Detectan el mayor chorro de plasma eyectado por un agujero negro: 7,4 millones de años luz de largo
Los agujeros negros supermasivos de las galaxias pueden emitir poderosos chorros o jets de radiación y partículas. Cuando se mantienen durante millones de años pueden influir en el flujo de materia del medio intergaláctico, al lanzar electrones, núcleos atómicos y campos magnéticos a través del espacio.
Observaciones anteriores indicaban que el tamaño de
estos chorros no podría superar los 5 megaparsecs (donde un parsec equivale a
3,26 años luz). Sin embargo, esta semana la revista Nature informa del
descubrimiento de dos jets con una longitud combinada de unos 7 megaparsecs o
23 millones de años luz, los más grandes reportados hasta la fecha. Expulsan
plasma caliente mucho más allá de su propia galaxia.
“Este par no es tan solo del tamaño de un sistema
solar o de una galaxia como la nuestra: estamos hablando de 140 diámetros de
Vía Láctea”, exclama el autor principal, Martijn Oei, becario postdoctoral del
Instituto Tecnológico de California (Caltech, en EE UU), “nuestra Vía Láctea
sería un puntito en estas dos gigantescas erupciones”.
La megaestructura de chorros, apodada Porfirión en
honor a un gigante de la mitología griega, data de una época en la que nuestro
universo tenía 6.300 millones de años, es decir, menos de la mitad de su edad
actual de 13.800. Estos feroces flujos –con una potencia total equivalente a
billones de soles– salen por encima y por debajo de un agujero negro
supermasivo situado en el corazón de una galaxia remota.
Antes de este descubrimiento, el mayor sistema de
chorros confirmado era Alcioneo, que abarca el equivalente a unas 100 Vías
Lácteas. También se llama así por un gigante de la mitología griega y lo
descubrió en 2022 el mismo equipo que ahora ha encontrado a Porfirión.
El último hallazgo sugiere que estos sistemas de
chorros gigantes pueden haber influido más de lo que se creía en la formación
de galaxias en el universo joven.
Porfirión existió durante una época temprana en la
que los filamentos difusos que conectan y alimentan las galaxias, conocidos
como la red cósmica, estaban más juntos que ahora. Esto significa que chorros
enormes como esta pareja se extendían por una porción mayor de la red cósmica
en comparación con los del universo local.
“La red cósmica es la estructura más grande del
universo. Repito, es lo más grande que existe en el universo”, recalca a SINC
otro de los autores de Caltech, Antonio Rodríguez, “cuando primero se analizaron
las observaciones de las galaxias más lejanas en los años 70, los astrofísicos
se dieron cuenta que la estructura que formaban era como una ‘telaraña’, con
áreas de mayor y menor densidad, que siguen conectadas aunque se expanda la
red”.
“E igual que en una telaraña, en la red cósmica hay
vacíos enormes: los vacíos cósmicos, áreas en las que casi no existen
galaxias”, prosigue este investigador estadounidense de ascendencia mexicana,
“y este estudio revela que existen galaxias que lanzan jets que pueden
atravesarlos. Cada chorro mide 11,5 millones de años luz (23 millones sumando
los dos), y los vacíos cósmicos suelen tener radios de aproximadamente 15
millones de años luz”.
Esto quiere decir que por medio de los jets las
partículas o rayos cósmicos pueden atravesar esos vacíos cósmicos. “Sería como
una araña cruzando por los vacíos de una telaraña gracias a puentes invisibles
(o, mejor dicho, que solo se ven en ondas de radio), y gracias a esto, una
telaraña podría crecer más rápidamente o de maneras inesperadas”, apunta
Rodríguez, quien destaca: “Una de la conclusiones más importantes es que puede
ser que el universo haya evolucionado más rápidamente gracias a estos jets”.
El sistema de chorros de Porfirión se descubrió
durante un estudio del cielo realizado con el radiotelescopio europeo LOFAR
(LOw Frequency ARray) que ha revelado un número sorprendente de estas débiles
megaestructuras: más de 10.000. “Cuando descubrimos los jets gigantes, nos
quedamos bastante sorprendidos, no teníamos ni idea de que hubiera tantos”,
apunta Oei, que también trabaja en el Observatorio de Leiden (Países Bajos).
