Un mapa de 98.000 avistamientos ovni expone un claro patrón geográfico
Un nuevo análisis geográfico de ovnis de más de 98
000 avistamientos incluidos en un nuevo estudio científico de Utah revela
puntos calientes concentrados principalmente en la parte occidental y noreste
de los Estados Unidos. Los avistamientos, tomados de los datos del Centro
Nacional de Investigación de Ovnis, muestran un patrón claro que desafía la
idea de que pueden ser causados por factores psicológicos o sociológicos. Por
eso, aseguran los investigadores, es fundamental que todos estos fenómenos se
estudien a fondo para poder identificar amenazas para la seguridad nacional de
los EEUU.
Según Richard Medina, profesor asociado de Geografía
en la Universidad de Utah y autor principal del estudio, "el oeste de los
EEUU tiene una relación histórica con los FANI" (fenómenos aéreos no identificados).
Está el Área 51 en Nevada, Roswell en Nuevo México y el Rancho Skinwalker en la
cuenca de Uinta, así como actividad militar del campo de pruebas de Dugway, en
Utah. Según Medina, además de esos entornos geográficos, "hay una sólida
comunidad al aire libre que se recrea en tierras públicas durante todo el año.
La gente está fuera y mirando hacia el cielo".
El artículo científico, publicado en la revista
revisada por pares Scientific Reports de la editorial Nature, contiene un
análisis detallado de los factores que contribuyen a estos avistamientos de
ovnis. Los investigadores analizaron dos condiciones principales para cada
condado de los EEUU: el potencial de vista del cielo —que incluye la
contaminación lumínica del área, la cubierta de nubes y la cubierta del dosel
de los árboles— y el potencial de que haya objetos presentes en el cielo, como
la proximidad a aeropuertos y a instalaciones militares.
Este extenso análisis concluyó que la mayoría de los
avistamientos fueron, de hecho, en el oeste americano y son atribuibles a la
geografía física de la región, caracterizada por espacios abiertos y cielos
oscuros. Estas condiciones —combinadas con el tráfico aéreo y la actividad
militar— indican que los puntos calientes de los informes de avistamientos
tienen relaciones creíbles con objetos reales que se detectan, aunque no se
conozca su naturaleza.
El estudio
identificó zonas con un bajo número de informes (puntos fríos) y un alto número
de informes (puntos calientes) de forma relativa, por cada 10.000 personas por
condado. Estos hallazgos, especialmente los puntos calientes pronunciados en el
oeste y el noreste y los puntos fríos en las llanuras centrales y el sureste,
apoyaron la hipótesis general de que la visibilidad y la oportunidad influyen
significativamente en la frecuencia de los avistamientos.
"La idea es que, si tienes la oportunidad de
ver algo, entonces es más probable que vayas a ver fenómenos inexplicables en
el cielo", dice Medina. También indica una mayor complejidad en la
explicación de estos avistamientos a medida que nuestros cielos se llenan de
más tecnología que nunca.
El estudio presenta claramente un patrón espacial
determinado. "Si los datos fueran completamente inválidos debido a alguna
causa psicológica y sociológica, entonces no habría un patrón espacial. Pero lo
hay", afirma el estudio, desafiando la idea de que los avistamientos de
ovnis son simplemente el resultado de la histeria masiva o el contagio social.
Al examinar la distribución espacial de los informes
y su relación con el entorno local, el estudio proporciona un contexto
geográfico que puede ayudar a resolver o comprender los avistamientos civiles y
militares. "Hay muchos factores que pueden contribuir al informe de
objetos anómalos", dice Simon Brewer, profesor asociado de Geografía en la
Universidad de Utah y coautor del estudio. Este análisis geográfico de los
avistamientos de ovnis, asegura, marca un paso significativo hacia la
desmitificación de los fenómenos y la posible identificación de objetos
verdaderamente anómalos que podrían representar una amenaza legítima para la
seguridad norteamericana.
Lógicamente, esto no indica que estemos hablando de
naves espaciales de otros sistemas estelares, sino sencillamente de objetos
voladores que podrían ser aeronaves secretas de EEUU, tecnología enemiga o
tecnología desconocida no terrestre.
Esa es precisamente la pregunta crucial en el
estudio: ¿qué está viendo realmente la gente? La dificultad para responder a
esta pregunta, según los investigadores, pone de relieve la importancia de
considerar cualquier incertidumbre como una amenaza potencial para la seguridad
nacional de los EEUU.
Una de las reflexiones de los autores es que,
tradicionalmente, el mundo académico ha huido de la investigación de los UAP
debido al estigma asociado con los manidos ‘platillos voladores y los invasores
espaciales’. Pero esto ha cambiado desde que el Pentágono y el Congreso dieran
la voz de alarma en un espacio global cada vez más incierto.
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