El cocodrilo resiste en ‘el río más contaminado’ de Costa Rica
Los lomos inmóviles de decenas de ejemplares enormes
de cocodrilo asoman en la superficie del Tárcoles, otros descansan en la orilla
de este río de Costa Rica que a diario vomita neumáticos y plásticos en los
manglares del Pacífico.
Unos 2.000 cocodrilos americanos (Crocodylus acutus)
habitan el Tárcoles, que nace en la cordillera Central, cerca de San José. Allí
se vierten desde hace décadas residuos de alcantarillas y basura que invaden el
ecosistema de su desembocadura, en el golfo de Nicoya.
«Es una zona supercontaminada, pero esto no ha
afectado a la población de cocodrilo», explica a la AFP Iván Sandoval, biólogo
de la Universidad Nacional de Costa Rica.
En los márgenes del Tárcoles estos animales
descansan al sol impasibles a la contaminación, alimentándose de peces que
remontan el cauce desde el mar.
Aunque en estas aguas se detectaron unos 150 tipos
de bacterias, los cocodrilos «no necesariamente se ven afectados por ellas»,
indica Sandoval.
«El río Tárcoles es el río más contaminado de Costa
Rica e incluso de los más contaminados de Centroamérica. Tiene gran cantidad de
descargas de toda la parte urbana”, agrega el experto en cocodrilos. “Se pueden
encontrar metales pesados, nitritos, nitratos, gran cantidad de restos de
desechos humanos».
Estos enormes reptiles «son fósiles vivientes», que
tienen la capacidad de tolerar condiciones muy difíciles, destaca el
investigador. «No han tenido que cambiar nada en millones de años, en su diseño
ellos son perfectos».
Aunque la contaminación no los afecta, estos
animales están en peligro de extinción en Costa Rica. En cambio, en Brasil se
recuperó la población de caimanes de hocico ancho (Caiman latirostris).
Esto condujo a un comité de la cumbre de la
Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y
Flora Silvestres (CITES), que culmina este viernes en Panamá, a autorizar a
Brasil a exportar caimanes nacidos en cautiverio.
Amenazados en el pasado por la caza, desde 1980 las
poblaciones de cocodrilos «se están recuperando» en el Tárcoles. Aunque ciertas
actividades ligadas al turismo ponen en riesgo ese repunte, advierte Sandoval.
Algunos turistas dan de comer a los reptiles, en un
país donde alimentar a los animales silvestres está prohibido.
Esto viene “condicionando el comportamiento de los
cocodrilos, haciendo que en vez de ser huidizos o esquivos y alejarse de las
personas, más bien se acerquen», afirma Sandoval.
Por el río navegan cada día decenas de embarcaciones
con turistas, en su mayoría extranjeros, que buscan la experiencia de ver
reptiles de seis metros de cerca y en libertad.
Juan Carlos Buitrago, de 48 años, es capitán de una
embarcación y guía turístico. Y desde hace casi 30 años conduce a los
visitantes a ver las maravillas de la fauna y flora de esta cuenca.
Los que no navegan pueden observar a los cocodrilos
desde un puente en la ruta entre San José y el Pacífico.
Buitrago cuenta que regularmente él y otros
lugareños retiran desde la orilla del río cientos de neumáticos y plásticos que
arrastra la corriente.
«El río Tárcoles es conocido por los cocodrilos a
nivel no (solo) nacional sino también a nivel mundial. La contaminación no la
podemos esconder», dice resignado a la AFP.
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