Descubierto en las profundidades: el gusano comehuesos

 

Las profundidades marinas son el hogar de un grupo de animales que lucen como pequeñas plantas. No tienen boca, ni estómago, ni ano. Viven dentro de un tubo que tiene un penacho rojo de plumas que sale de un extremo y una mata de raíces en el otro.

Los científicos especialistas en aguas profundas los identificaron por primera vez en 2002, cuando crecían como una alfombra peluda sobre el esqueleto de una ballena que encontraron por casualidad a casi 3 mil metros de profundidad en la bahía de Monterrey, California. Un robot de buceo de gran profundidad sacó muestras que revelaron que no se trataba de plantas, sino de gusanos que se alimentan de huesos, ahora llamados oficialmente Osedax, los comehuesos en latín.

Tan pronto como los científicos supieron cómo hallarlos, la búsqueda de los gusanos comehuesos –también conocidos como gusanos zombis– comenzó con toda seriedad. Los equipos arrastraban ballenas muertas encalladas en la costa y las hundían en las profundidades. Los equipos de desembarco depositan en el fondo marino paquetes de huesos de animales –cerdos, vacas, pavos– y los recuperan meses o años después para observar qué tipo de gusanos los han infestado.

“Básicamente, dondequiera que pongamos los huesos, los encontramos (los gusanos)”, comenta Greg Rouse, del Instituto Scripps de Oceanografía de San Diego, y uno de los miembros del equipo que descubrió y describió el Osedax.

Hasta la fecha se han encontrado más de 30 especies de todo el mundo. Entre ellas se encuentra la mucofloris comehuesos, Osedax mucofloris, encontrada por primera vez en las costas de Suecia. El Osedax fenrisi fue descubierto cerca de una fuente hidrotermal a más de 2 mil metros de profundidad en el Ártico, y recibió su nombre en 2020 en honor al hijo del dios nórdico Loki, Fenrir el lobo.

El tamaño de este gusano comehuesos varía desde la longitud de un dedo meñique hasta un tamaño inferior al de una pestaña. Los que se pueden observar a simple vista suelen ser hembras. Los machos en su mayoría son diminutos y no comen huesos. Viven en “harems” de decenas o cientos de especímenes dentro del tubo mucoso de la hembra, y esperan a que salgan sus huevos para fecundarlos inmediatamente.

Toda la energía que obtienen estos diminutos machos proviene de sus madres a través de las yemas de los huevos. Una vez que agotan esa reserva de energía, mueren. “Los llamábamos machos kamikaze”, comenta Robert Vrijenhoek, biólogo evolutivo jubilado del Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterrey, California, que también formó parte del equipo original de búsqueda de los Osedax.

Una especie, Osedax priapus, se comporta de forma diferente. Rouse y sus colegas le dieron el nombre del antiguo dios griego de la fertilidad, representado en frescos eróticos. Estos machos tienen un tamaño similar al de las hembras y una trompa larga y extensible que utilizan para alcanzar el hueso.

“A esto lo llamo deambular por el hueso”, explica Rouse. Cuando encuentran a las hembras, estos machos expulsan el esperma almacenado en su cabeza.

Para alimentarse, los Osedax perforan los huesos produciendo ácido de la misma manera en que los humanos producen ácido gástrico. Los paleontólogos, en su afán de descubrir cuándo evolucionaron los gusanos Osedax, encontraron agujeros reveladores perforados en los huesos fosilizados de un plesiosaurio de 100 millones de años, uno de los gigantescos reptiles marinos que alguna vez deambularon por el océano.

Los estudios genéticos respaldan la teoría de que los Osedax existen al menos desde el Cretácico, es decir, mucho tiempo antes de que existieran esqueletos de ballenas para darse un festín.

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