A la caza de exolunas
Existe un planeta en las afueras de nuestro Sistema
Solar que tiene 79 lunas. Lleva el nombre de un dios, Júpiter, y se lo merece.
El dios de los dioses en la mitología romana era celoso y vengativo. En el
reciclaje de su nombre como planeta, no tengo claro si se puede hablar de
toponimia fuera de la Tierra, es simplemente eso, un planeta. Eso sí, el más
grande que tenemos en casa, así que llevar puesto el nombre de un dios le
ajusta como un guante.
Júpiter tiene tantos satélites que algunos todavía no han sido nombrados oficialmente, en concreto 23 de ellos. Entre las lunas de Júpiter que sí tienen nombre podemos encontrar a las menos conocidas Thyone, Adrastea, Isonoe o Kale y también a las famosas Europa, Ganímedes la más grande del Sistema Solar, o Ío la de los volcanes. Si la mera presencia de una luna nos fascina en la Tierra, podemos fantasear como sería el cielo nocturno en la superficie de nuestro vecino gigante: un cielo surcado por satélites naturales de colores y tamaños diferentes, y con alineaciones recurrentes. La imaginación es una parte importante de las múltiples habilidades del cerebro y como en verano las noches son cortas e invitan a mirar el cielo soñemos cómo sería tener un planeta con tantas lunas como Júpiter o como Saturno con sus más de 60.
Pero, ¿de dónde salen tantas lunas? Por lo que
sabemos hasta la fecha, el proceso de formación de un satélite alrededor de un
planeta es similar al de construcción de un planeta orbitando una estrella,
ambos crecen en el disco resultado del proceso de formación del cuerpo más
grande. Aunque en el caso de las lunas también se pueden crear a partir de una
colisión gigante como en el caso de la nuestra. O pueden haber sido capturadas.
Este parece ser el origen de Tritón, un cautivador satélite que orbita al
planeta Neptuno. Tritón tiene una órbita que gira en dirección contraria al
planeta y esto, junto con su composición química, que es similar a la de
Plutón, hacen pensar que estamos tratando con un objeto que posiblemente haya
sido atado atrapado por el campo gravitatorio de Neptuno y que tenga origen en
el llamado cinturón de Kuiper, una concentración de cuerpos menores más allá de
la órbita neptuniana.
El caso es que en el Sistema Solar existen cientos
de satélites naturales orbitando, sobre todo, los planetas gigantes. Pero fuera
de nuestro sistema todavía no tenemos ninguna luna, exoluna, confirmada a pesar
de que pudieran estar alrededor de los miles de exoplanetas que hemos
conseguido detectar en los últimos años. La búsqueda de exolunas continúa. El
problema es que su detección es complicada.
La técnica más prolífica de detección de exoplanetas
es la de tránsitos. Así es como se han descubierto la mayor parte de los
planetas confirmados hasta la fecha (véase Kepler por ejemplo). El método
consiste en apuntar a la estrella con un telescopio, ya sea en tierra o en el espacio,
y esperar a que algo pase por delante. Obviamente, es más sencillo medir algo
que pasa delante cuando es grande con respecto al cuerpo que oculta y está en
el mismo plano. Del mismo modo que resulta más probable que sea tu abuela, y no
una mosca, quien te haya estropeado más de un momento álgido mientras veías tu
programa favorito en la televisión. Aunque ambos hayan pasado siempre a la
misma distancia de la televisión y haya en promedio muchas más moscas que
abuelas, tu abuela es, esperemos, más grande y si no es así es que tienes un
problema de plagas en casa nivel Parque Jurásico.
https://elpais.com/ciencia/2022-06-22/a-la-caza-de-exolunas-la-proxima-frontera-de-exploracion-planetaria.html
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