
actos. Pero incluso la más feroz de nuestras ‘guerras mundiales’ generó una
cantidad insignificante de entropía y significó una contribución minúscula al
caos cósmico. Hay que recordar que la totalidad de la biomasa terrestre es tan
solo una milmillonésima parte de la masa de la Tierra. En conjunto, la entropía
generada por los microbios en todos los planetas habitables dentro del volumen
observado del universo es mucho menor que la entropía producida durante el
proceso de formación de un solo agujero negro de masa estelar. Una guerra
nuclear en la Tierra no produciría una señal lo suficientemente potente como
para que astrónomos del exoplaneta habitable más cercano al nuestro, Proxima B,
la puedan detectar con telescopios como los nuestros.
Reconocer que nuestro actual nivel de desarrollo
tecnológico no supone ningún desafío para nuestros vecinos cósmicos puede
explicar por qué no estamos atrayendo su atención. Una respuesta a la paradoja
de Fermi: "¿Dónde está todo el mundo?". Es que "no les
importamos". Puede que, al vernos en su ‘app’ de citas interestelares,
hayan decidido deslizar hacia la izquierda. Aun así, cabe la posibilidad de que
hayan lanzado equipos que estén monitorizando nuestro progreso.
La manera más sencilla de averiguarlo es buscando
objetos espaciales inusuales. En el momento de escribir este artículo, los
miembros del Proyecto Galileo están en el tejado del observatorio del Harvard
College montando el primer sistema de telescopios para esta expedición de pesca
[en inglés, 'fishing expedition' tiene doble significado, literalmente es
expedición de pesca y figurativamente es buscar al azar a ver si cae algo. N.
del T.].
Antes de identificar anomalías, el equipo del
Proyecto Galileo debe calibrar el fondo. Esta es una práctica habitual en otras
búsquedas. Por ejemplo, los experimentos que aspiran a detectar directamente
partículas de materia oscura, primero calibran el fondo y luego buscan una
señal que sea estadísticamente significativa en relación con las fluctuaciones
naturales de ese fondo.
¿Qué constituye el fondo de nuestro cielo? Aparte de
los drones, los globos meteorológicos, los aviones, los cohetes, los misiles o
los satélites fabricados por el hombre, observamos habitualmente objetos
voladores fabricados por la naturaleza. Entre ellos están las moscas, los
pájaros y las partículas elementales del cosmos. También observamos extrañas
bolas de fuego en nuestra atmósfera. Estas son provocadas por objetos
espaciales que colisionan con la Tierra y se queman por su fricción con el
aire. También vemos asteroides y cometas que no chocan contra la Tierra. Dada
la oscuridad del espacio, estos objetos se encuentran de una forma similar a
las ‘llaves bajo la farola’ [una expresión extraída de la historia de la
‘búsqueda del borracho’, que se usa de manera metafórica para decir que se está
mirando donde es más fácil buscar. N del T.] a través de su reflejo de la luz
solar. Hasta la década pasada, todas estas rocas espaciales eran materiales de
construcción sobrantes del proceso de formación de planetas dentro del sistema
solar.
Estos objetos tan familiares son análogos a los
miembros de la familia que residen en nuestro hogar cósmico. Pero en la última
década hemos observado algunos visitantes interestelares que proceden de un
vecindario cósmico más lejano.
Curiosamente, el primer meteorito interestelar CNEOS
2104-01-08 y el primer objeto interestelar, Oumuamua, eran valores atípicos en
relación con nuestros familiares. La bola de fuego generada por CNEOS
2104-01-08 a una altitud de apenas 18,7 kilómetros y una velocidad de 44,8
kilómetros por segundo implicaba que era más dura que los meteoritos de hierro,
que a su vez están dentro del cinco por ciento más duro de todos los meteoritos
del sistema solar. Además, la velocidad del meteorito fuera del sistema solar,
más de 60 kilómetros por segundo, era más rápida que el 95 por ciento de todas
las estrellas cercanas. La probabilidad de ambas rarezas es inferior a unas
pocas partes entre 1.000. Oumuamua presentaba diferentes anomalías que lo
hacían aún más raro entre la población conocida de asteroides o cometas.
Los primeros visitantes interestelares debieron
parecerse a objetos familiares. ¿Sus peculiares propiedades implican que nos
estamos perdiendo algo sobre nuestro vecindario cósmico?
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