Este es nuestro más antiguo antepasado: Procedemos de un minúsculo grano de carbono
Los fulerenos, moléculas de carbono claves para el desarrollo de la vida en el Universo, podrían originarse a partir de granos de polvo formados por carbono e hidrógeno altamente desordenados, denominados HAC, ha indicado este miércoles el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).
Explica el IAC en un comunicado que a esa conclusión
se ha llegado en un estudio en el que se combinan química de laboratorio y
astrofísica que se ha publicado como carta al editor en la revista ‘Astronomy
and astrophysics’.
Los fulerenos son moléculas de carbono muy grandes,
complejas y altamente resistentes, cuyos átomos están ordenados en estructuras
esféricas tridimensionales siguiendo un patrón alternativo de hexágonos y
pentágonos, como una típica pelota de fútbol (fulerenos C60) o un balón de
rugby (fulerenos C70).
Estas moléculas fueron descubiertas en un
laboratorio en 1985, hecho por el que los químicos Robert Curl, Harold Kroto y
Richard Smalley recibieron el Premio Nobel de Química en 1996.
Desde entonces, se han detectado numerosas pruebas
de su existencia en el espacio, en especial en torno a restos de estrellas
ancianas y moribundas de tamaño similar al Sol, denominadas nebulosas
planetarias, que se desprenden de sus capas exteriores de gas y polvo al final
de sus vidas.
Dado que son moléculas “increíblemente” estables y
difíciles de destruir, se cree que los fulerenos pueden actuar como jaulas para
otras moléculas y átomos, de modo que podrían haber llevado moléculas complejas
hasta la Tierra que habrían impulsado el origen de la vida.
Su estudio es, por lo tanto, clave para comprender
los procesos físicos básicos que intervienen en la organización de la materia
orgánica en el Universo, añade el IAC.
Para la búsqueda e identificación de los fulerenos
en el espacio resulta crucial la utilización de la espectroscopía, que es una
técnica que permite estudiar la materia que compone el Universo analizando las
huellas químicas que imprimen átomos y moléculas en la luz que llega de ellos.
Y en un reciente estudio, liderado íntegramente por
el IAC, se han analizado datos espectroscópicos en el infrarrojo, obtenidos
previamente con telescopios espaciales, de la nebulosa planetaria Tc 1.
Se presentan líneas espectrales indicadoras de la
presencia de fulerenos, pero también muestran bandas más anchas, denominadas
bandas infrarrojas (UIR, por sus siglas en inglés), aún no identificadas.
De hecho, se prosigue en el comunicado, esta
desconocida huella química en el infrarrojo también se detecta en todo el
Universo, desde los llamados cuerpos menores del sistema solar hasta galaxias
remotas.
La identificación de las especies químicas
responsables de esta emisión infrarroja que está ampliamente presente en el
Universo es un “misterio en astroquímica, aunque se intuye que deben ser
especies ricas en carbono, uno de los elementos fundamentales para la vida”, ha
comentado Maro A. Gómez Múñoz, investigador del IAC que ha liderado el estudio.
Co el objetivo de identificar estas bandas, el
equipo de investigación ha reproducido la emisión infrarroja de la nebulosa
planetaria Tc 1.
El análisis de las bandas de emisión ha permitido
determinar la presencia de granos de carbono amorfo hidrogenados (HAC, por sus
siglas en inglés), esto es, compuestos de carbono e hidrógeno altamente
desordenados, como los responsables de la emisión infrarroja de esta nebulosa.
“Hemos combinado, por primera vez, las constantes
ópticas de HAC, obtenidas de experimentos de laboratorio, con modelos de
fotoionización, reproduciendo así la emisión infrarroja de la nebulosa
planetaria Tc 1, que es muy rica en fulerenos”, ha señalado Domingo Aníbal
García Hernández, investigador del IAC y coautor del estudio.
Para el equipo científico, la presencia simultánea
de HAC y fulerenos apoya la teoría de que estos últimos podrían formarse a
partir del procesado o destrucción de los granos de polvo, por ejemplo, por la
interacción con la radiación ultravioleta, mucho más energética que la luz
visible.
Con este resultado, los científicos “han allanado”
el camino para futuras investigaciones basadas en la colaboración entre la
química de laboratorio y la astrofísica.
“Nuestro trabajo muestra claramente el gran
potencial de la interdisciplinariedad en ciencia y tecnología para realizar
avances fundamentales en astrofísica y astroquímica”, concluye Gómez
Muñoz. EFE
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