Una puerta al cielo desde el fin del mundo

 

Desde ALMA podrías hablar con un marciano pero no puedes llamar a Barcelona. No hay cobertura en la llanura de Chajnantor, a 5.058 metros sobre el nivel del mar, a pesar de que alberga 66 impresionantes antenas parabólicas: cada una de 100 toneladas de peso, entre 20 y 25 metros de altura y entre 7 y 12 metros de diámetro.

Hace mucho frío en este paisaje lunar del desierto de Atacama en Chile. Cero grados a las diez de la mañana. Viento. Ni una nube en el cielo de un azul improbable, lo que amplifica la sensación de poder tocar la silueta de la Luna con los dedos.

Este mes de marzo, el Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA) celebra una década desde su inauguración. La inversión inicial superó los mil millones de euros, financiada a partes iguales por las tres agencias astronómicas que se unieron en una asociación internacional para gestionar el observatorio: la europea ESO, la norteamericana NRAO y la asiática NAOJ. En total, están representados 21 países, entre ellos España, miembro del Observatorio Europeo Austral (ESO).

La Vanguardia visita el radiotelescopio ubicado a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar en el desierto de Atacama, en Chile, con motivo de su décimo aniversario.

No es casualidad que el proyecto astronómico más grande del mundo esté en este desierto, el lugar más seco del planeta. Y a tal altura: a mayor altitud, menos humedad. Para realizar la observación se requiere que la concentración de agua entre la antena y el Universo, en un largo tubo imaginario, no supere los 2,5 milímetros de agua.

ALMA no está en la Luna. Hay oxígeno, pero a esa altura el movimiento debe ser lento para contrarrestar el mal de altura, aunque en las tierras altas las bombonas de oxígeno que todo el mundo lleva a la espalda ayudan a caminar sobre el suelo salino.

El oxígeno también lo transportan los operarios que a esta hora de la mañana se encargan de mover una de las antenas, levándola primero sobre uno de los dos gigantescos transportadores de 28 ruedas construidos expresamente en Alemania, para luego reinstalarla en uno de los 192 bases distribuidas en todo el país. la llanura, en el sitio de operaciones de matriz (AOS).

Es una de las características de ALMA. Gracias a la interferometría, las 66 antenas se combinan para observar el espacio como un solo radiotelescopio y se pueden mover dentro de un campo de 10 millas para extender o hacer que la matriz sea más compacta, con un efecto similar al zoom de una cámara: cuanto más cerca están las antenas entre sí, se gana campo de visión pero se pierde resolución.

Cada antena está conectada por doce cables de fibra óptica, cada uno de los cuales transporta un gigabyte de información por segundo, directamente a una de las 66 placas base del correlador, el cerebro de ALMA, una supercomputadora creada específicamente para el observatorio. Ocupa una gran sala en el edificio futurista ubicado en el nivel y es uno de los procesadores de señal más rápidos del mundo, equivalente a tres millones de PC, aunque ya se ha aprobado una renovación que supondrá aumentar más de mil horas de observación por año.

El correlador está a cargo de un equipo de ingenieros electrónicos experimentados como el chileno Lorenzo Martínez-Conde. “Hay más de 3.500 tarjetas instaladas en esta sala”, explica. “La correlación es un proceso matemático que hace que cada uno de los pares de antenas brinde información específica de amplitud y fase, versus un espectro o rango de frecuencia”, agrega el ingeniero.

..

Comentarios

Entradas populares