El hombre que tras 11 años del tsunami en Japón sigue buceando para buscar a su esposa

 

El 11 de marzo del 2011 el mundo se estremecía, a la distancia, al conocer sobre el potente terremoto de 9.1 grados, y un posterior tsunami en Japón, que devastó ciudades y poblados enteros. La fuerza de la tierra y el mar acabaron con casi todo en la costa nororiental del país asiático.

Más de 20 mil personas murieron y 2.500 figuran como desaparecidas tras esa jornada, cuando la vida cambió a golpe de suelo y agua. Las olas alcanzaron casi 10 metros de altura.

Muchas son las historias que emergen, hasta la fecha, de las profundidades de los corazones que perdieron más que lo material: familias enteras o a alguno de sus miembros que nunca más aparecieron, dejando en ellos duelos eternos, imposibles de concluir, a falta de un sepulcro que ayude a seguir adelante.

Pero existe una historia en particular que el director estadounidense, Anderson Wright, encontró en la voz de un hombre cuya esposa desapareció, como miles de japoneses ese fatídico día.

Su relato se distingue, entre la inmensidad del amor y la del mar, que se la arrebató hace más de una década. Esa fuerza ahora lo tiene inmerso en ese mismo océano, en el que aprendió a bucear, con la esperanza de encontrarla “mientras mi cuerpo me lo permita”, según sus palabras.

El Tsunami en Japón dejó más de 20 mil muertos y 2.500 desaparecidos, entre ellos Yuko, la esposa de Yasuo TakamatsuYasuo Takamatsu se levantó temprano para ir a dejar a su esposa, Yuko, al banco en el que trabajaba cerca de la costa de Onagawa, en la prefectura japonesa de Miyagi.

Esa mañana, se despidió de ella y condujo por varios minutos rumbo a su casa, sin imaginar que la tierra y el mar estaban por acabar con todo, tras el que se conoce como uno de los terremotos más poderosos en la historia de la humanidad (9.1 grados).

Cuando la tierra se estremeció, la alerta estatal se escuchó por todos los medios posibles: “Todo el que vive cerca de las costas, debe evacuar”, decían los mensajes.

“En ese momento estaba tranquilo no estaba preocupado. Tal vez era mi deseo, mi esperanza de que ella estuviera viva en algún lugar”, relata Yasuo, en primera persona, en la producción dirigida por Anderson Wright, The Diver (El Buzo)

Sin embargo, las horas pasaron y el hombre que se instaló momentáneamente en la calma, se enteró de la devastación que la tierra y el mar causaron en la zona donde estaba su esposa, con quien no pudo comunicarse ni una sola vez desde el terremoto.

La destrucción causada por el tsunami en Japón tras el terremoto de 9.1 grados

La ciudad de Yasuo y Yuko era el caos. Los sobrevivientes se lanzaron a las calles, o lo que quedaba de estas, buscando a sus seres queridos.

“Estaba rebosante de gente, y nos perdimos. No entré en pánico. Sabía que eventualmente la encontraría”, pensaba el hombre, cuya esperanza comenzó a desvanecerse cuando se enteró que el lugar donde trabajaba su esposa quedó completamente cubierto por el agua.

“Todos fueron evacuados a la parte superior del techo, incluso la parte alta del edificio quedó bajo el agua y todos fueron arrastrados. Ella tenía miedo de las cosas más pequeñas, como una puerta que se cierra de repente con el viento”.

Las malas noticias comenzaron a correr, pero también las historias de supervivencia, como la persona que trabajaba en el banco de Yuko, quien consiguió nadar y llegar a tierra a unas millas de distancia en Tsukahama.

La zona seguía inundada y los equipos de rescate trabajaban en ese y otros inmuebles para rescatar a las personas que pudiesen estar atrapadas bajo los escombros inundados. Sin embargo, Yuko seguía sin ser ubicada.

