El inventor español del traje espacial que rechazó a la NASA porque esta no quiso usar la bandera de España
Lo que muy poca gente sabía ni
tampoco sabe hoy es que el traje en el que iba enfundado el astronauta y su
compañeros durante aquella hazaña estaba basado en uno que había inventado un
español 30 años. Su nombre era Emilio Herrera, nacido en Granada el 13 de
febrero de 1879, en el seno de una familia burguesa de tradición militar, al
que más tarde se conoció como el «Verne español».
Tal como explica el diario El
País, a lo largo de su vida fue aviador, ingeniero, militar, político y
aventurero, además de inventor. Desde muy joven destacó por su curiosidad y su
vocación científica, a lo que pronto añadió su sueño por realizar viajes
verticales. Por eso empezó a principios del siglo XX a intentar encontrar los
medios necesarios para lograrlo, inclinándose más por la ciencia y la
tecnología que por la ficción. De ahí surgió su «escafandra astronáutica» que
la NASA adaptó para los viajes espaciales décadas después. E incluso intentaron
contar con sus conocimientos, pero se negó.
Herrera era, según los testimonio
de quienes les conocieron, un tipo singular y discreto. También un ferviente
católico practicante, además de monárquico y conservador, lo que no le impidió
ser presidente del gobierno republicano en el exilio, entre 1960 y 1962. Aún
así, hasta hace poco no estaba lo suficientemente reconocido ni en su ciudad
natal, donde tan solo una plaza y un monolito recuerdan sus aportaciones. Fue
en 2017, por fin, cuando el Parlamento andaluz y multitud de instituciones
colaboraron para celebrar el 50 aniversario de su muerte con todo tipo de actividades.
Pronosticó la llegada del hombre
a la Luna en 1932 y trabajó para que así fuera. Primero por medio de la carrera
estratosférica que se estaba librando en globo. «Toda mi preferencia ha sido
siempre por los viajes en dirección normal [perpendicular] a la superficie
terrestre, bien elevándome a las nubes, bien descendiendo a las entrañas de la
Tierra o bajo el agua de los mares», contaba en 1933, durante su discurso de
entrada en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Fue alrededor
de esta fecha cuando inventó y diseñó la famosa «escafandra estratonáutica».
No cabe duda de que era más un
hombre de ciencia que de política. Sus conocimientos abordaban multitud de
materias, hasta el punto de que fue miembro de la Unesco en calidad de
consultor para el uso pacífico de la energía nuclear e impulsó en Cuatro
Vientos el Laboratorio Aerodinámico y la Escuela de Ingenieros Aeronáuticos. Y,
además, se codeó con científicos tan importantes como el mismo Albert Einstein
y fue amigo de personalidades de otros ámbitos como el Rey Alfonso XIII.
Su pasión por volar, sin embargo,
se impuso a todos esos proyectos. Por eso acabó convirtiéndose en uno de los
primeros pilotos de globo de España. Y por eso más tarde se pasó a los aviones,
hasta que, en 1914, fue protagonista de las portadas de los periódicos al ser
la primera persona que cruzó el estrecho de Gibraltar en aeroplano.
A pesar de su fracaso en el
primer intento de ascensión a más de 22.000 metros de altitud, con el objetivo
de establecer el récord de altura con un globo de barquilla abierta, Emilio
Herrera no se desanimó en su sueño de conquistar el espacio exterior. Su plan
inicial era tomar las medidas necesarias para estudiar la radiación cósmica una
vez que el hombre hubiera alcanzado la estratosfera.
La escafandra de Herrera puede
ser considerada una de las mayores aportaciones europeas a la conquista del
espacio. Se trataba de una vestimenta diseñada para protegerse de las
temperaturas extremas, la baja presión y la falta de oxígeno de la
estratosfera. De ahí que muchos la consideren precursora de los trajes
espaciales actuales, como él mismo ya apuntó en 1935, en un artículo publicado
en la revista 'Madrid Científico': «Este será el atuendo de los navegantes que
en los futuros paseos por la estratosfera podremos admirar brillantes y
deslumbradores».
El ingeniero granadino estaba
convencido de que primero había que llegar a las capas superiores de la atmósfera
para poder intentar después alcanzar el espacio. Para ello, defendía, los
futuros astronautas necesitarían llevar un traje protector que les permitiera
salir de la nave para hacer las reparaciones pertinentes y, llegado el caso,
para caminar por la superficie de la Luna.
El suyo contaba con tres capas:
una de caucho, otra de lana y una tercera de lona muy resistente. La zona de
las articulaciones estaba diseñada como un acordeón reforzado con cables con el
que el astronauta podría moverse fácilmente. Y tenía también una capa de
aluminio pulimentado y una tela de plata para cubrir el casco y el traje, y que
este reflejara los rayos solares. Así evitaría el recalentamiento. Lo que el
ingeniero granadino no previó es que, a temperaturas tan bajas, el dióxido de
carbono producido por la respiración se congelaría dentro de la bombona que
incluyó y obstruiría el sistema.
Por desgracia, Emilio Herrera no
pudo probar su traje por el estallido de la Guerra Civil, aunque lo tuviera
todo preparado. El traje fue destruido y la tela del globo con el que pensaba
ascender hasta la estratosfera fue utilizada por los soldados republicanos para
hacer abrigos. Aún así, su invento acabó llegando a oídos de la NASA, que le
ofreció trabajo mientras él vivía en el exilio de Francia.
Algunas fuentes aseguran que el
granadino declinó la oferta, porque la Agencia Espacial estadounidense se negó
a satisfacer su petición: que el satélite en el que se iba a llevar a cabo la
misión espacial para probar su prototipo de traje llevara también la bandera de
España. Según cuenta Carlos Lázaro Ávila en su libro 'La aventura aeronáutica',
el ingeniero granadino le dijo a su secretario: «Los americanos son como niños,
creen que con el dinero pueden comprarlo todo».
A pesar de ello, jamás abandonó
su faceta investigadora. De hecho, antes de que se supiera, él ya sospechó que
Alemania estaba fabricando la bomba atómica. De hecho, escribió sobre ello para
una revista francesa, cuya publicación en Alemania los nazis censuraron. Y
también rechazó una gran oferta económica de estos para que trabajara para
ellos.
Hace cuatro años, el Gobierno de
Pedro Sánchez, a iniciativa del ministro de Ciencia, Innovación y
Universidades, Pedro Duque, trató de devolver «el honor y la memoria» a este
inventor a quien la dictadura de Franco retiró la medalla de la Real Academia
de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales por razones políticas. «Herrera fue un
hombre excepcional, que se implicaba con fuerza y empuje en los proyectos que
emprendía. Su historia me es muy cercana por mi formación y trayectoria»,
destacó EFE. «Impulsado por la figura de su padre, que organizaba ferias y
espectáculos científicos en Granada a finales del XIX, Emilio se interesó desde
muy joven por la ciencia», añadió también Juan F. Cabrero Gómez, físico del
Laboratorio de Instrumentación Espacial Instituto Nacional de Técnica
Aeroespacial (INTA).
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