Oei y otros investigadores comenzaron a usar LOFAR
en 2018 para estudiar la red cósmica o ‘telaraña’ que atraviesa el espacio
entre las galaxias. A medida que el equipo inspeccionaba las imágenes de radio
en busca de sus tenues filamentos fue cuando comenzaron a notar los sistemas de
chorros sorprendentemente largos.
Se ha utilizado IA para buscar las señales de los
chorros y se ha contado con la ayuda de la ciencia ciudadana
Para buscarlos sistemáticamente, el equipo
inspeccionó las imágenes de radio a ojo, utilizó herramientas de aprendizaje
automático para escanearlas en busca de señales de los jets, y solicitó la
ayuda de ciudadanos científicos de todo el mundo para examinar estas
fotografías más a fondo. Ya se ha aceptado la publicación en la revista
Astronomy & Astrophysics de un artículo en el que se describe el lote más
reciente de chorros gigantes, que contiene más de 8.000 pares.
Para encontrar la galaxia concreta en la que se
originó Porfirión, los autores utilizaron el Radiotelescopio Gigante de Ondas
Metálicas (GMRT), situado en la India, y el Instrumento Espectroscópico de
Energía Oscura (DESI), que opera desde el Observatorio Nacional de Kitt Peak,
en Arizona (EE UU). Estas observaciones situaron el origen de los chorros en
una galaxia con unas 10 veces más masa que nuestra Vía Láctea.
“Hasta ahora, estos sistemas de chorros gigantes
parecían ser un fenómeno del universo reciente”, afirma Oei, “pero si los
distantes como estos pueden alcanzar la escala de la red cósmica, entonces
todos los lugares del universo pueden haber estado afectados por la actividad
de los agujeros negros en algún momento del tiempo cósmico”.
Una de las autoras del estudio, la astrofísica peruana
Gabriela Calistro Rivera, líder de proyectos para misiones espaciales en el
Centro Aeroespacial Alemán (DLR), añade: “Las grandes escalas de estos jets que
hemos descubierto no solo los convierten en las estructuras producidas por un
objeto astrofísico de mayor dimensión jamás detectadas, sino que también tienen
una gran importancia para nuestro entendimiento de los agujeros negros y el
papel físico que estos tienen en la evolución de las galaxias y la materia en
el universo”.
“Tenemos evidencia indirecta de que los agujeros
negros masivos y supermasivos regulan el crecimiento de las galaxias, pero aún
no entendemos muy bien cómo ocurre esto –reconoce–. Descubrir chorros de tales
dimensiones en el universo lejano implica que su emisión de jets puede tener un
rol más importante que lo que se pensaba, y abre la posibilidad también de
encontrar muchos más en futuras observaciones”.
Por su parte, Rodríguez señal que el misterio más
grande “es determinar cuántas galaxias más con jets de este tipo existen, cómo
influyen las teorías que tenemos sobre la evolución galáctica y el rol que
tiene la materia oscura en esta evolución. Puede ser que esto también afecte
nuestras teorías sobre qué pasó inmediatamente después del Big Bang”.
Además de la cantidad de chorros gigantes que podría
haber, otro de los retos pendientes es saber cómo pueden extenderse tanto más
allá de sus galaxias anfitrionas sin desestabilizarse. “Puede que estemos
viendo la punta del iceberg”, afirma Oei, “ya que nuestro estudio con LOFAR
solo cubría el 15 % del cielo, y es probable que la mayoría de estos jets sean
difíciles de detectar, por lo que creemos que hay muchos más ahí fuera”.
Como siguiente paso, el astrónomo quiere comprender
mejor cómo influyen estas megaestructuras en su entorno. Los chorros esparcen
rayos cósmicos, calor, átomos pesados y campos magnéticos por todo el espacio
entre galaxias, y ahora está especialmente interesado en averiguar hasta qué
punto propagan ese magnetismo.
“El magnetismo de nuestro planeta permite que la vida
prospere, así que queremos entender cómo surgió”, comenta, “y también sabemos
que impregna la red cósmica, se abre camino en las galaxias y las estrellas y,
finalmente, llega a los planetas, pero la pregunta es: ¿dónde empieza? ¿han
propagado estos chorros gigantes el magnetismo por el cosmos?”. Futuras
investigaciones podrían tener la respuesta a estos y otros misterios sobre los
gigantes como Porfirión.
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