¿A qué huele el espacio?
¿Qué podrían tener en común las pastillas de freno,
unas almendras quemadas, el metal caliente y un filete chamuscado? Según los
astronautas, la respuesta es que todos ellos huelen tal y como lo hace el
espacio. Y es que, si la composición específica del espacio ya era una
incógnita para los científicos, estos testimonios de astronautas sobre los
olores percibidos en su estancia en la Estación Espacial Internacional lo son
mucho más.
Mientras que algunos de estos viajeros lo definen
como un olor agradable, muchos otros lo tachan de asqueroso. En lo que todos
están de acuerdo es que se trata de un olor intenso, difícilmente ignorable
durante los meses de estancia en el espacio y que, en muchas ocasiones,
recuerda a olores metalizados o chamuscados: carne quemada, gases de soldadura
o metal oxidado.
Lo más extraño de este asunto es que el espacio no
huele, pues no hay gases ni aire que puedan desprender un aroma característico:
únicamente existe vacío. Entonces, ¿de dónde provienen estos singulares olores?
La comunidad científica plantea dos posibles hipótesis como respuesta a esta
incógnita.
Una de las posibilidades que se barajan, es que el
olor provenga de una característica reacción de oxidación durante el proceso de
despresurización a la entrada de la nave. A diferencia de la Tierra, el oxígeno
que se encuentra en el Universo es atómico, es decir, es una molécula compuesta
únicamente por un átomo (O). Sin embargo, dentro de la nave existirá la
molécula de oxígeno biatómica (O2), necesaria para respiración.
Por lo tanto, los científicos sostienen que ese
oxígeno atómico podría adherirse a los trajes y herramientas de los astronautas
durante las expediciones espaciales, y producir una reacción de formación de
ozono (O3) al entrar en contacto con el biatómico de dentro de la nave. Esa
reacción sería la que originaría ese característico olor a quemado.
Otra hipótesis establecería el origen del olor en
las estrellas moribundas. Durante la fase final, los astros liberan una gran
cantidad de energía que produce un compuesto conocido como PAH (hidrocarburo
policlínico aromático), que se mueve por
el espacio colaborando a la creación de nuevas estrellas, planetas y cometas.
Además, se trata de un compuesto que se encuentra también en la Tierra, por lo
que su olor es reconocible y puede ser identificable con el de los testimonios.
Por tanto, en este caso, sería la adhesión de estas partículas a los trajes la
que permitiría a los astronautas captar ese olor al entrar en la nave.
"Ese misterioso aroma es tema de debate
fraternal entre los astronautas. Se ha comparado con un bistec a la plancha,
metal caliente, gases de soldadura y olor a barbacoa, por nombrar algunas
opciones” Son palabras del astronautaTim Peake recogidas en su libro Por qué el
espacio huele a barbacoa y otras preguntas que solo un astronauta puede
responder.
En esta obra, entre otros temas, narra su completa
experiencia con este aroma. Cuenta Tim, que para él era un olor agradable, y en
muchos casos le recordaba al que aparece debido a la electricidad estática al
quitarse de forma demasiado rápida o violenta un jersey o una camiseta. En
otras ocasiones, la nostalgia de estar lejos de casa lo hacía evocar una
barbacoa en verano: en sus propias palabras, “a salchichas asadas sobre una
parrilla de carbón”. Sea como sea, él rescata, ante todo, la romántica idea de
que ese olor debe ser el que dejan las estrellas fugaces debido a su
combustión.
Uno de los intereses de la NASA era poder recrear
ese característico olor del que hablaban los astronautas experimentados para
poder preparar a futuros candidatos. El objetivo era simple: intentar simular
durante el entrenamiento las condiciones del espacio para evitarles sorpresas
inesperadas. Este plan incluía el olor del espacio.
Así, en 2008, contrataron los servicios de Steve
Pearce, un químico estadounidense fundador de la compañía “Omega Ingredients”,
para intentar identificar las máximas sustancias posibles que pudiesen irradiar
ese característico olor y recrear el aroma. El proyecto fue un completo éxito y
permitió a la NASA disponer de una imitación de la fragancia que los
astronautas se encontrarían durante el viaje.
Sin embargo, al cabo de unos años en secreto, se
tomó la decisión de comercializar la sustancia en forma de perfume bajo el
nombre ‘Eau de Space’. Aunque pueda parecer un acto financiero, los fines no
eran económicos. Esta puesta en mercado tenía la finalidad de aumentar el
interés en el aprendizaje de ciencia, tecnología y matemáticas a través de la
educación experimental.
Siguiendo el mismo propósito, desde hace un par de
años, se encuentra también en el mercado la fragancia “Eau de Luna”, al mismo
precio que su compañera. De esta forma, parece que acercarse a la experiencia
de viajar al espacio está un poco más al alcance de todos, aunque por el
momento, sea sólo de manera olfativa.
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