Las diferencias en una cavidad craneal abren la puerta a la existencia de una nueva especie humana

 

El cráneo humano está lleno de huecos y cavidades con tamaños y funciones muy diferentes. Algunos de ellos, los más grandes, sirven para albergar el cerebro y el cerebelo y sobre otros, los senos maxilares, apenas unas finas paredes óseas, se asientan nuestros rostros. 

Pero hay más. Como explica JM Nieves en el diario ABC, justo encima de los huesos de la nariz y cerca de las cuencas de los ojos están los llamados senos frontales, esos que se llenan de mucosidad cuando sufrimos de sinusitis. Desde hace décadas, los científicos debaten sobre cuál podría ser la función exacta de estas pequeñas cavidades craneales de apenas unos cm. ¿Aislar el lóbulo frontal del frío exterior? ¿Tienen que ver con la mecánica de la masticación? ¿O quizá con las características morfológicas del cerebro? Lo que sí se sabe es que los senos frontales afectan a la forma y al tamaño cerebral. De hecho, el que estos huecos sean más o menos grandes influye en las dimensiones de nuestro lóbulo frontal.

Pero hay, además, otro misterio. En las distintas especies humanas, el tamaño de los senos frontales varía, no es el mismo. En los neandertales, por ejemplo, esas cavidades son mayores que en nuestra propia especie. Y aunque existen varias teorías que han tratado de explicar esta diversidad, lo cierto es que los científicos no lo han conseguido. Ahora, la revista 'Science Advances' acaba de publicar un estudio, el primero en su género, en el que un extenso equipo de investigadores, entre ellos el paleontólogo español Juan Luis Arsuaga, codirector de los yacimientos de Atapuerca y director científico del Museo de Evolución Humana (MEH), analiza por primera vez con TAC en 3D los senos frontales de individuos de todas las especies de la evolución humana.

 «Nunca se había hecho algo así -explica Arsuaga a ABC- , se trata de un trabajo ímprobo, de mucha gente durante muchos años Nosotros empezamos con los TAC en los 90, en el hospital 12 de Octubre. Fuimos de los primeros, fuimos pioneros y trabajando en centros españoles». Para esta investigación, Arsuaga ha analizado de esta forma los fósiles de seis individuos de Atapuerca y otros del yacimiento de Aroeira, en Portugal.

A diferencia de las radiografías convencionales, la Tomografía Axial Computerizada (TAC) permite estudiar el cráneo y sus componentes en tres dimensiones, como si fuera transparente. La técnica consiste en escanear el fósil capa a capa, en finísimas láminas que después se 'montan' en el ordenador hasta tener una pieza virtual completa. «Un trabajo enorme -dice Arsuaga-, pero que solo es un punto de partida».

El titánico esfuerzo llevado a cabo por los investigadores, en efecto, servirá a partir de ahora para llevar a cabo cientos de nuevos estudios que antes no eran posibles. «La enorme cantidad de información publicada en el artículo -prosigue el paleontólogo- es una auténtica mina para futuras investigaciones, porque nunca hasta ahora se había puesto a disposición de la comunidad científica un catálogo de fósiles tan completo como este. La gran pregunta es esta: ¿de qué depende el tamaño de los senos frontales en un cráneo? ¿y por qué se da tanta diversidad?». Cuestiones que, según Arsuaga, podrían responderse en el futuro.

«Ha habido dos grandes revoluciones en paleontología -explica Arsuaga-. La del ADN y la del TAC, que es una nueva forma de mirar los fósiles. Ahora ya tenemos toda esta información, igual que cuando se secuenció el ADN de un neandertal. A partir de ahora veremos qué es lo que toda esa información puede decirnos. Yo espero que en el futuro se podrá ver a qué se debe la variación que observamos, por qué hay especies humanas que tienen los senos frontales diferentes. Podremos ver si la razón está o no en el clima, en el cerebro, podremos saber por qué los neandertales eran tan diferentes de los humanos modernos...».

A pesar de que no es el objetivo de este trabajo científico, Arsuaga apunta alto y sugiere la posibilidad de que el estudio también encierre pistas que nos lleven hasta una nueva especie humana, hasta ahora desconocida.

«Es una conclusión mía -dice Arsuaga a ABC-, pero teniendo ya en la mano un catálogo tan completo, decidí fijarme en el caso de los tres cráneos del registro fósil que tienen los mayores senos frontales: son los de Broken Hill, en Zambia, el de Bodo, en Etiopía, y el de Petralona, en Grecia. Esos tres cráneos me llaman la atención porque tienen unos senos frontales monstruosos, tan grandes que sus lóbulos frontales han tenido que reducir su tamaño. Debido a que comparten este rasgo, los tres han sido agrupados bajo el nombre de Homo rhodesiensis«.

Pero Arsuaga va más allá: «¿Qué puede significar esa extraordinaria similitud? Sus senos frontales se salen, saltan a la vista. Se ha dicho que, en los tres casos, se trata de individuos extremos, de excepciones, pero no creo que sea así. En Atapuerca tenemos muchos individuos de la misma época, y ninguno tiene unos senos frontales tan enormes. Sin embargo, algo me dice que si estos tres cráneos son tan similares tienen que estar relacionados de alguna forma. Los tres vivieron en climas tropicales o mediterráneos, por lo que se descarta la explicación de que el tamaño de los senos era para proteger el lóbulo frontal del frío», afirma el investigador.

No acaba ahí el misterio: «También tienen en común la cronología, entre 500.000 y 250.000 años. En el mundo hay Homo erectus, Java, antepasados de los neandertales... y luego aquí está esta 'otra cosa'. Algo más que no conocemos debía de andar por ahí. Algo de lo que no se está hablando. Pero es mi impresión, mi primera impresión. Estos tres cráneos no son ni como los de la Sima ni como los asiáticos. Ahí había algo... y creo que no sería descabellado pensar que lo mismo representan una especie o subespecie humana totalmente nueva».

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