¿Por qué en el siglo XIX estaban convencidos de que había vida en Marte?
Durante las dos últimas décadas del siglo XIX y gran
parte del XX se tuvo el firme convencimiento de la existencia de vida
inteligente en el Marte. Numerosos son los astrónomos que basaron sus artículos
de investigación sobre el Planeta Rojo en un pequeño y torpe error de
interpretacióny traducción (del italiano al inglés) y en los que indicaban con
rotundidad presencia de elementos artificiales sobre la superficie planetaria.
Uno de los
mayores difusores de esta errónea interpretación fue el estadounidense Percival
Lowell, quien invirtió gran parte de su vida y de su fortuna personal
(pertenecía a una adinerada familia de Boston) en construir uno de los
observatorios más grandes e importantes de la época (‘Observatorio Lowell’,
inaugurado en 1894) en la población de Flagstaff (Estado de Arizona) y que,
entre otras muchísimas cosas, sirvió para que Clyde Tombaugh descubriera el
planeta enano Plutón.
Lowell no era astrónomo de formación, aunque sí
desde joven se interesó por esa ciencia y decidió dedicar su vida a la observación
de los astros, sus movimientos y fenómenos alrededor de los mismos. Hacia
finales del siglo XIX llegó a sus manos un detallado informe sobre la
superficie de Marte, el cual había sido escrito originalmente en italiano por
Giovanni Schiaparelli, director desde 1877 del prestigioso Observatorio
Astronómico de Brera, en Milán.
Aquel informe llegó a Percival Lowell ya traducido
al inglés y sin poner en duda nada de lo que allí ponía (debido a la gran
solvencia que Giovanni Schiaparelli tenía en los círculos astronómicos) quedó
sorprendido por lo que leyó sobre los canales de Marte, dando origen y difusión
a una de las creencias erróneas más famosas sobre el Planeta Rojo.
No se sabe a ciencia cierta quién fue el primer
traductor que trasladó al inglés los detallados informes sobre Marte escritos
por Schiaparelli en su idioma natal (el italiano), pero cometió un pequeño y
torpe error de interpretación que dio pie a una grandísima confusión, la cual
se mantuvo a lo largo de casi un siglo.
El error se encontraba en la parte en la que
Schiaparelli describía unas formaciones rectilíneas de color oscuro, en la
superficie de Marte, las cual denominó como ‘canali’ (palabra en italiano que
hace referencia a un ‘canal’), pero el encargado de traducirlo al inglés utilizó
un término que no era el adecuado, dando pie al mencionado equívoco, poniendo
la forma ‘canals’, utilizada para hacer referencia a un canal de construcción
artificial (el error se produjo, muy probablemente, porque hacía muy pocos años
que se habían terminado las obras del Canal de Suez, siendo este término
ampliamente utilizado y que se había convertido en una palabra muy común), pero
en realidad se debía haber traducido como ‘channel’(que también significa canal
pero que se usaba para referirse a los accidentes geográficos naturales).
Cuando la traducción al inglés, del estudio
realizado originalmente en italiano por Giovanni Schiaparelli, llegó a manos de
Percival Lowell, éste no puso en duda lo que ahí ponía, difundiendo ampliamente
entre los estadounidenses la errónea creencia de la existencia de canales
artificiales en Marte y, por tanto, de vida inteligente.
Aunque se intentó rebatir esta creencia a lo largo
de los años, llegó a estar tan arraigada y difundida que no pudo ser hasta ya
bien entrados en el siglo XX (concretamente en la década de 1970) cuando la
NASA pudo demostrar (a través de las sondas espaciales enviadas a Marte, dentro
del ‘Programa Viking’) la no existencia de canales artificiales en la
superficie del Planeta Rojo.
Cabe destacar que el mencionado error de
interpretación también fue lo que dio pie a que en la literatura de ciencia
ficción de la época se empezara a nombrar a los seres extraterrestres e
imaginarios como ‘martians’(marcianos), al tener el convencimiento que, de haber
existencia de vida inteligente en el espacio, estos vendrían muy probablemente
de Marte.
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