Descubiertas las estructuras bacterianas más antiguas que llenaron el planeta de oxígeno
La primera mitad de la historia de la vida en la Tierra la escribieron las bacterias. Y durante millones de años lo hicieron sin necesidad de oxígeno, ausente de la atmósfera de entonces. Ahora, se han descubierto las estructuras más antiguas que usaron algunos de estos microorganismos para llenar el planeta de oxígeno gaseoso, O₂. Una especie de hace unos 1.750 millones años tenía ya algo parecido a unas vesículas llamadas tilacoides que les permitía amplificar su capacidad para la fotosíntesis. Estos tilacoides siguen presentes en las cianobacterias, algas y plantas del planeta que convierten la luz del Sol en energía química.
La fotosíntesis fue un mecanismo genial por el que,
en algún momento de los inicios de la vida en el planeta, las cianobacterias
aprendieron a convertir la energía que llegaba del Sol en la energía química
que necesitaban. En el proceso tomaban electrones de algún compuesto presente
en su entorno. En una época de hace más de 2.400 millones de años, determinados
grupos de cianobacterias aprendieron a realizar una forma particular de
fotosíntesis, la oxigénica. Tomaban agua (H₂O), un combustible abundante, del
que obtenían el hidrógeno necesario para asimilar el carbono del CO₂ de la
atmósfera. En su metabolismo, liberaban el desecho sobrante, el oxígeno, que
debió consumirse oxidando los minerales de las rocas. Pero en torno a hace
2.400 millones de años se produjo la llamada Gran Oxidación, por la que la
atmósfera terrestre llegó a acumular hasta un 1% de O₂. Puede no parecer mucho
(la concentración actual se acerca al 21%), pero entonces se pusieron las bases
para una extraordinaria diversificación de los seres vivos.
Las cianobacterias fueron las responsables de aquel
evento. Se han encontrado algunas en el registro fósil anteriores a la Gran
Oxidación, pero lo que se acaba de descubrir es parte de su ingeniería. En un
yacimiento de Australia, hallaron microfósiles de un microorganismo llamado
Navifusa majensis, se creía que era una cianobacteria, pero no es fácil
identificar un bichito como este, que apenas mide 25 micras (una micra es la
milésima parte de un milímetro) compactado en un proceso de fosilización de 1.750
años. Tal y como detallan en un trabajo publicado en Nature, sus descubridoras
han encontrado tilacoides en célula de la N. majensis. Estas vesículas
contienen elementos fotosensibles que convierten la luz en energía química. Se
habían descubierto cianobacterias que realizaban la fotosíntesis oxigénica,
pero no tilacoides tan antiguos.
Estos tilacoides descubiertos ahora suponen la
primera prueba directa de la fotosíntesis oxigénica con estas unidades básicas.
Como cuenta la investigadora de la Universidad de Lieja (Bélgica) y autora sénior
de la investigación, Emmmanuelle Javaux, el descubrimiento “muestra que las
cianobacterias estaban produciendo activamente oxígeno hace 1.750 millones de
años, por lo que en realidad los sedimentos de la Formación McDermott [en la
región de Australia donde las han encontrado] no se formaron en un ambiente
permanente o completamente anóxico”. Antes de la Gran Oxidación no debían de
ser muchos los rincones, los nichos, donde la vida basada en el oxígeno tuviera
refugio. Pero el escenario fue cambiando tras el evento. “Ahora estamos
investigando en el registro fósil aún más antiguo para probar la hipótesis
propuesta de que la aparición de membranas tilacoides pudo haber contribuido al
aumento de oxígeno en torno a la Gran Oxidación y a la oxigenación permanente
de la Tierra primitiva”, añade Javaux.
Patricia Sánchez Baracaldo, microbióloga de la
Universidad de Bristol (Reino Unido), explica que “había oxígeno antes de la
Gran Oxidación, pero eran reductos”. Para Sánchez Baracaldo, que investiga el
origen bacteriano de la vida, “las cianobacterias son importantes porque el
oxígeno que tenemos en el planeta es el resultado de la actividad de estos
organismos biológicos”. La científica colombiana, que también investiga el
origen de la fotosíntesis, recuerda que “el oxígeno no existía, las bacterias
se inventaron como sacarle los electrones al agua rompiéndola y fue ese oxígeno
el que se acumuló”. Y añade: “Por eso es importante determinar cuando apareció
este tipo de fotosíntesis, algo que ha fascinado a los científicos y también a
la gente porque sin oxígeno, la evolución no habría llevado hasta nosotros”.
Se han descrito unas 200 especies de cianobacterias
y solo dos no tienen tilacoides. De hecho, las primeras cianobacterias no
contaban con estas estructuras. Con ellas en sus membranas, estos
microorganismos debieron ampliar su capacidad fotosintética y, por tanto, la
generación de oxígeno. El nuevo elemento fue creando nuevos nichos ecológicos
y, como destaca Sánchez Baracaldo, que no ha participado en este trabajo, “hubo
organismos que probablemente comenzaron a aprender a respirar ese oxígeno,
todos unicelulares”. La vida compleja aparece millones de años después, cuando
la acumulación de O₂ es cada vez mayor, acelerada por al menos dos nuevos
eventos similares posteriores a la Gran Oxidación. “El oxígeno se acumula tanto
que se abre la posibilidad de que los animales evolucionen. Es entonces cuando
aparecen los primeros eucariotas”. De estos primeros eucariotas, aún
unicelulares, surgirían más tarde los que debieron engullir a algunas
cianobacterias, iniciando el mayor ejemplo de endosimbiosis de la historia de
la vida. De esos organismos con cianobacterias con tilacoides dentro surgirían
los cloroplastos que permiten a algas y plantas realizar la misma fotosíntesis.
La investigadora del CNRS - Centre National de la
Recherche Scientifiquela (Francia), Purificación López, ajena a este estudio,
recuerda dónde reside la importancia de los tilacoides: “Aumentan la superficie
donde se encuentran los fotosistemas, donde se puede hacer la fotosíntesis”.
Hay otros grupos de cianobacterias que no tienen estas estructuras y realizan
la fotosíntesis en la membrana externa. “En las cianobacterias con tilacoides,
se multiplica la superficie de membrana de manera muy importante y, por tanto,
la capacidad fotosintética de la célula. Lo relevante de esta investigación es
que ven esos tilacoides fosilizados. Es un nivel de conservación de 1.700
millones de años asombroso”, añade la microbióloga española, profesora en la
Universidad de París-Saclay.
En cierto sentido, la Gran Oxidación protagonizada
por las cianobacterias presenta paralelismos con el evento K–Pg, la extinción
masiva de vida animal por el impacto de un meteorito hace 66 millones de años.
Si en el evento K-Pg se crearon las condiciones para la diversificación de los
mamíferos, entonces unos pequeños animalitos, en la Gran Oxidación, se pusieron
las bases para la llegada de los organismos multicelulares, de la vida
compleja. A López le gusta la analogía, pero rechaza un aspecto esencial de la
misma: “Durante la Gran Oxidación de la atmósfera no hay extinción. Seguramente
se crearon nuevos hábitats oxigenados, donde efectivamente hay una
diversificación de organismos fotosintéticos oxigénicos y de organismos
aerobios que usan el oxígeno. Pero los otros no desaparecieron, siguen
existiendo en lugares donde no hay oxígeno, y sigue habiendo organismos
fotosintéticos anoxigénicos en lagos, en sedimentos, en tapetes microbianos y
sigue habiendo una biología anaerobia muy importante, incluso en nuestro
intestino, el microbioma”.
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