La "herejía de Kepler": las matemáticas que llevaron a cuestionar a Dios como arquitecto del universo
La misión de Johannes Kepler, matemático, astrónomo,
astrólogo al servicio del emperador Rodolfo II de Habsburgo, era desvelar las
leyes que sirvieron al Creador para dar forma al universo.
Pero Kepler se enfrentó al juicio de una
incongruencia, una pieza que no encaja con la lógica y que cuestionaba la
omnipotencia de Dios.
Esa incongruencia es la figura geométrica del
heptágono.
Euclides renunció a ella por su extravagante
naturaleza, y que Kepler aseveró: "No ha podido ser construida conscientemente
por una mente".
"La Geometría es uno de los eternos reflejos de
la mente de Dios", escribía Johannes Kepler en Mysterium Cosmigraphicum
(1959).
"Yo me propongo demostrar que Dios, al crear el
universo y al establecer el orden del cosmos, tuvo ante sus ojos los cinco
sólidos regulares de la geometría conocidos desde los días de Pitágoras y
Platón, y que Él ha fijado de acuerdo con sus dimensiones el número de los
astros, sus proporciones y las relaciones de sus movimientos".
Según Kepler, el Cosmos estaba ordenado dentro de una
gran esfera y había sido construido con la expansión de los poliedros
regulares.
Sólo existen cinco poliedros regulares: tetraedro,
cubo, octaedro, dodecaedro e icosaedro.
Dentro de la órbita o esfera de Saturno, Kepler
inscribió un cubo; y dentro de este la esfera de Júpiter circunscrita a un
tetraedro.
Sobre el tetraedro situó la esfera de Marte.
Entre las esferas de Marte y la Tierra encajaba el
dodecaedro.
Entre la Tierra y Venus el icosaedro; entre Venus y
Mercurio el octaedro.
Y en el centro de todo el sistema, el astro rey, el
Sol.
Kepler había construido el esqueleto de la Armonía
de las esferas ensamblando poliedros.
Para dar forma a la Armonía de las esferas, Kepler
despliega en su obra Harmonices mundi el desarrollo geométrico de los
polígonos, y entre ellos el heptágono, una singularidad que rompía la armonía.
En su obra, Kepler afirma que esta figura no ha
podido ser construida conscientemente, y tampoco es posible darle forma con los
métodos utilizados por Durero, Cardano, Clavio o Bürgi.
Kepler duda si verdaderamente lo pudieron hacer, o
si lo lograron de manera fortuita.
Kepler basaba su argumentación científica en la
imposibilidad geométrica de la construcción del heptágono con escuadra y
compás.
La construcción de esta figura tampoco se explica en
los Elementos de Euclides, ni en el Almagesto de Ptolomeo. Al caerle los copos
de nieve sobre el puente de Carlos en Praga, Kepler tuvo su "momento
eureka" particular.
Kepler llegó a afirmar que la máquina celeste no fue
creada como un "animal divino, sino como un reloj regido por una fuerza
que puede expresarse matemáticamente"
El Dios Geómetra, de gran popularidad en la Edad Media,
estaba siendo cuestionado.En el ilusionario del movimiento circular de los
planetas había más cosas que no encajaban.
Kepler no podía explicar matemáticamente por qué a
principios de noviembre el atardecer del día cae rápidamente y el amanecer se
adelanta velozmente a medianos de febrero.
Convencido de que todo el cosmos y sus
circunstancias podían explicarse con matemáticas, encontró cómo resolver el
enigma.
Hijo de un mercenario y una madre acusada de ser
bruja, Kepler miró al cielo y descubrió que el Sol estaba en el centro del
Sistema Solar.
Tras estudiar durante cinco años las observaciones
exhaustivas y meticulosas de los planetas hechas por Tycho Brahe, tratando de
ajustar el viaje de Marte a varias curvas, en 1609 publicó las dos primeras de
sus tres leyes del movimiento planetario.
La primera ley establece: "La órbita de todos
los planetas es una elipse con el Sol en uno de sus focos".
Aquel hallazgo fue fundamental para la comprensión
del universo.
Sin embargo, también suponía zozobra en los
intereses de Kepler.
¡Cómo era posible que el creador eligiera una elipse,
y no un círculo perfecto!
En la mente de Kepler nunca hubo intención de
cuestionar al divino Arquitecto del cosmos.
Sin embargo, al otro lado del mundo, en Filipinas,
un misionero dominico estudió al detalle la obra de Kepler y señaló la herejía:
la opinión que Kepler había manifestado sobre el heptágono cuestionaba al
Creador.
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