Todas las especies acuáticas de las desembocaduras de los ríos están contaminadas por microplásticos
Los plásticos de la década de 1960 permanecen todavía en el fondo del mar
Los estuarios, al tratarse de zonas de transición
entre los ríos y el mar, son importantes focos de acumulación de
microplásticos, que se quedan retenidos en los sedimentos. Suponen una amenaza
para los ecosistemas acuáticos por su capacidad de captar químicos nocivos del
entorno, entrar en la cadena alimentaria a través de la ingestión y
bioacumularse hacia niveles tróficos superiores, incluyendo especies de gran
valor comercial.
Un proyecto internacional denominado i-plastic, en
el que participa el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la
Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB), ha analizado la presencia de
micro y nanoplásticos en los estuarios y en las costas adyacentes. Sus
conclusiones indican que todas especies acuáticas de las desembocaduras de los
ríos al mar Mediterráneo y al océano Atlántico están contaminadas por
microplásticos. Los moluscos son los más afectados debido a su capacidad de
filtrar el agua. Los ríos son una de las principales fuentes de contaminación
por microplásticos (de 5 a 0,0001 mm de tamaño) y nanoplásticos (menores de
0.0001 mm) en los océanos.
Las conclusiones del proyecto exponen que, de las
especies bivalvas analizadas, el 85 % de los mejillones y el 53 % de las ostras
habían ingerido microplásticos. Los peces marinos de los estuarios (salmonete
blanco, mojarra plateada y mojarra brasileña) estaban afectadas en un 75 %,
mientras que, en las zonas costeras próximas a las desembocaduras, el 86 % de
la merluza europea y el 85 % de la langosta noruega contenía microplásticos.
Los científicos explican que la contaminación por nanoplásticos puede ser
todavía más problemática que por microplásticos y puede representar un mayor
riesgo para los organismos acuáticos, ya que pueden atravesar la membrana
celular y dañarlos en mayor medida. Así se ha detectado en el caso de los
mejillones.
“La contaminación es omnipresente en los estuarios y
en las costas adyacentes, tanto en las zonas mediterráneas, tropicales como
templadas”, indica Patrizia Ziveri, oceanógrafa del ICTA-UAB y coordinadora del
proyecto, quien recuerda que la cantidad de partículas acumuladas en el
sedimento ha aumentado en las últimas décadas al mismo ritmo que la producción
mundial de plásticos y que, desde el año 2000, las partículas depositadas en el
fondo del mar se han triplicado.
La contaminación es especialmente elevada cerca de
los centros urbanos y de las áreas de vertido de las depuradoras de aguas
residuales, desde donde se vierten las microfibras, el tipo de microdesecho más
común en las desembocaduras. Cuando alcanzan el fondo marino, las partículas no
se degradan por falta de erosión, oxígeno y luz. “Los plásticos de la década de
1960 permanecen todavía en el fondo del mar, dejando huella de la contaminación
humana”, indica Michael Grelaud, oceanógrafo del ICTA-UAB y también coordinador
de este proyecto subvencionado por JPI-Oceans, en el que han participado
universidades de Italia, Portugal, Brasil y España.
Las partículas que no se depositan en el fondo
marino pueden ser transportadas por las corrientes y mareas a cientos de
kilómetros en pocos meses. “Un microplástico procedente de la desembocadura del
Ebro, en el Mediterráneo noroccidental, puede llegar a Sicilia, en Italia, en
tan solo seis meses”, indica Ziveri.
Los investigadores inciden en que la biorremediación
(consistente en el uso de organismos vivos para eliminar los contaminantes del
agua) es una de las pocas opciones viables para reducir la polución de los
entornos marinos costeros. “Los experimentos en laboratorio demostraron que
diferentes especies de animales filtradores eliminaron casi el 90 % de los
microplásticos presentes”, concluye.
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