Pasaron las semanas y Yasuo Takamatsu no sabía nada de su mujer. Todo lo que tenía era la convicción de buscarla por sus propios medios.

En cuestión de 3 meses volvió una y otra vez a los albergues, buscando entre cientos de personas el rostro de Yuko, pero ninguno ostentaba los ojos y la sonrisa de la mujer, inmortalizada en el documental estadounidense, para el que su esposo cedió partes de un video tomado en 1998.

El agua comenzó a descender y Yasuo recorrió los sitios destruidos que quedaron al descubierto. El mar se replegó mostrando el desastre.

 

“Busqué entre los escombros sus pertenencias. Pensé que tal vez ella estaría allí”, relata, reviviendo el peor momento de su vida “Incluso, busqué en las montañas lo más lejos que pude. Ella debía estar en algún lugar”, pensó, sin agotar sus fuerzas buscándola día y noche.

Sin embargo, la esperanza de encontrarla con vida se iba desvaneciendo para ese hombre. La idea de la muerte de su esposa comenzó a burlarse de su esperanza.

“Así que empecé a visitar las morgues. ‘Ella debe estar en algún lugar, así que: ¿dónde podría estar?"”, se preguntó una y mil veces.

Fue cuando comprendió que en tierra no encontraría la respuesta, sino en el sitio que representaba la inmensidad de su amor y, a la vez, su agonía: el mar.

Yasuo Takamatsu no sabía nada de su mujer. Todo lo que tenía era la convicción de buscarla por sus propios medios.

En Psicología, el duelo, cuando ocurre un evento vital como la muerte de un ser querido, es un proceso que se supera de acuerdo a las distintas formas que el psiquismo humano permite. Algunos no lloran, al menos en un inicio. Otros, lo hacen hasta agotar sus lágrimas.

Yasuo, en cambio, no ha podido completar el proceso. A 11 años del tsunami en Japón, continúa buscando a su esposa, pero esta vez EN EL OCÉANO.

Cuando supo que la tierra no le daría el cuerpo de su mujer, para cerrar el doloroso ciclo, aprendió a bucear y desde entonces se lanza al mar japonés con la esperanza de encontrar sus restos.

“Hasta ahora he hecho 602 inmersiones. Mientras mi cuerpo me lo permita seguiré buscando”, asegura, mientras muestran la experticia con la que bucea en las profundidades del mar. Las imágenes muestran vestigios de lo que era una vida en un país impactado por semejante evento natural.

 “Quiero ir a casa”: el último mensaje de Yuko, tras el tsunami en Japón

Semanas después de la desaparición de Yuko, Yasuo recuperó el celular de su esposa, algo que removió tanto su dolor como su esperanza de encontrarla.

 

“No estaba seguro de si era casualidad, o porque el teléfono era resistente al agua. Cuando miré, había otro mensaje que intentó enviarme: ‘¿Estás bien? Quiero ir a casa"”.

La escena lo muestra, tras leer la devastadora frase, haciendo una pausa. El dolor en su rostro es más elocuente que cualquiera de sus frases, mientras sujeta el móvil rosado de su esposa.

Ocurre en una de sus apariciones finales. Sin embargo, es, sin duda, lo que le mantuvo y mantiene en las profundidades, buscando a su gran amor.

La lección de esta historia, según este japonés, es que amar no se resume en una simple frase, sino en lo que una persona está dispuesta a hacer por ti, en nombre de ese amor.

“A ver… ¿Qué es amar?: en otros países la gente puede decir ‘te amo’, pero los japoneses lo saben sin decirlo. Creo que es más implícito y sin tener que decir las palabras. Así lo sentí entre nosotros” (su matrimonio).

Yasuo llegó a esa conclusión al enfrentarse a menudo con el océano que se llevó a su esposa, sin cansarse o tener miedo a las profundidades. El dolor parece haberlo fortalecido al punto de desafiar al mar.

Es como vive su interminable duelo, pero también su inmenso amor por Yuko.

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