Los Pirineos, el hogar de los últimos dinosaurios en Europa

La enorme mamá dinosaurio pone lentamente sus huevos en un gran hoyo que ella misma ha excavado, vigilando el entorno por si aparece algún depredador. Cuando por fin termina, los entierra y se marcha. Los huevos permanecen protegidos bajo tierra hasta el momento de la eclosión. En su interior se desarrollan unos bebés de Titanosaurio, dinosaurios de cuello largo que de adultos alcanzarán los diez metros. Pero no todos logran eclosionar, algunos permanecen bajo tierra, atrapados.

Los Pirineos son un lugar ideal para estudiar los efectos del cambio climático y cómo adaptarnos. También son el sitio perfecto para hacer ciencia....

Sesenta y siete millones de años después, el paleontólogo Miguel Moreno se agacha para examinar el suelo rocoso de lo que antes era un valle fluvial tropical, recoge algo minúsculo y exclama “¡aquí tenemos uno!”. Lo que sujeta entre los dedos, y que parece un trocito de piedra sin importancia, en realidad es la cáscara fosilizada de un huevo de dinosaurio. “Si lo miramos de cerca, se puede ver que tiene muchísimos poros. Estos permitían que pasara suficiente aire para el embrión. Sin ellos, al estar el huevo bajo tierra, el bebé se habría ahogado”, explica.

Luego nos enseña unas rocas en el suelo. “¿Veis aquí? Estos colores rojos y grises de la roca nos dicen que esta zona estaba sometida a estaciones secas y húmedas durante el año. Las madres dinosaurios seguramente aprovechaban la estación seca para poner y enterrar sus huevos, y estos eclosionaban antes de que llegara la estación de las lluvias”.

Mientras seguimos a Moreno en el empinado barranco, intentando no caernos al mismo tiempo que rodamos con nuestras cámaras, no podemos evitar pensar en la cantidad de trozos de cascara fósil que estamos pisando. Hay tantos que, tan solo agachándonos en un punto al azar, damos con uno.

El mismo paleontólogo nos cuenta que cada vez que visita el yacimiento descubre algo nuevo. De hecho, él y su equipo enseguida se ponen a la obra y bajo nuestros ojos empiezan a desenterrar un huevo entero, cuyo perfil ovalado se vislumbra en el terreno. Para ellos, es un día de trabajo cualquiera. Para nosotros, una increíble oportunidad de documentar para El Cazador de Cerebros uno de los proyectos científicos más apasionantes que se hacen en los Pirineos.

Nos encontramos cerca del pueblo de Loarre, en el Pirineo de Huesca. Aquí, hace un par de años se ha descubierto uno de los yacimientos de huevos de dinosaurio más grandes y mejor preservado de la península ibérica. Cómo a veces ocurre en ciencia, fue un descubrimiento casual. Un día un hombre salió al campo para su sesión cotidiana de running, y durante un momento de descanso se puso a observar el paisaje que tenía alrededor. La casualidad quiso que aquel hombre, José Manuel Gasca, además de runner también fuera paleontólogo. Por lo tanto, en lugar de fijarse en el panorama del valle, se puso a observar con ojo de profesional las piedras a su alrededor. Y así descubrió la primera cáscara de huevo fósil.

Hoy en día ya se han excavado más de cien huevos enteros, y los científicos esperan encontrar muchísimos más. Incontables generaciones de dinosaurios vinieron aquí a aovar a lo largo de millones de años. El trabajo de Moreno y de sus colegas solo acaba de empezar, nos cuentan que esperan encontrar aquí el Santo Grial de los paleontólogos: un embrión fosilizado de dinosaurio, algo que no se preserva tan fácilmente como la cáscara del huevo y que hasta la fecha se ha encontrado en muy pocos sitios en todo el planeta.

A pesar de estar basados en la Universidad de Zaragoza, estos investigadores han decidido instalar un laboratorio en el mismo pueblo de Loarre. No solo para limpiar y analizar los huevos cerca del yacimiento, sino también para acercar la paleontología al público. “La gente de Loarre nos ha ayudado un montón desde el principio. Hemos decidido quedarnos a estudiar estos fósiles aquí en el pueblo, y hacemos toda la investigación de cara al público. Compartimos nuestros descubrimientos en tiempo real. Al lado del laboratorio hemos creado también un museo abierto a todo el mundo”, justifica Miguel Moreno.

Además del increíble estado de conservación de los fósiles, hay otra razón que hace este descubrimiento tan excepcional. Estos huevos no son de unos dinosaurios cualquiera, sino de los últimos dinosaurios que pisaron la Tierra antes de la Gran Extinción provocada por el meteorito. Hay muy pocos sitios en el mundo en los que se han encontrado restos tan recientes de estas criaturas, y el Pirineo es uno de ellos. Estudiar este yacimiento tan único nos permite entender cómo era el ecosistema en aquella época, justo antes de la catástrofe. Lo que hoy es un frío paisaje de montaña, a finales del Cretácico era un archipiélago tropical con una gran biodiversidad. Un auténtico Edén, nos dice Moreno. “Incluso antes de que llegara el meteorito, los dinosaurios estaban en declive en todo el planeta por cambios climáticos y ambientales. Pero en Europa no se da el caso, aquí eran todavía muy prósperos, con muchas especies que vivían en un ecosistema muy diverso”.

Una característica curiosa de los dinosaurios que habitaban los Pirineos es que eran inusualmente pequeños comparados con los de otras zonas del planeta. Los Titanosaurios, que en otros continentes como Sur América llegaban a medir hasta cuarenta metros, aquí no superaban el tamaño de un autobús de línea. Esto se debe a que vivían en un ambiente de archipiélago. “En las islas no hay suficiente comida para alimentar a unos animales muy grandes, y por lo tanto aquí los dinosaurios eran más pequeños”, explica Moreno.

“¿Lograremos cambiar de rumbo, o acabaremos como los últimos dinosaurios? Esta vez, el meteorito somos nosotros“

Estudiar las grandes extinciones y reconstruir los ecosistemas del pasado también nos puede ayudar a entender mejor nuestro presente. Actualmente nos encontramos en el medio de la Sexta Extinción Masiva, que estamos causando los seres humanos. ¿Lograremos cambiar de rumbo, o acabaremos como los últimos dinosaurios? Esta vez, el meteorito somos nosotros.

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