Estrellas están desapareciendo del firmamento sin motivo aparente
En los años 50 del siglo pasado se registraron
multitud de fuentes luminosas en placas fotográficas durante la noche desde el
Observatorio Palomar en California (EE UU), dentro un importante estudio
astronómico llamado Palomar Observatory Sky Survey (POSS).
Ahora investigadores del Centro de Astrobiología
(CAB, un centro mixto del CSIC y el INTA) han confirmado que objetos detectados
en esas placas no aparecen en sondeos mucho más recientes, como el de la misión
Gaia desde el espacio o Pan-STARRS desde un observatorio en Hawái, en los que
se emplean telescopios e instrumentos mucho más potentes.
El estudio, aceptado para su publicación en la
revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, se ha llevado a cabo
con el Observatorio Virtual, una especie de Google astronómico que permite
encontrar y analizar todo lo relacionado con cualquier objeto astronómico de
manera rápida y eficiente.
Con esta herramienta los autores han analizado miles
de imágenes, con millones de objetos, y han buscado contrapartidas en decenas
de archivos astronómicos, cada uno con millones de objetos también. Así han
comprobado que las ‘desapariciones’ de estrellas y otros objetos pueden tener
motivos diversos.
Explicaciones
para las ‘desapariciones’
Una posibilidad es que los objetos identificados en
las placas fotográficas nunca fueran reales, sino meros defectos de las mismas.
El hecho de que las placas originales sean tratadas como verdaderas reliquias
astronómicas y su acceso esté estrictamente limitado, en particular en estos
tiempos de pandemia, dificulta en gran medida verificar esta hipótesis. No
obstante, es altamente improbable que todos los objetos identificados sean
defectos de la placa y que todos ellos tengan la forma esférica que se espera
para las estrellas reales.
Otra posible explicación es que el objeto siga
siendo visible, pero haya cambiado de posición. Al margen de que se trate de
algún asteroide (se han encontrado algunos entre las fuentes analizadas), en
esta categoría caerían las que se conocen con el nombre de estrellas con alto
movimiento propio.
Para identificarlas, los autores han usado los datos
de la misión Gaia, que ha generado el censo de posiciones y velocidades de
estrellas más completo hasta la fecha. Y, aunque podrían existir objetos con
alto movimiento propio que no hubieran sido catalogados por Gaia, no se espera
encontrar muchos.
Una tercera opción es plantear que el objeto no ha
desaparecido: sigue estando ahí pero el brillo ha disminuido tanto que no es
detectable incluso con telescopios e instrumentación moderna. En este supuesto
entran de manera natural las conocidas como estrellas variables, estrellas que
cambian su brillo.
En concreto, las estrellas de tipo espectral M con
fulguraciones, explicarían un alto porcentaje de estos miles de objetos que han
desaparecido en las últimas décadas. Serían objetos que experimentaron una
fulguración en el momento en el que fueron observados en los años 50 y que, en
las épocas en las que los cartografiados más modernos tuvieron lugar, se
encontraban en un estado mucho más tranquilo y con brillos por debajo del nivel
de detección.
Siguiendo con las explicaciones, otra posibilidad es
que el objeto haya desaparecido debido a un proceso astrofísico desconocido.
Según ciertos modelos, los objetos muy masivos (de más de 15 masas solares)
podrían colapsar directamente a un agujero negro sin pasar por la fase de
supernova.
Estos objetos se conocen con el nombre de supernovas
fallidas. Alguna podría haber sido visible en los años 50 y no ser detectable
en cartografiados modernos. No obstante, aunque se han propuesto diferentes
candidatos a supernova fallida, todavía se está lejos de comprender su
verdadera naturaleza (si es que realmente existen).
Hipótesis
descartadas
Hay otras opciones que se han descartado, como que
el objeto desaparecido sea un satélite artificial (el primero, Sputnik-1, se
lanzó en octubre de 1957 y el 99 % de las observaciones analizadas en el
estudio se realizaron entre 1949 y 1956) o que el objeto haya sido ocultado por
una civilización extraterrestre extremadamente avanzada tecnológicamente.
Aunque esta última hipótesis es muy difícil de
refutar al 100 %, la experiencia (por ejemplo, el descubrimiento del primer
púlsar o los anómalos cambios de brillo en objetos como la estrella de Tabby o
Betelgeuse) indica que es mucho más razonable asociar la desaparición de estos
objetos a causas naturales antes que desarrollar otras hipótesis alternativas.
A modo de conclusión, el equipo plantea que no se
tiene certeza de lo que realmente son. Podrían ser estrellas de baja masa con
fulguraciones, otros tipos de estrellas variables, objetos con alto movimiento
propio no catalogados, asteroides no identificados previamente, supernovas con
alto corrimiento al rojo, objetos extragalácticos o, incluso, procesos
astrofísicos todavía desconocidos. La aventura del descubrimiento no ha hecho
más que comenzar.
Para Enrique Solano, investigador del CAB que ha
dirigido este trabajo, “esta lista de objetos constituye, sin duda, un tesoro a
explorar a corto y medio plazo con nuevos telescopios tanto desde tierra como
desde el espacio”.
“Como ejemplo –añade–, un análisis preliminar ha
permitido identificar una enana marrón, un tipo de objetos que ya aparecían en
las observaciones de los años 50 y para los que hubo que esperar unos 40 años
más para su descubrimiento oficial”.
Este estudio se ha realizado en el marco del
proyecto Vanishing & Appearing Sources during a Century of Observations
(VASCO), liderado por la astrofísica Beatriz Villarroel de la Universidad de
Estocolmo (Suecia) y cuyo objetivo es buscar objetos astronómicos raros y
curiosos que puedan haber desaparecido o aparecido en nuestro cielo.
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