Científicos de la Universidad de Michigan descubren una bacteria que convierte la materia en oro de 24 quilates

 

Dos investigadores de la Universidad de Michigan, el profesor Kazem Kashefi, especialista en microbiología, y Adam Brown, profesor asociado de arte electrónico, han realizado un estudio conjunto revelando un hallazgo sorprendente. Han descubierto una bacteria singular con la capacidad de convertir compuestos naturales en oro de 24 quilates. Esta fusión inusual de la microbiología y el arte electrónico promete revolucionar nuestra percepción de la naturaleza y sus habilidades.

La investigación ha creado una conexión inesperada entre la microbiología, la química y el oro. Esta bacteria, aún en fase de estudio, desafía las bases científicas al convertir la materia orgánica en oro, desafiando las concepciones actuales. Aunque el descubrimiento ha generado gran interés en la comunidad científica, se requiere más tiempo para determinar si el oro producido por la bacteria es idéntico al oro encontrado naturalmente. Este hallazgo redefine nuestra percepción de la naturaleza y aporta nuevos conocimientos sobre sus complejidades.

La habilidad de la bacteria Cupriavidus metallidurans, conocida como la bacteria dorada,  para convertir compuestos orgánicos en oro puro ha fascinado a los científicos, quienes han nombrado este proceso como “alquimia microbiana”. Esta bacteria emplea enzimas especializadas para descomponer materiales orgánicos y dejar diminutas partículas de oro.

La bacteria ha demostrado tener la capacidad de ingerir compuestos de oro altamente tóxicos y transformarlos en forma metálica sin aparentes efectos nocivos para el organismo. Esta capacidad desafía la comprensión previa del ciclo biogeoquímico del oro, donde los microbios parecen jugar un papel crucial en la disolución, desplazamiento y reconcentración del oro en los sedimentos terrestres, sin sufrir envenenamiento por los iones de oro.

El microbiólogo Dietrich H. Nies, de la Universidad Martín Lutero de Halle-Wittenberg, destacó que, además de los metales pesados tóxicos, los suelos en los que se encuentra la bacteria C. metallidurans ofrecen condiciones favorables para la vida microbiana, como la disponibilidad de hidrógeno y la baja competencia. Para sobrevivir en este entorno, el microorganismo ha desarrollado un mecanismo de protección contra sustancias tóxicas, que abarca tanto el oro como el cobre.

El equipo combinó la investigación con una instalación de arte llamada «The Great Work of the Metal Lover». Esta fusión de biotecnología, arte y alquimia resultó en un laboratorio portátil que produce una barrita de oro ante la audiencia. Aunque el proceso es lento y costoso a gran escala, Brown destacó el propósito de cuestionar la avaricia, la economía y el impacto ambiental, enfocándose en la ética relacionada con la ciencia y la ingeniería de la naturaleza. Explicó que el arte tiene la capacidad de explorar el impacto de la ciencia en el mundo, y esta instalación aborda directamente esas inquietudes científicas.

El descubrimiento de la capacidad de Cupriavidus metallidurans para producir oro tiene vastas implicaciones en la ciencia y el arte. En términos científicos, podría revolucionar la minería y la creación de materiales avanzados. Además, la fusión entre microbiología y arte electrónico abre nuevas posibilidades para formas de expresión artística que cruzan los límites entre la ciencia y la creatividad.

Sin embargo, a medida que el entusiasmo por este descubrimiento crece, surgen desafíos éticos y prácticos para los investigadores y la sociedad en general. Es crucial gestionar adecuadamente la aplicación de esta bacteria en entornos naturales y considerar las implicaciones ambientales para asegurar que no cause efectos negativos en los ecosistemas circundantes. Este fenómeno destaca la sorprendente capacidad de la naturaleza para desafiar nuestras expectativas.

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